Erick Flores

La migración que sirve

Un fenómeno que tiene más virtudes que vicios

La migración que sirve
Erick Flores
07 de agosto del 2018

 

La situación política y económica de Venezuela es un desastre. Eso no es ninguna novedad, porque lo que está ocurriendo allá es precisamente lo que ocurre cuando se implementan las ideas que nutren el ideario socialista. Basta con revisar un poco de historia para entender la magnitud de los problemas que trae el socialismo y las consecuencias nefastas que genera para el grueso de la población. Y una de las consecuencias que más preocupa en toda la región es que el infierno en el que el socialismo ha convertido al país con las reservas de petróleo más grandes del mundo, ha terminado por generar una gran ola migratoria de venezolanos que huyen de su tragedia y se refugian en países como el nuestro.

Este fenómeno ha desatado una gran cantidad de opiniones, unas a favor y otras en contra, de que nuestro país —de alguna forma— brinde una especie de asilo a los venezolanos caídos en desgracia por la tiranía que inició Chávez y hoy continúa Maduro. Y al margen de las reacciones que este tema produce en la gente, es imperativo comprender que tienen que existir ciertas condiciones para que la migración no termine convirtiéndose en un problema, como pasa actualmente en Europa y podría pasar por aquí.

La migración no debe entenderse como un problema per se porque no lo es. Por el contrario, la migración ha producido —históricamente— muchos beneficios para la humanidad. La integración que se produce, siempre y cuando se dé en forma espontánea y no haya ningún elemento de coacción de por medio, tiene efectos positivos en la economía porque, a través de la competencia y el incremento de la mano de obra, es posible que la oferta laboral se diversifique y la producción de bienes y servicios mejore en precios y calidad. Se trata de un fenómeno que tiene más virtudes que vicios, y la clave está en que la libre circulación de personas —para que no se convierta en un problema— debe ir acompañada de la libre circulación de capitales, así como también de bienes y servicios.

Solo con la confluencia de estas tres condiciones es que la migración puede representar una oportunidad para las personas que migran, así como también para la sociedad que recibe la migración. Y un detalle importante a tener en cuenta es que estas tres condiciones básicas solo pueden conseguirse si el tamaño del Estado en el país de recepción es pequeño. En España, por ejemplo, la política migratoria es flexible y las fronteras están relativamente abiertas, lo cual sería beneficioso si no existiera un enorme Estado de “bienestar” que se convierte en un incentivo perverso para las personas que buscan migrar ahí.

Si comparamos la situación de los venezolanos que migran al Perú con la situación de los marroquíes que migran a España, vamos a encontrar una gran diferencia; y es que los primeros migran al Perú para poder trabajar libremente y ganarse la vida (cosa que no pueden hacer en su país gracias al socialismo); los segundos, sin embargo, lo hacen para aprovecharse de los privilegios que les otorga el Estado, privilegios que termina pagando la sociedad española en su conjunto. Quizá este sea un elemento importante, más allá del chovinismo irracional, que también existe, al momento de explicar el rechazo que tienen las sociedades locales frente a la migración.

Lo que debe de quedar claro sobre el fenómeno migratorio, aquí y en cualquier lugar del mundo, es que la integración no debe ser forzosa. Es decir, si los venezolanos vienen al Perú a trabajar honradamente, pues bienvenidos; pero si se trata de malandros que buscan vivir a expensas del resto, ya sea a través del robo ilegal o del robo legal (Estado), estaría completamente justificada la aversión frente a la migración.

 

Erick Flores
07 de agosto del 2018

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