Darío Enríquez
La Iglesia prevalece sobre las fuerzas obscuras
El pueblo católico rinde homenaje al Papa Francisco y ora por los electores purpurados

Ha fallecido el Papa Francisco y el pueblo católico rinde homenaje a su entrañable líder espiritual. Su período de doce años enfrentó los rigores de un proceso de globalización cada vez más complejo, pandemia incluida. Tiempos difíciles, con desacuerdos, controversias e infaltables juegos de poder dentro de una institución que, aunque para los creyentes cuenta con la inspiración y guía del Espíritu Santo, es una obra humana, con todo lo que ello implica.
La nave de Pedro atraviesa aguas agitadas y peligrosas. En verdad, ha sido la constante en sus casi dos mil años de existencia. El efecto amplificador de las tecnologías de la información en esta parte de nuestra historia, muestra hoy con particular énfasis los acontecimientos del día a día en todo orden de cosas. La Iglesia actúa dentro de este mundo, sin ser ajena a ese fenómeno.
Desde siempre ha habido pugnas, diferencias y corrientes de pensamiento divergentes dentro de la Iglesia. Incluso cuando los apóstoles aún vivían, sus testimonios personales eran insuficientes para construir consenso. Surgieron entonces y seguirán surgiendo disensos que deriven en extremo hacia herejías. A pesar del poder que parecieran tener en su momento, se diluyen más temprano que tarde. La promesa bíblica de Jesús se mantiene, su Iglesia prevalecerá sobre los poderes del infierno.
El despliegue global ha llevado la exposición mediática a niveles nunca vistos. Por caridad y por ser todos nosotros hijos de Dios, debemos abstenernos de descalificar a ninguno de nuestros hermanos en extremo como "ultraderecha" o "ultraizquierda". Siempre ha habido y seguirá habiendo discrepancias dentro de la Iglesia, como sucede en cualquier familia, entre hermanos. Si lo creemos necesario, debemos proceder a la corrección fraterna o aceptar las que otros propongan. Nunca llegar al vilipendio, la cancelación o la censura. Que los de fuera digan lo que quieran, importa poco, casi nada.
Contamos con una ventaja. Nos basta regresar a nuestros principios para desactivar a las fuerzas malignas. Jesús dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida". Debemos combatir la "dictadura del relativismo", tal como denunció Joseph Ratzinger, uno de los más notables filósofos de los últimos 100 años, quien fuera luego el Papa Benedicto XVI. La verdad es fundamento de la libertad. Una frase atribuida a San Juan Pablo II propone ser fieles a nuestros principios "aunque volvamos a ser doce". Retomando los principios, revelados por Dios y confirmados por Jesucristo, enfrentaremos con éxito a quienes pretendan dividirnos y destruirnos.
El Papa, los obispos, los sacerdotes, las religiosas y todos quienes formamos parte de la Iglesia que Cristo fundó, cada quien desde su posición, tenemos la obligación de administrar el depósito de la fe. Administrar. El supuesto derecho a definir un mensaje propio es inexistente y va en contra de nuestra misión, propagar el mensaje de Jesucristo. La interpretación de los textos sagrados o exégesis, ya considera el contexto histórico, cultural, lingüístico y literario. Es un craso error allanarse a la (falsa) modernidad, asumiendo valores o normas que van contra la esencia de nuestra fe y nuestra tradición cristiana.
La Iglesia cuenta con muchos enemigos en los espacios de influencia del entramado mediático global, tanto en medios convencionales como en redes sociales. Nada de ello es nuevo. Sí que nos llama la atención el protagonismo que ellos pretenden en este momento en que se elegirá un nuevo Papa. La pregunta es válida: ¿Cómo pasaron los enemigos de la Iglesia a ser tan "expertos" en cónclaves y profecías de papas negros?
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