La crisis que no cesa

Apenas dos días después del voto de confianza al Gabinete Martos, el Congreso interpela al Ministro de Educación. No se apagan aún los ecos celebratorios por la concordia y el entendimiento recién inaugurados, cuando otra vez surge la tensión entre poderes. Cierto que es una mecánica parlamentaria legítima, pero sorprende su simultaneidad práctica con el aval anterior. Son las cosas absurdas que encienden el ambiente político, generadas por la terquedad personalista y una incomprensible hostilidad al consenso democrático.

El Gobierno que ha hecho de la confrontación el signo de su actividad, ahora tiene en el nuevo Congreso una resistencia hosca e inesperada. Libre de hipotecas y con una correlación ya no reductible al aprofujimorismo de ayer, la flamante representación aspira al protagonismo y a no andar a la cola de una administración incompetente. Por eso será intolerante con todo desliz oficialista o estropicio que provenga del Ejecutivo. A diferencia de tiempos sosegados, desarrollará ese celo singular propio del cazador tras su presa.

Con los ánimos enconados ninguna tregua será duradera. Está pendiente la rendición de cuentas de la ministra de Economía. Ella deberá responder por su deficiente gestión, pero sobre todo por la contratación ilegal con una empresa de propiedad de su padre y hermano. Sin duda, la tensa relación empeorará y otra vez la turbulencia desatará todas las furias.

Pero el plato fuerte de esta última cena será la determinación de culpas del Ing. Vizcarra, por parte de la Comisión de Fiscalización del Congreso. Pronto emitirá sus conclusiones sobre las denuncias de corrupción, que se conocieron gracias al apoyo de la prensa independiente. La tensión alcanzará su cenit, su punto más álgido y... 

Hoy es imposible pronosticar el desenlace de tal enfrentamiento. Pero sí podemos asegurar que la integridad del edificio gubernamental se remecerá hasta sus cimientos. Por cierto, no es el escenario deseable, especialmente cuando el país es azotado por la pandemia y la bancarrota. Sin embargo, parece ser el destino de quienes jugaron a ser aprendices de brujo. No sólo sembraron vientos y ahora se aprestan a cosechar tempestades. También harían realidad aquel dicho: “el que con hierro mata, con hierro muere”. ¡Triste final para quienes ensayaron con la gente y empujaron a la república al colapso!