Rocío Valverde

La migración invisible de los latinoamericanos

La migración invisible de los latinoamericanos
Rocío Valverde
09 de mayo del 2016

Trabajan irregularmente y con horarios esclavizantes

En el condado de Berkshire, al sur de Inglaterra, los decibelios de los boeings cruzando el cielo hacen que quienes hemos salido a recibir los caprichosos rayos de sol tornemos la mirada. La silueta de los aviones se puede percibir claramente, a pesar de que en esta primavera británica ha comenzado a llover a cántaros en un abrir y cerrar de ojos. Cada vez que veo un avión acercándose a tierra me pregunto qué historias traerán a cada uno de los viajeros a este país: reencuentros familiares, visitas sorpresa, súbitos funerales, billetes de última hora, esperanzas de una mejor calidad de vida o simple supervivencia.

Los aviones que cruzan el Canal de la Mancha salen de Barajas, Lisboa y Milán y llegan hasta Heathrow a todas horas. Los pasajeros bajan del avión y lo primero que ven es a una asistente agitando unos formularios, mientras indica con los brazos que aligeren el paso. Algunos viajeros descifran que la asistente está intentando preguntar con exagerada enunciación: ¿europeo o cualquier otro pasaporte?.

El 2004 fue un año que parecía pintar bien para los griegos. En julio habían ganado la Eurocopa y en agosto Atenas fue el escenario de de los juegos olímpicos. Sin embargo, un mes más tarde se descubriría que el gobierno griego había maquillado, empolvado y pirujeado sus cuentas para lograr su entrada a la Eurozona. Hemos sido parte de la historia, presenciando portadas dedicadas a rescate tras rescate, documentales que explicaban el “corralito” con el control de capitales, y caricaturas políticas dedicadas a indignar y enfurecer a Merkel, Syriza, Hollande, Rajoy y compañía.

Con el recrudecimiento de la crisis, a partir del año 2008, un gran porcentaje de latinos que cuentan con doble nacionalidad decidieron viajar a los países europeos menos golpeados por la crisis del euro, como Alemania e Inglaterra. Italo-venezolanos, peruanos-españoles y brasileños-portugueses cruzan las fronteras identificándose con el pasaporte comunitario. Logran mimetizarse con los oriundos; aunque solo en papel, ya que al salir del aeropuerto los letreros del underground, el sunday roast de los pubs, los cafés italianos, los restaurantes de tapas españolas y las panaderías francesas les recuerdan que aquí son minoría.

En los últimos años en Londres al tropezarte con alguien en lugar de escuchar los pesarosos sorry de los británicos, se oye con más frecuencia "perdón", "disculpas" y expresiones más salpimentadas. Es sonora y notoria la migración de latinos-europeos a barrios londinenses de la zona oeste. Lo lamentable de esta ola de migración latina al Reino Unido es que muchos se aventuran a afincarse en las islas sin tener un mínimo dominio del idioma. Evidentemente, como consecuencia sufren a mares para poder acceder a servicios como la seguridad social, enviar solicitudes de empleo o alquilar habitaciones o departamentos. Y lo más preocupante es que desconocen completamente sus derechos, lo que conlleva una mayor vulnerabilidad a la explotación laboral.

Londres cobija a más del 60% de latinoamericanos, por lo que organizaciones como LAWRS, Latin American House e IRMO son visibles y activas en la comunidad. Estas organizaciones brindan asesoría legal, dictan cursos de inglés gratuitos, proveen consejería y psicoterapia, preparan actividades culturales e incluso tienen una guardería. Todo lo que un expat abrumado por el gran choque cultural necesita para asentarse.

Sin ahondar en los problemas laborales y migratorios de ese 60% de latinoamericanos que se encuentran trabajando en Londres irregularmente, con horarios esclavizantes y en sectores por debajo de su nivel educativo, y aunque suene a consuelo de tontos, al menos ese porcentaje tiene una comunidad unida y organizaciones que quedan a siete paradas de metro, a las que pueden acudir en caso de necesitar un traductor para sacar una cita médica o para el caso de que sufran una estafa inmobiliaria, que no se crean que son pocos. Aún recuerdo el caso de una joven mujer que tenía todos los síntomas de una infección a las vías urinarias, pero no podía ir al médico ni llamar a urgencias porque no podía comunicarse. Simplemente buscaba antibióticos y antiinflamatorios para automedicarse.

A mí me preocupa un poco más el resto, el 40% que se encuentran esparcidos en el norte, centro y sur de Inglaterra, porque se encuentran aislados, sin las ayudas descritas y sin la posibilidad de aprender el idioma, que es esencial para avanzar en la escala social. Creo que nadie en su sano juicio migraría a un país para convertirse en un marginado social, a menos que de sus remesas dependiera la subsistencia de su familia ¿Qué podemos hacer por ellos?

 

Rocío Valverde

 
Rocío Valverde
09 de mayo del 2016

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