Darío Enríquez
La verdad no tiene sustituto, la libertad tampoco
A propósito de los gobiernos del mundo y la pandemia global

Estos tiempos de pandemia global han abierto muchísimos espacios de acción más allá del estrictamente necesario espacio científico y médico. Desde las organizaciones estatales y sus aparatos mediáticos de comunicación (propios o “alquilados”), políticos de todas las tendencias hacen esfuerzos desesperados por demostrar que “todo va bien”, cuando se aprecia con claridad que –si seguimos la cobertura mediática minuto a minuto– nada funciona con suficiente eficacia. Incluso países que lograron éxito relativo en el control del Covid-19 –como Singapur, Corea del Sur o Hong-Kong– hoy deben desplegar nuevos esfuerzos por un posible rebrote, cuya dinámica real solo se conocerá con precisión suficiente una vez haya sucedido.
Por eso no llama la atención que urbi et orbi se levanten voces de todo tipo reclamando que se nos diga la verdad, por muy dura que sea. Que no nos sigan vendiendo ni martillazos que no se dan ni aplanamientos de curva que no llegan. Como aquella canción que dice: “desde San Juan hasta Barranquilla, desde Sevilla hasta Nueva York”, pasando por cualquier otra región del mundo que usted prefiera o elija. En todo el planeta. Es un pedido que proviene más del sentimiento que de la razón, porque en realidad nadie sabe lo que va a pasar y cada día todas las proyecciones se reajustan. La verdad sigue siendo esquiva; por lo tanto, no hay campaña comunicacional ni media training que pueda sustituirla.
Como en la inmensa mayoría de casos se trata de un marketing político eficaz en principio, pero destinado al descrédito porque no hay un producto real que entregar (y eso se descubre con cierta rapidez), entonces aparecen las viejas consejas represivas. Si en democracias estables y maduras (antes de la crisis sanitaria) hoy se considera que la libertad –el bien humano más preciado después de la vida– se encuentra en riesgo inminente por las atribuciones que toman para sí los Estados aplicando leyes (escritas y no escritas) para momentos de emergencia, imagínense el impacto que esto podría tener en países más bien precarios en democracia e institucionalidad. Antonio Escohotado(*) nos advierte en dos tiempos: “No confío en incompetentes obsesionados por mandar a cualquier precio [...] sin libertades somos un rebaño pastoreado por hienas”. El gran sabio español (él rechaza que le digan ‘intelectual’) se refiere en especial a la coalición oficialista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en España (partido socialista en alianza con la extrema izquierda), pero su afirmación es aplicable a muchas realidades en el mundo, sobre todo en nuestra América hispana.
Si es cierto todo lo que se ha dicho y proyectado del virus Covid-19 –hay quienes han empezado a dudar, al menos, sobre parte importante de lo que se difunde en una cobertura mediática inaudita, exagerada y morbosa– no habremos resuelto la grave crisis sanitaria hasta que dispongamos de un tratamiento farmacológico apropiado y una vacuna eficaz. En ese momento se iniciará la reconstrucción de aparatos productivos en escombros (en especial medianas, pequeñas y sobre todo microempresas), siendo el sector entretenimiento –muy ligado a muchedumbres en enfervorizado contacto físico– y en general todo tipo de servicios, los que tengan las más serias restricciones para su relanzamiento.
La verdad no tiene sustituto. Los gobiernos del mundo, más temprano que tarde, tendrán que ir sincerando sus discursos conforme pase el tiempo, y tanto los tips comunicacionales invocando mensajes “positivos” como los “no lo digas si no suma” se desvanecerán frente a la dureza de la realidad. Ocultar información o manipular los hechos valiéndose de argucias comunicacionales (por parte de políticos) para no asumir responsabilidades y más bien buscar cómodamente un “culpable conveniente” es algo lamentable y penoso. Desgraciadamente, mostrando una vez más que lo peor de la política parece ser una marca genética transversal a toda cultura humana, está sucediendo por doquier.
Que el temor razonable y necesario para enfrentar los peligros del virus no se convierta en un miedo tal que las hienas políticas (valga la redundancia) pretendan aprovechar las circunstancias para tramar la imposición de sus utopías totalitarias, esas que tanta sangre propia han derramado por mano de Estados masacrando a sus propios ciudadanos. La libertad tampoco tiene sustituto.
Recordemos a Joseph Ratzinger, el Papa emérito Benedicto XVI: “Entre verdad y libertad hay una relación estrecha y necesaria. La búsqueda honesta de la verdad, la aspiración a ella es la condición para una auténtica libertad. No se puede vivir una sin otra [...] sin esa aspiración a la verdad, a la justicia y a la libertad, el ser humano se perdería a sí mismo”.
* https://www.diariodesevilla.es/entrevistas/libertades-rebano-pastoreado-hienas_0_1452755095.html
COMENTARIOS