Hugo Neira

La Lima de Chabuca Granda

Nos ayudó a ver bella una ciudad cada día más arbitraria

La Lima de Chabuca Granda
Hugo Neira
19 de septiembre del 2022

Para el amable lector, una crónica que celebra su jubileo, 60 años. La escribí para el diario Expreso el mes del natalicio de Chabuca Granda (septiembre de 1920), que era apurimeña. Tenía entonces 26 años. A Chabuca, que supo retomar el buen humor del fin de siglo en sus canciones, le he dedicado una columna hace dos años en este portal, y fue la ocasión también de recordar cómo eran los años sesenta(*). Tiempo aquel en que había broma, y no injuria como ahora. Con algo de nostalgia, la columna del joven Neira.

La Lima de Chabuca Granda (**)

Todo el mundo sabe quién es Chabuca Granda. Y todos gustamos de «su Lima», porque viene envuelta en la magia de un ritmo y un verso con matices sólo alcanzables para la rubia compositora. Pero entre la ciudad de ensueño, con rumores de río y alameda, que ella nos canta, y la otra ciudad en la que vivimos, hay el abismo que separa a la realidad de la fábula. Claro, nosotros vivimos en "una Lima" y Chabuca nos habla de "otra", de otra Lima que ya no es.

Pero la imaginación perdona al sentido común y fascina los sentidos. Así, quizá ella nos ayuda a ver bella una ciudad que cada día es más arbitraria, vulgarmente cosmopolita, sucia a veces, injusta siempre, si se la ve por el lado de las barriadas. La Lima de Chabuca Granda es una ciudad aristocrática. Es criolla, pero "fina", no popular. Quizá por eso, porque el pueblo admira lo que está por sobre él, por la misma razón que hace que justamente los que nunca aparecen en la página social son los que más leen las páginas sociales de los diarios. Por parecidas apetencias son populares los valses de Chabuca. Su humanidad limeña es superior. Se diría que esconde sus linajes en la vieja prosapia de las familias linajudas. Y los personajes de sus valses, aun la acanelada criolla, bien pueden ostentar nobles abolengos, ramificados y prestigiosos árboles genealógicos; sus casas, han de ser, necesariamente, grandes casonas señoriales, de patios recogidos, con olor de jazmines, y fresca agua de aljibe. Y, por lo tanto, los hombres, señoriales y bizarros, como José Antonio, caballero de galano caballo de paso. En fin, el mundo perdido y casi olvidado del criollismo señorial. Es una tradición que Chabuca ha sabido recrear y hacer gustar a todos, incluso a quienes están más lejos de esta vida.

Después de todo, hubo alguien antes que ella, que hizo lo mismo: Ricardo Palma. Esto es, prestigiar la dorada vida de los virreyes y los oidores ante los ojos y oídos alucinados y atentos del alma popular. Así, debido a estos trovadores, el pueblo seguirá cantando la leyenda de los señores cuando éstos hayan dejado de existir. (HN)

* https://elmontonero.pe/columnas/chabuca-granda-cuando-la-cancion-es-poesia-y-metafora.  

** Lima, Expreso, viernes 21 de septiembre de 1962. Reeditado en: Neira Hugo, Pasado presente. Del tiempo aleve: crónicas de los 60, Sidea, 2001, pp. 208-209)

Hugo Neira
19 de septiembre del 2022

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