J. Eduardo Ponce Vivanco

La urgencia de gobernar, a pesar de la corrupción

El desarrollo debería ser el objetivo prioritario

La urgencia de gobernar, a pesar de la corrupción
J. Eduardo Ponce Vivanco
05 de marzo del 2020


Las noticias sobre corrupción compiten con las del coronavirus. Las denuncias y la suspicacia pandémica que han generado dominan los espacios informativos al extremo de eclipsar los serios problemas que crecen en campos determinantes para el futuro del Perú, como la economía, la infraestructura y las inversiones.

Las encuestas que registran la indignación popular por los carteles ilícitos de Lava Jato, las prácticas de Odebrecht y sus empresas “colegas”, el escándalo del Club de la Construcción, y las barbaridades cometidas por fiscales y jueces encendieron la “cruzada” presidencial anticorrupción, que sigue siendo tan útil para que el Gobierno se ponga de costado en la gestión de sectores decisivos para el desarrollo, como lo evidencia la desafortunada selección de ministros que desfilan a paso ligero en carteras cruciales como Energía y Minas, Transportes o Justicia.

El traumatismo provocado por la corrupción ha congelado la firma de burócratas, aterrados de aparecer en las redes sociales, y sirve de pretexto para ignorar problemas tan visibles como la pobreza de nuestra infraestructura vial. Sorprende, por ejemplo, que un gobierno en el que Moquegua tiene una presencia tan conspicua no tome conciencia de lo importante que sería potenciar al Sur del Perú como un espacio geoeconómico integrado y capaz de articular mejor su proyección hacia China y los países de la Cuenca del Pacífico, que son nuestros principales socios comerciales. Los ferrocarriles y carreteras existentes no solo conectan vastas regiones productivas con los puertos de Matarani e Ilo, sino también con las redes viales de Chile, Bolivia y Brasil, lo que enriquecería el valor geopolítico de la idea. 

No se debe olvidar que las masas del Sur eligieron a políticos extremistas como Aduviri, Cáceres Lliclla y otros gobernadores aymaras que aún antes de asumir sus cargos visitaron al chavista boliviano Evo Morales para ponerse a su servicio. Y es en el Sur donde los radicales de izquierda han bloqueado Tía María, dificultan el transporte del mineral de Las Bambas, empantanan el ambicioso proyecto arequipeño Majes-Siguas y bloquean la ferrovía a Machu Picchu. 

Así como Chile es origen del mayor flujo de turismo hacia el Perú, también es el país donde las izquierdas incendiaron 78 estaciones del Metro de Santiago y convirtieron al país en una incubadora de los problemas políticos, sociales e ideológicos que lo están haciendo retroceder por el desenfreno de jóvenes anarquistas manipulados por Cuba y el chavismo.

Es un escenario cercano que debería preocupar por el contagio que puede irradiar. La mejor terapia para contrarrestar ese peligro es abordar con inteligencia y visión proyectos capaces de aprovechar el potencial surperuano para crear prosperidad y esperanza en poblaciones expuestas a la prédica radical que cultiva la pobreza y ahonda la turbulencia en una región propensa a revoluciones y levantamientos.

Por desgracia, parece poco probable que quienes ocupan la PCM y los ministerios de Energía y Minas, y de Transportes tengan la capacidad y vocación de servicio indispensables para concebir y realizar proyectos que podrían reconfigurar el perfil de una macroregión tan prometedora como el Sur del Perú.

J. Eduardo Ponce Vivanco
05 de marzo del 2020

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