Úrsula Letona

Ironizando con la sátira

Ironizando con la sátira
Úrsula Letona
23 de octubre del 2017

El rechazo a la columna de Rafael León

 

Se afirma que el subgénero de la sátira política, que deriva de la sátira, no puede existir de forma "neutral e imparcial", y que se vincula o condiciona a la ideología del autor. Asimismo, de acuerdo con el diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, la sátira es definida como una composición literaria arcaica, en verso y prosa, cuyo objeto es censurar o ridiculizar a alguien o algo; y que es un discurso o dicho agudo, picante y mordaz.

En este marco podemos señalar que la sátira política nace como una de las manifestaciones que posee la libertad de expresión, derecho fundamental reconocido tanto por nuestra Constitución como por el derecho internacional humanitario, con el objetivo de limitar los abusos y desórdenes del ejercicio de quienes detentan el poder.

Respetamos la premisa expresada previamente, y hay que decirlo de forma muy clara. Es muy recurrente que en el uso de la sátira, como opción literaria, se genere el disfraz para el ejercicio de cierta impunidad para agredir a otras personas por poseer opciones distintas de cualquier índole (políticas, religiosas, deportivas, etc.), pero esencialmente políticas. Su ejercicio debe tener no solo el límite moral natural, su ejercicio debe darse en el marco de los límites constitucionales que resguardan los derechos fundamentales de las personas y, que a su vez, permitan el debido resguardo de la libertad de expresión; que debe darse en primer lugar en la esfera de los propios autores de la sátira, pero igualmente por parte de los medios de prensa que la difunden.

 

En la medida en que la sátira, como parte del derecho de libertad de expresión, implique una manifestación de la libre opinión e ideas, estas deberán ser libres, en tanto se dirijan a personas o instituciones con relevancia pública, cuestionando justamente su accionar sobre aspectos que involucran el interés público. Ello de ninguna manera puede significar una afectación directa a sus derechos fundamentales.

Las expresiones del señor Rafael León tienen un enfoque muy específico en determinados rasgos de las personas aludidas en sus comentarios —vía su “aguda sátira”— pues expresa una burla desagradable y hasta ofensiva basada en dichos aspectos —físicos, étnicos y hasta morales de cada una ellas—, denigrando no solo su condición de mujeres y madres, sino que además propicia un clima de violencia de género que todos debemos rechazar, puesto que no hay duda de que la mayoría de mujeres de este nuestro país poseen los mismos aspectos físicos y étnicos que las congresistas aludidas por el señor León. Posiblemente en su espacio social las mujeres no posean tales características, y ello no le permita observar, no obstante sus viajes, que la mayoría de las mujeres de este país tienen los rasgos que él denigra y que son una afrenta para este colectivo de mujeres. El señor León nos retorna históricamente a la época de la Colonia o inicios de la República, en la que determinadascastas”, en la creencia de su superioridad al resto de peruanos, denominaban con frases denigrantes a otros en la medida que estas personas nos eran concordantes con los rasgos de las personas que pertenecían a tales castas. Obviamente el señor León ya no puede recurrir a estos términos, pero bien los disfraza con otros, todo ello amparado en su intento de sátira. Este aspecto de desagrado étnico es consustancial a la existencia y discurso de la China Tudela, conforme lo podemos evidenciar en sus columnas semanales, un personaje al que seguramente le hubiera gustado vivir en la Colonia, invocando derechos de descendencia real y sangre azul.

Expresa bien la crítica literaria señala que los escritores expresan en sus trabajos sus frustraciones o anhelos mediante sus personajes, por lo que es posible que la China Tudela sea el anhelo del señor León y recree su existencia en la época de la Colonia, involucrándose en la casta más cercana a la realeza.

El rechazo a la columna del señor León, exigido por el máximo representante del Congreso de la República, su presidente, no solo constituye un hecho a destacar sino que debiera ser un reclamo generalizado, porque afecta a la mayoría de las mujeres, que son descritas en su sátira. Podemos estar a favor o en contra del ideario o accionar de los congresistas de Fuerza Popular, pero insultar congresistas mujeres por razones distintas a su actuación ética o política no constituye una sátira sino una cobardía que debe ser sancionada, especialmente en el aspecto moral. Y en forma contundente por las mujeres, pues las expresiones vertidas por el señor Rafael León son una afrenta directamente para quienes hemos tenido la dicha de ser mujeres.

Finalmente, a manera de ironizar con la sátira “fina” del señor Rafael León, no cabe duda de cómo se autodefinirá en el Censo Nacional, respecto a su origen étnico. Pero creo que no hay ítem en la encuesta que le permita describir sus rasgos físicos, seguramente en la próxima publicación de la China Tudela realizará el respectivo reclamo y explorará todas las posibilidades en las cuales el señor León —perdón, la China Tudela— se habría descrito. Obviamente tal descripción será muy diferente a la gran mayoría de los peruanos.

 

Úrsula Letona

 

Úrsula Letona
23 de octubre del 2017

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