Neptalí Carpio

Keynes en Europa, Keynes en el Perú

Se ponen de moda las recetas del economista británico

Keynes en Europa, Keynes en el Perú
Neptalí Carpio
30 de julio del 2020


En economías disímiles y en diferentes espacios geográficos, los seguidores del economista británico John Keynes deben estar sumamente orgullosos. Como ha ocurrido en las diversas crisis recesivas de la economía durante los dos últimos siglos, sus recetas otra vez vuelven a ponerse de moda. Ya parece inevitable que en la superación de la crisis recesiva, en casi todos los países del mundo, el factor principal de un impulso reactivador de las economías y de la generación de empleo será la inversión pública, y que su efecto dominó multiplicará simultáneamente, la inversión privada 

Alguna vez a Keynes le preguntaron en qué gastar y dijo en tono irónico: “En cavar agujeros y volver a taparlos”. Era un admirador de la negación al absurdo de la escuela escolástica, pero es evidente que muchos no tuvieron la inteligencia para interpretar su fina ironía. Aquellos que han sabido interpretar su pensamiento en Europa, han condicionado el que la mayor parte de los fondos públicos estén destinados a proyectos de sostenibilidad, de economía circular y de digitalización, para no repetir modelos de crecimiento tradicionales. Muy certero, porque no se trata de reactivar, para volver a la anterior normalidad. Se trata de inventar otra, también en el ámbito de la economía. 

La canciller germana, Angela Merkel, lidera en estos días el plan más ambicioso que se haya ejecutado en Europa, con una inversión pública aprobada en Europa del orden de 750,000 millones de euros, aproximadamente el 5% del PIB de la Unión Europea. Los fondos se aprobarán durante los próximos tres años y se podrán ejecutar en el próximo presupuesto europeo, hasta 2027. El plan forzará a los Estados a invertir en lo que no se ve; reciclaje y reutilización de agua y de residuos, eficiencia energética, uso masivo de datos, inteligencia artificial, etcétera, que determinará la lucha contra el cambio climático, el uso más eficiente de los recursos, la mejora de la productividad y los salarios de los ciudadanos europeos en la próxima década.

En enero de 1935, John Keynes le escribió al dramaturgo Bernard Shaw lo siguiente: “Creo que estoy escribiendo un libro de teoría económica que revolucionará la manera de pensar los problemas económicos”. El plan aprobado por los líderes europeos tiene clara influencia de las ideas del economista británico. La pandemia ha provocado la peor crisis económica global desde que se publicó el libro del maestro Keynes. La incertidumbre es extrema y paraliza las decisiones de inversión de empresas y familias. Por tanto, sin la intervención pública el mundo sufriría otra gran depresión. La intervención rápida y eficaz en marzo evitó un rescate de Italia y España, manteniendo la sostenibilidad del euro. La moneda europea se ha apreciado contra el dólar desde marzo, actuando de moneda refugio global, y las primas de riesgo están en sus mínimos históricos.

Las deudas públicas de la mayoría de Estados europeos no se habían recuperado después del impacto de la Gran Recesión, en 2008, y el déficit público de este año será de dos dígitos en la mayoría de países. Sin embargo, para aplicar este ambicioso plan keynesiano, los líderes europeos tienen la convicción de que la principal amenaza va a ser la burocracia. Por ejemplo, en la última década en España las diferentes Administraciones han desaprovechado la mayor parte de los fondos europeos que se quedaron sin usar. Los funcionarios que decidan qué proyectos enviar a Bruselas deberían ser digitales y sostenibles y apoyarse en el sector privado para agilizar su elaboración y su aprobación. El gasto y la deuda las asume la Comisión Europea y no es necesaria la coinversión. Y los proyectos con colaboración público-privada tendrán financiación privilegiada del Banco Europeo de Inversiones.

Al otro lado del mundo, en Latinoamérica, sus gobernantes y las propias élites empresariales también se rinden ante la receta keynesiana. En el Perú, luego que el presidente Vizcarra destinara S/ 60,000 millones para el programa Reactiva Perú y unos S/ 12,000 millones en otros programas sociales, para atenuar los efectos de la pandemia, ahora en su discurso del 28 de julio acaba de anunciar una gran inversión de S/ 20,000 millones para el sector salud, S/ 3,500 millones para la Carretera Central y S/ 30,000 millones para las líneas 3 y 4 del Metro de Lima. Pero, así como el temor de los gobernantes europeos es que los enormes recursos públicos sean mal usados por las burocracias estatales, en el Perú puede ocurrir algo similar con un sistema de salud ineficiente. Y es que, a contrapelo del pensamiento de Keynes, el problema del estado peruano no es solo la falta de recursos, sino de una lenta y/o ineficiente gestión pública, plagada de corrupción y ausencia de gerencia pública especializada, tal como ocurre en los hospitales y las gerencias regionales de salud. 

Lo que sí parece acertado del anuncio presidencial es que las líneas 3 y 4 del Metro de Lima serán ejecutadas bajo la modalidad de “gobierno a gobierno”. Habría que revertir esa pésima performance en relación a los cuestionables altos costos de las líneas 1 y 2 del Metro; que en el primer caso se haya tardado 25 años y el segundo casi 10 años para culminarlos. Lo que no sabemos es si a la actual gestión de Vizcarra le alcanzará el tiempo para licitar ambos proyectos bajo esa modalidad. Y que, el nuevo Gobierno que elegiremos el próximo año termine por desarmar los procesos, como siempre ocurre. 

La solución a la demanda insuficiente sería el empleo de la política económica. El Gobierno es el encargado de estimular la demanda. Concretamente, a través de la política fiscal (del empleo del déficit público y aumento de la deuda), de la política monetaria (intentando que bajaran los tipos de interés) y de la política cambiaria (las devaluaciones o depreciaciones de la moneda). Keynes era claramente partidario de la política fiscal. Pensaba que los consumidores gastan una proporción de la renta de la que disponían (después de los impuestos). Ya que el gasto financiado con endeudamiento público no reduce la renta de la que disponen los ciudadanos, el déficit público conseguiría incrementar la demanda. 

Por eso, lo que faltaría a la actual política fiscal es una más eficiente intervención del BCR para cumplir la máxima del pensamiento de Keynes: bajar las tasas de interés. Y es que para Keynes la tasa de interés tiene una explicación exclusivamente monetaria. El definía a la tasa de interés como “el pago que había que hacer a alguien para hacerle renunciar a su preferencia por la liquidez”. Sobre esto hay una vieja polémica entre los economistas, porque algunos piensan que la concepción monetaria de Keynes era “para el hombre de la calle, pero inadmisible para la academia”. Veremos que ocurre en los próximos meses.

Neptalí Carpio
30 de julio del 2020

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