Erick Flores

La herencia perversa y la sociología que sirve

La sociología no se reduce al socialismo

La herencia perversa y la sociología que sirve
Erick Flores
18 de septiembre del 2018

 

La sociología, en términos históricos, siempre ha tenido una íntima relación con el socialismo. El padre fundador de la sociología fue Auguste Comte, un personaje que siguió con admiración los aportes académicos de Saint Simon, uno de los más ilustres representantes del socialismo utópico. Precisamente es la “fisiología social” de Saint Simon, la que terminaría de rebautizar Comte como sociología, y desde ese punto es que se considera que existe como una disciplina científica. Años más tarde, y de esa íntima relación entre la sociología y el socialismo, nace la famosa escuela de Frankfurt, escuela de pensamiento de inspiración marxista que marcaría la importante influencia que el socialismo llegó a tener, en un determinado momento, dentro de la estructura teórica no solo de la sociología, sino de las ciencias sociales en general.

El fracaso del socialismo en cada ocasión en que se ha intentado aplicar no es ninguna novedad. La historia es contundente al respecto y ofrece abundante evidencia de los desastrosos resultados que se generan a partir de la concreción práctica de ese tipo de ideas. Si la sociología siempre ha estado íntimamente ligada al socialismo, no es de extrañar que la misma pésima fama del socialismo también se le endose a la sociología; generando así un prejuicio bastante malo para los sociólogos en general. Y si tenemos en cuenta la degradación que ha sufrido el pensamiento sociológico al haberse convertido hoy en ingeniería social, se refuerza ese prejuicio y la sociología se convierte —contrariamente a lo que podría pensarse— en un problema para la sociedad en muchos sentidos.

Pero más allá de la innegable influencia socialista que ha caracterizado a la sociología desde sus inicios, afortunadamente también se desarrollaron —aunque con pésima prensa y muchas dificultades en el camino— ideas que se alejan del centro de gravitación histórico de esta ciencia. Es así que entre los nombres más importantes que marcan un distanciamiento del establishment académico de la época, encontramos a sociólogos como Max Weber, Georg Simmel, Pitirim Sorokin, Stanislav Andreski, Franz Oppenheimer, Herbert Spencer, Cornelius Castoriadis y un largo etcétera. Pese a que muy pocas personas saben de ellos, representan lo más rico e importante dentro de la sociología, aquello que puede ser útil y funcional para la sociedad.

Las ideas del subjetivismo y del individualismo metodológico, piedras angulares de la escuela austriaca de economía, son también defendidas y difundidas por estos personajes, en forma casi anónima, dentro de la sociología. Los aportes que hoy son un presupuesto fundamental al momento de hablar de filosofía política, por ejemplo, están en los trabajos de Weber (Economía y sociedad) y Oppenheimer (El Estado). Andreski (Las ciencias sociales como forma de brujería) y Sorokin (Achaques y manías de la sociología moderna y ciencia afines), describen con mucha solvencia los límites de la sociología y las ciencias sociales en general para justificar el diseño de la política y la invasión que el Estado, apelando al monopolio de la violencia, hace en la vida del hombre.

Y así se pueden mencionar muchos autores más. Afortunadamente la sociología no se reduce al socialismo que históricamente ha sido inherente a ella. Ni siquiera con el dominio que hoy las nuevas generaciones de la escuela de Frankfurt ejercen dentro de la teoría social, podemos soslayar la importancia y la vigencia de los aportes de los personajes mencionados en el párrafo anterior.

En adelante, el gran reto que la sociología debe enfrentar es quitarse la etiqueta socialista que siempre la ha acompañado. Y en una muestra de honestidad intelectual, los sociólogos han de tener la suficiente capacidad para abandonar la herencia perversa que fue, es y será el socialismo. No solo en el pensamiento, sino en la realidad.

 

Erick Flores
18 de septiembre del 2018

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