La espiral

Venezuela por fin admitió la realidad y devaluó su moneda, a la que disfraza de nueva. Y el dólar subió 24 veces. La fantasía no cesa, sin embargo. La nueva moneda, el “bolívar soberano”, está ahora anclada al “petro”, una criptomoneda del gobierno que vale supuestamente 3,600 soberanos. La devaluación, sin embargo, alimentará la inflación. Según el FMI, la inflación alcanzará el millón por ciento para fin de año, y arrastrará a la nueva moneda a una mayor devaluación, que a su vez retroalimentará la inflación. Es la espiral.

Al otro lado del mundo, en Turquía, la lira ha perdido el 40% de su valor en lo que va del año. En abierta negación, el gobierno dice que “ellos tendrán sus dólares, pero nosotros tenemos a nuestro Dios”. Contra todo buen consejo, el gobierno impide al banco central subir la tasa de interés para detener la espiral. Alemania le recomienda aceptar el rescate del FMI, que pondría a su disposición entre US$ 30,000 y US$ 70,000 millones. Turquía no acepta. También en Rusia, el primer aliado de Turquía hoy, la inflación y la devaluación se persiguen entre sí. El rublo ha perdido el 10% de su valor en pocas semanas.

Grecia sale de ocho años de asistencia financiera, durante los cuales recibió 289,000 millones de euros en préstamos y tuvo que aplicar recortes fiscales sin precedentes. El PBI se redujo en en una cuarta parte, la deuda creció a 180 % del PIB y más de un millón de personas perdieron su trabajo. Grecia tendrá que someterse por cuarenta años a las políticas a las que se ha comprometido con sus salvadores. Pero Grecia está de vuelta, mientras Turquía está aún de ida en el camino de Venezuela.

Argentina, en cambio, se ha detenido en el umbral del infierno, pero está todavía en tierra de nadie. Ha recurrido al FMI por un préstamo de US$ 50,000 millones para estabilizar su moneda, que ha perdido el tercio de su valor con una inflación que ya está en 31%. El banco central ha subido la tasa de interés drásticamente para detener la espiral de inflación y devaluación. Argentina ataca al mismo tiempo la causa más profunda: el déficit fiscal. Hace todo lo que Turquía no hace, y la situación no está aún bajo control.

Ricardo Lago ve en la crisis de Argentina y Turquía el comienzo del colapso de la burbuja global que se levantó sobre los escombros de la de 2009, y que es resultado de lo mismo: “políticas populistas e insostenibles, emisión monetaria por doquier sin precedentes, endeudamiento progresivo complaciente, sobrevaluación excesiva de las bolsas…”. Hoy, miércoles 22 agosto, el Dow Jones Industrial debe pasar de los 26,000 puntos, batiendo todos los récords de la historia.

La FED, el banco central de EE.UU., está tratando de desinflar la burbuja de a pocos para que no colapse, subiendo “gradualmente” —dice— la tasa de interés. Es insuficiente, es demasiado tarde para eso. Y mientras lo hace está disparando el dólar globalmente, lo que desata la espiral en todas partes.

“Vivimos —dice Lago— los últimos diez a dieciocho meses” del ciclo de expansión monetaria que se inició en junio de 2009. Le sorprende que dure tanto. “Este agosto estamos en el mes 110 de crecimiento lento pero ininterrumpido; según los registros del NBER para los EE.UU., la recuperación más larga de la historia fue la que abarcó desde marzo de 1991 hasta marzo de 2001, de 120 meses”, apunta. “Esto ya no aguanta”, dice.

En mi opinión, tarde o temprano, lo que tendrá que ocurrir es volver a atar al dólar a un valor fijo, como ocurrió con el oro en el siglo XIX. Pero, mientras tanto, hay que exigirle a la FED una mayor “gradualidad” en el alza de sus tasas de interés. Porque el dólar fuerte no solo agrava la espiral alrededor del planeta, sino que el dinero caro frena el crecimiento de la economía de EE.UU. Nuestro mejor aliado, aunque parezca mentira, quizá sea Donald Trump.