Guillermo Vidalón

La izquierda, la corrupción y la pobreza como negocio

La izquierda, la corrupción y la pobreza como negocio
Guillermo Vidalón
26 de abril del 2017

Izquierda siempre se ha opuesto al crecimiento económico

La izquierda latinoamericana, y particularmente la peruana, es responsable del atraso en que se encuentra sumida gran parte de la población de la región. El discurso antiinversión privada, bajo el falaz argumento de que si los bienes fuesen del Estado serían de todos, ha incrementado la pobreza y producido las mayores inequidades, arbitrariedades, injusticias y actos de corrupción que la historia haya registrado.

En la actualidad, los medios informan de los desastrosos resultados económicos y sociales del gobierno bolivariano de Venezuela, al cual durante más de una década las izquierdas latinoamericanas rindieron pleitesía. La Argentina del kirchnerismo también dejó una grave estela de corrupción, crisis económica y social. Del Brasil de Lula da Silva ni qué decir: organizador de un sistema de corrupción mercantilista, en el que el objetivo era bailar con la izquierda para decirle al pueblo que estaban a su servicio, mientras se enriquecían ilícitamente.

En el Perú tampoco hemos estado exentos de gobiernos de izquierda autodenominados revolucionarios. El responsable del mayor atraso económico y social fue el gobierno de Juan Velasco Alvarado (1968-1975); seguido de Francisco Morales Bermúdez (1975-1980), que si bien organizó el retorno de la democracia, la condicionó el mantenimiento de “los logros” de la revolución. Por eso es que la Constitución de 1979 —la cual no fue suscrita por la izquierda, que obtuvo la segunda votación para la Asamblea Constituyente—, después la defendió como suya frente a la Constitución de 1993, la única que ha sido refrendada por el voto popular.

Sobre la Constitución de 1993 se dice que fue fruto de la dictadura fujimorista; pero cabe preguntarse, cuántas constituciones en el Perú no han tenido el mismo origen. Del gobierno militar se heredó la Reforma Agraria, que generó la descapitalización (empobrecimiento) y atomización del campo, lo que dificulta hasta la actualidad contar con unidades de producción agroganaderas de gran tamaño. Salvo en algunas regiones, como Ica y la costa norte del país.

Las dos fases de gobierno militar diseñaron un estado elefantiásico e ineficiente que se mantuvo por diez años más, a través del segundo gobierno de Fernando Belaunde Terry (1980-1985) y el primero de Alan García (1985-1990), periodos en que la crisis económica se desbocó a través de lo que se conoció como la hiperinflación: 6,750% en sólo un año, 1990.

Durante estos 22 años la izquierda se dividió y subdividió, hasta que dos de sus facciones decidió incendiar la pradera e iniciar acciones terroristas. La afinidad ideológica hace que algunos le nieguen méritos a los comandos Chavín de Huántar, que ejecutaron el más exitoso rescate de rehenes que se haya llevado a cabo en el mundo.

Existen divergencias sobre el número de muertes de la época del terror. Algunos señalan que fueron 25,000 y otros 75,000; las pérdidas económicas se calcularon en US$ 35,000 millones. A todo esto habría que sumarle que la izquierda no subversiva había capturado uno de los sindicatos de profesores más importantes del país, principal responsable de la mediocridad de muchos de sus cuadros, quienes por años se resistieron a ser sometidos a evaluaciones (tal como sucede con profesionales de cualquier otra profesión).

La izquierda que agitó en contra de las unidades de producción agraria durante muchos años, hoy atenta contra el sector minero; busca que no se desarrolle, que no haya exploraciones, que no se descubran mayores reservas de mineral, que se limite la producción y que se impida la expansión de las actuales operaciones. Dicen que buscan establecer zonificaciones ecológicas económicas para que no se opere en lo que denominan “cabeceras de cuenca”; empero, las minas suelen hallarse en zonas altas de manera natural.

Aceptar lo que propone la izquierda es evitar que financiemos la construcción de escuelas, hospitales y caminos; detener la integración económica producida como consecuencia de las sinergias que naturalmente surgen cuando hay actividades económicas importantes y de largo plazo (la minería es una de ellas). Tengamos presente que la opción de la izquierda, llámese “Viejo Perú” o “Frente Lapso”, no es más que el retorno al fracaso y al resultado tragicómico del castrismo, el bolivianismo y el expansionismo de la corrupción auriverde.

Guillermo Vidalón del Pino

Guillermo Vidalón
26 de abril del 2017

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