Jaime Chincha

Jóvenes sin memoria, la culpa es nuestra

Jóvenes sin memoria, la culpa es nuestra
Jaime Chincha
02 de octubre del 2015

El compromiso de periodistas y realizadores con el Perú que dejaremos a nuestros hijos

Un grupo de universitarios, elegido al azar por la televisión, asegura no conocer a los cabecillas del terrorismo que casi acaban con el Perú hace tres décadas. El trabajo de campo se apoya con fotografías de Guzmán y Feliciano. Ningún joven logra identificarlos. Uno de ellos, incluso, llega a confundir a Guzmán con García Márquez. Algunas otras entrevistas se hacen con carteles que llevan nombres como Uchuraccay, Lucanamarca o Tarata. Los muchachos responden disparates; para remate las consultas sobre el atentado de Miraflores se graban en el Parque Kennedy, a 300 metros de donde ocurrieron los hechos en 1992. Francamente, para llorar.

Y es que señores, así estamos. Con una juventud promedio que se enorgullece de la intrascendencia y ha preferido, hasta hoy, no tomar la posta de sus padres. A la mierda con ellos, parecen decir los pulpines. ¿Pero dónde estamos los más grandes para formar a los que algún día tomarán las riendas del país? La mayoría le echa la culpa al Estado, por autorizar sílabos desfasados y mediocres. Claro, nos encanta echar la culpa al del costado. Y puede que, en parte, allí exista cierta responsabilidad. Y puede también que el Alcalde miraflorino debería levantar un monumento más vistoso en la calle donde explotó el peor bombazo terrorista que se recuerde en Lima. Sin embargo, esas currículas educativas podrían ser el fruto de una sociedad que privilegia el ritual de esconder “lo problemático” debajo de la alfombra. Con un reflejo colectivo así, avanzamos hacia el desconcierto. Quiere decir que somos los más viejos, nos guste o no, los responsables de haber parido a esta promoción de jovencitos sin memoria. El día que nos miremos como un todo, cuando el problema del otro sea también el de uno, cuando dejemos de ser individuos para ser ciudadanos, entonces seremos cierto ejemplo para los que vienen después.

Esta especie de peste de olvido juvenil se detecta cuando el cabecilla del MRTA Peter Cárdenas Schulte ha dejado la cárcel. Cárdenas aparece la misma noche en televisión, interrogado por un gerente de noticias. La entrevista, a decir de muchos memoriosos, no ayuda a que los más jóvenes dejen de creer que Guzmán pudo haber escrito “Cien años de soledad”. Las preguntas que se le hacen son frías y ajenas al ataque sin tregua que soportamos los peruanos en el pasado. A Cárdenas no se le consultó sobre delitos, sino de “fama” o “reputación”.  Cualquier adolescente diría que si una época como aquella –que se dice fue tan sangrienta y bestial– se pasa por agua tibia, de lo que se trata al final es de “algunos viejos exagerados”; cuando sabemos que en realidad no fue así.

Quienes producimos contenidos para el gran público tenemos un compromiso con ellos, querámoslo o no. Desde los realizadores de películas, hasta quienes hacemos programas periodísticos en la televisión, tenemos el deber de contar historias con un mínimo de contextos que las hagan fidedignas; así entenderemos que nuestra sociedad aún no sabe reconocerse. Si la historia de los Estados Unidos la escribieron los guionistas de Hollywood, ¿por qué nosotros no podemos hacer lo mismo? Años atrás, cuando los realizadores locales se han embarcado en una producción histórica, han recurrido al argumento derrotista y llorón; al final nunca ganamos, por más que se trate de ficción. Cuando los periodistas encuentran una historia en las calles, los editores privilegian la bronca y la sangre, subordinando otros relatos que podrían incluirse en el guión de un nuevo país hastiado ya de los conflictos, aunque deseoso de referentes, ídolos y líderes. Hay tantos peruanos valiosos, aunque en el anonimato, que podrían evangelizar sobre ese nuevo Perú a los jóvenes. El reto de guionistas y cronistas es encontrarlos y ponerlos en valor. Con esa nueva mentalidad, vendrán sílabos mejor pensados para los colegios.

Pueda que la televisión contribuya a que los jovencitos estén en el limbo. El periodismo, que es al final el grupo humano que escribe a diario la historia del Perú, nos habla de Sendero y los rezagos del MRTA como si fuese un relato de museo. Nada más inexacto. Sendero, hoy con el nombre de Movadef, se infiltra en las protestas contra proyectos tan trascendentales como Las Bambas; también lo hizo en Tía María. Anteriormente, en Conga, uno de los agitadores fue el emerretista Wilfredo Saavedra. Sin embargo, las leyes dicen que no solo Cárdenas dejará la cárcel; ahí esperan por salir Castillo Petruzzi, Maritza Garrido Lecca, Osmán Morote, entre otros. Decir que son libres solo porque lo dice la ley, es una verdad a medias. Lo genuino sería decir que las leyes contra el terrorismo se ablandaron con Paniagua, Toledo y García Sayán. Quizá el reto del periodismo de hoy es relatar los hechos controversiales sin filtros ideológicos; solo así la historia será creíble por ser una sola. Quizá el reto de los realizadores de hoy es hacerla atractiva para las nuevas generaciones; las que consumen historias a través de una pantalla que tienen en sus manos. 


Por: Jaime Chincha Ravines

Jaime Chincha
02 de octubre del 2015

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