Darío Enríquez
La utopía estatista ataca otra vez
Reformas inconclusas nos pasan la factura

No quieres entender. A ti te hablo, pulpín. También te hablo a ti, muchachito del ayer, joven que fuiste, pulpín de la tercera edad. A todo el que tenga entendimiento para entender. Te han ido cocinando lentamente y tú no solo has disfrutado el “calorcito”, sino que has alimentado el fuego con tu indiferencia, cuando no con tu apoyo, a quienes se dedican a “agudizar las contradicciones”. Cuando quieras liberarte, porque el fin se hace inminente, será muy tarde. Estarás sazonado y rostizado, listo para ser alimento de los voraces estatistas.
En 2016, las izquierdas recibieron un durísimo revés en el Perú. Terminaba el desgobierno de Ollanta Humala y sus promesas estatistas —cumplidas a medias— golpearon al modelo económico, aunque felizmente no pudieron hacer más daño. Eso sí, engordaron las billeteras corruptas y mercantilistas (incluyendo la suya). Su desafección con las expectativas populares (siempre difusas, imprevisibles y caudillistas; como tú, mi estimado pulpín) castigó duramente a sus socios políticos. Las “derechas” alcanzaron juntos más del 70% de los votos en primera vuelta y eso liquidaba —en apariencia— cualquier posibilidad de cambiar el modelo económico, haciendo imposible los sueños húmedos de esas izquierdas.
Sin embargo, los utópicos estatistas encontraron una rendija por donde colarse, como sabandijas. Se auparon a uno de los participantes de la segunda vuelta electoral, Pedro Pablo Kuczynski (PPK), quien desde la derecha más mercantilista había sido socio preferente de la megacorrupción que parasitó al Perú y a sus ciudadanos entre 2001 y 2016: el Foro de Sao Paulo, el Partido de los Trabajadores del reo en cárcel Lula da Silva en Brasil, y las empresas mercantilistas corruptas lideradas por Odebrecht en Brasil y por Graña & Montero en Perú (del Grupo El Comercio-América TV-Canal N).
Hoy sabemos por qué, llegado el momento, la derecha mercantilista apoyó a la izquierda elitista cuando la frustrada revocatoria de Villarán. También por qué, en la segunda vuelta de 2016, la izquierda elitista apoyó a la derecha mercantilista de PPK: los unía el sometimiento al mismo patrón, la megacorrupción de Odebrecht. El antifujimorismo parece ser solo pose y pretexto de élites políticas, para manso consumo de pulpines de aquí y de allá. Porque ahora tú, que pides cerrar el Congreso a imitación de 1992 (sin que existan las extremas condiciones de esa fecha), quien se convierte en lo que tanto odia. Eres una suerte de fujimorista del siglo XXI.
La megacorrupción llega por doble vía al actual Ejecutivo: nada menos que el presidente Martín Vizcarra fue socio de Odebrecht, además de ser apoderado legal de Graña & Montero. Con el agravante de haber hecho buena parte de esos negocios en proyectos de la región Moquegua, siendo al mismo tiempo gobernador de esa región. Hechos incontrovertibles. Es más fácil que Antauro Humala sea canonizado, que Vizcarra no haya sido partícipe de la megacorrupción. Y tú, pulpín, estás dispuesto a hincarte de rodillas a ambos “santones”.
Las izquierdas hoy están al lado de quienes puedan alimentar la tristemente célebre “agudización de las contradicciones”. Pero tú aplaudes, pulpín. Desde siempre, quieren tumbarse la exitosa Constitución de 1993, y en especial su capítulo económico. Ese ha sido su ambicioso y permanente propósito. Si se tumban ese capítulo al mismo tiempo que capturan el poder, podrán reiniciar el proyecto estatista que replique el desastroso experimento del dictador militar Juan Velasco (1968-1990), que sucesivos gobiernos militares y civiles fueron incapaces de desactivar hasta 1990, y que nos llevó al borde del colapso como país, propiciando un salvaje terrorismo socialista genocida (valgan las redundancias) que inundó especialmente las zonas más pobres del Perú con sangre, muerte y desesperación. Una gestión desastrosa de la economía bajo un modelo estatista que hizo trizas el Perú, con una hiperinflación que llevó el precio unitario del pan de 10 centavos de sol en 1968 a 100 millones de soles en 1990. Y que llevó a la pobreza a casi dos tercios de nuestra población.
Tú, pulpín, no viviste el drama del socialismo real de esos años en nuestro Perú, pero crees todo lo que te cuentan quienes se han apoderado de tu mente. Tú, pulpín de la tercera edad, sí viviste esos años, pero estás tan enceguecido por la irracionalidad que prefieres no recordar cuál es el modelo que nos sacó de la miseria y nos ha llevado en estos últimos 27 años a la prosperidad relativa que todo el Perú disfruta ¿Se dan cuenta unos y otros, que están facilitando la entrega del país a la voracidad estatista?
Bastante tenemos con que Odebrecht, Graña & Montero, gobiernos nacionales, regionales y municipales corruptos, académicos redactando informes técnicos fraudulentos, prestigiosos abogados cómplices, periodistas que vendieron cuerpo y alma, y medios de comunicación prostituidos hayan perpetrado una megacorrupción que afectó más de US$ 40,000 millones de dólares en proyectos que debieron servir al bienestar de los ciudadanos del Perú. Ahora, en medio de la turbulencia para establecer responsabilidades directas, colusiones y complicidades en tales fraudes, con las grandes empresas megacorruptas manejando los hilos del poder para evadir responsabilidades, los nefastos estatistas vuelven a las andadas. ¡Lo que tanto esfuerzo, trabajo y sacrificio costó durante los noventa a nuestros padres y a nosotros (quienes superamos hoy los 50 años de edad), planea ser liquidado por la fiebre estatista que ataca otra vez!
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