Darío Enríquez

La economía de la muchedumbre vuelve al ataque

¿Tenemos alguna salida para este impase?

La economía de la muchedumbre vuelve al ataque
Darío Enríquez
23 de junio del 2020


Nuestro Perú está sufriendo aún los rigores de la crisis sanitaria a nivel planetario. Sin embargo, las preocupaciones se abren mucho más allá: se trata de incierto camino para enfrentar el reto de reconstruir nuestro aparato económico, asunto bastante complejo y pleno de dificultades. Desde el inicio no había un plan de salida, y sin haber logrado mínima satisfacción en las medidas que buscaron atenuar efectos de Coronavirus, ya nos encontramos en otra etapa. No basta decir “se salvaron muchas vidas”, hasta parece una inmoderada ironía cuando lo que tenemos confirmado es un “exceso” de al menos 20,000 muertos respecto de cifras promedio en período similar al de estos cien días de “cuarentena”. Pero todo esto palidece en importancia si tenemos en cuenta lo que se viene.

El llamado “milagro peruano” tuvo muy buena prensa hasta hace poco. Hoy esa misma prensa habla del ”desastre peruano”; pero no nos dicen que ellos mismos ensalzaron lo que hoy denigran, siempre siguiendo el infalible precepto amarillista “hombre muerde a perro”. Lo cierto es que nuestro país ha progresado enormemente desde que superamos la terrible crisis que vivimos por el modelo estatista entre 1968 y 1990, con la nueva Constitución 1993, única en nuestra historia que fuera aprobada en un referéndum. Cuando sobrevino la crisis sanitaria del coronavirus, estábamos financieramente preparados para hacerle frente. Por primera vez la falta de dinero no era un problema, porque desde 1990 nuestras reservas crecieron y nos colocaron en una sólida posición. 

Esta circunstancia puso en evidencia que nuestro Estado no funciona. De hecho, un acontecimiento reciente lo muestra en forma inobjetable. Desde el Gobierno del presidente Vizcarra se ha aceptado “fácticamente” que es así, pues luego de tres años y medio en los que se trató de abordar la reconstrucción de norte, seriamente afectado por el fenómeno denominado de El Niño costero, ante los resultados nulos se ha tenido que firmar un convenio con el Estado británico (que sí es eficaz) para que este se encargue de dirigir el proceso de reconstrucción.

De hecho, aunque las medidas precautorias que tomó el Gobierno ante la crisis sanitaria lucían necesarias, con la poca información que se tenía entonces, su operativización fue ineficaz. Ahora que se necesita un plan sólido para acompañar los esfuerzos de emprendedores y trabajadores en el relanzamiento de nuestro aparato económico, nuevamente la informalidad irrumpe amenazante; no solo como fenómeno económico o extralegal (para usar término que aplica Hernando de Soto), sino también en tanto contexto sociocultural.

Buscando un término para describir brevemente ese contexto en verdad económico, legal y sociocultural a la vez, creemos que “economía de la muchedumbre” podría explicarlo bastante bien. Nuestra economía se encontraba en transición, y ojalá volvamos a tomar el rumbo correcto. El gran crecimiento económico del último cuarto de siglo es un mérito enorme en nuestro activo, pero queda en nuestro pasivo no haber logrado que parte sustantiva de ese crecimiento se convierta en desarrollo. La informalidad en su sentido más extenso, contra lo que braman algunos tigres de papel estatistas, ha jugado y tendrá que jugar un rol central en ese proceso que ahora se presenta como un reto después de la crisis sanitaria de coronavirus.

Esa “economía de muchedumbre” surge por lo general en forma espontánea (es decir, sin mayor control por parte de quienes detentan el poder oficial) y prospera en espacios urbanos con población altamente densificada, con fuertes lazos entre “formales e informales”, y con una dinámica que se despliega en medio de un caos organizado y eficaz (pues pese a diversas situaciones adversas, prácticamente todos logran equilibrar medios, fines y satisfacción de requerimientos). Todo esto sucede en tiempos ordinarios, y muchos problemas potenciales permanecen casi ocultos por el vértigo del día a día. O simplemente se dejan de lado.

La lógica bajo la que se desenvuelve esa “economía de muchedumbre” es de masificación, concentración espacial de actividades y evidente congestión, por la gran cantidad de oferentes y demandantes. Escenario propicio para que “todo negocio vaya bien”. Esto tiene un reflejo típico en los mercados de abastos (también llamados populares) y se extiende incluso hacia los modernos espacios de los grandes centros comerciales. También tiene un correlato tanto en el caótico transporte masivo de pasajeros como en el enajenado discurrir de vehículos de uso particular, que es donde sus problemas se hacen más evidentes. Del mismo modo, esa lógica se ha extendido a los servicios privados de educación y salud, difundidos con éxito incluso entre las familias de bajos recursos, ante el fracaso de un Estado administrado por políticos que, contando con los medios financieros para invertir en salud y educación subsidiaria, siguieron más bien el sendero de la gran corrupción y la ineficacia criminal.

Todo este contexto enfrenta hoy serias dificultades para el relanzamiento económico porque su “espina dorsal” ha sido quebrada por la crisis sanitaria: grandes aglomeraciones, congestión, alta densidad poblacional y hasta hacinamiento, deben resolverse por exigencias del ambiente post coronavirus. Debemos atender aquello que Matos Mar (1988) denominó un “proceso insólito y espontáneo de modernización”, asumiendo lo bueno, lo malo, lo feo y lo horroroso que tenga. Si no tomamos en cuenta ese contexto, sabemos que todo saldrá mal; si lo consideramos, al menos tendremos razones para confiar en una recuperación eficaz. Es decir rápida, extendida y duradera. La misión del Estado en este caso será de acompañar el proceso para “recuperar” esa “espina dorsal”, adaptándola a las restricciones objetivas que nos deja la crisis sanitaria.

Darío Enríquez
23 de junio del 2020

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