Arturo Valverde
La mano disecada
Reflexiones sobre la narrativa de Guy de Maupassant
Lo sobrenatural fue uno de los temas literarios que Guy de Maupassant, escritor francés, abordó en distintos cuentos como La mano disecada; su primer relato que vio la luz en el Almanach lorrain de Pont-á-Mousson en 1875, bajo el seudónimo Joseph Prunier.
Existe una versión bastante extendida hasta nuestros días, la cual refiere que Maupassant compró la mano en una subasta del mobiliario del poeta inglés Algernon Swinburne y, otra, afirma que fue un regalo del mismo Swinburne.
Paul Morand, diplomático y novelista francés, en Vie de Maupassant (1942), cuenta que, en París, el autor se muda constantemente, “alquila primero una planta baja en el número 2 de la calle Moncey, antes de alquilar en la calle Clauzel…. Luego irá a instalarse en los Batignolles… pasando sucesivamente de una habitación a dos, y de allí a un apartamento completo… Maupassant ha descrito a menudo su cuartucho: es el de un soltero pobre (El divorcio) «con una gran cama sin dosel, un armario, una cómoda, un aseo, sin espejo, trajes sobre las sillas, papeles por el suelo». El único adorno es una mano disecada que le regaló Swinburne. Cuando los compañeros de remo vienen a verlo, saca del armario un infiernillo de alcohol y unas sillas”. La mano, inspiración del cuento, está allí.
Lo cierto es que lo sobrenatural, las alucinaciones, el suicidio, el delirio hasta la locura son temas constantes en su obra. Fernand Lemoine, en Guy de Maupassant (1957?), señala: “curioso destino el de este hombre. Extraña premonición la de este escritor. Su primer relato La Mano disecada contiene numerosas veces las palabras «loco» y «locura». Aún antes de El Horla, varios cuentos trataban de la locura. En uno de ellos, Madame Hermet, confiesa: «Los locos me atraen...» Sus viajes lo llevan a Túnez curiosamente, a visitar los manicomios: «Me voy turbado con una emoción confusa, llena de piedad, tal vez de envidia, por algunos de esos alucinados que se mantienen en esta prisión, ignorada por ellos, habiendo encontrado el sueño, un día, en el fondo de la pequeña pipa llena de algunas hojas amarillas».
Rene Dumesnil, médico fránces, en Guy de Maupassant, l'homme et l'œuvre (1947), cita una anécdota del abuelo del cuentista, Jean Paul Francois Le Poittevin, sugiriendo que existe una predisposición por lo sobrenatural en su familia: «Había, cerca de Valognes, en el condado de Gonneville, una «habitación encantada». Todos aquellos que allí se acostaban veían aparecer un cordero negro. Esta habitación inspiraba tal terror que nunca nadie se aventuraba a dormir en ella. Paul Le Poittevin quiso dormir allí. El cordero se le apareció y le dijo: «¡Tanto tú, como tus descendientes conservaréis ese dominio, la suerte os será favorable!» Paul Le Poittevin compra el dominio en el momento que puede...» Maupassant, como su abuelo y como su tío Alfred Le Poittevin, iba a mostrar una semejante curiosidad inquieta hacia lo sobrenatural”.
La mano disecada abre un mundo narrativo dominado por lo sobrenatural, que Guy de Maupassant exploró en relatos cargados de tensión y un magnetismo original que, después de 149 años sigue atrayendo a nuevos lectores.
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