Incertidumbre e indignación

El Perú ha tenido muchas caídas en su recorrido bicentenario como república. Desde guerras perdidas y corrupción enquistada hasta terrorismo sanguinario, golpes de Estado, constituciones a granel, dictaduras de izquierda y derecha, congresos lamentables, hiperinflación, narcotráfico, desprestigio internacional, inseguridad ciudadana y otros flagelos.  Pero nunca ha sufrido tanta frustración por la responsabilidad colectiva de haber elegido a personas tan ineptas como las que ocupan el poder, que se protegen con la oscuridad y disimulan su incapacidad con declaraciones insensatas o silencios que nos condenan a la incertidumbre. O peor aún, al espanto de que nos arrastren a la órbita nefasta de Venezuela o de la Cuba castrista que tanto admira Perú “Libre”.

 El gobierno del caos parece alimentarse de sus propios errores, multiplicando la improvisación con nombramientos irresponsables para rellenar la burocracia de nuestro frondoso aparato público. Tal vez el acto más inteligente de los ignorantes sea reconocerse como tales, sea por falta de estudios o de experiencia; aunque lo más seguro es que confirmen que “la ignorancia es atrevida”, como dice un viejo refrán.

No se han enterado todavía que gobernar es administrar un Estado que nos pertenece a todos ni de las calidades mínimas que requiere asumir funciones oficiales que afectan la vida de todos los peruanos, pero en especial de los más pobres y vulnerables. Porque son ellos los que más necesitan los servicios y asistencia que solo un gobierno puede proveer mediante una administración eficiente de los impuestos que los ciudadanos pagamos diariamente (como el IGV que se aplica a los bienes y servicios).

Si usted ha logrado forjar una empresa productiva lo último que haría es designar como gerente a alguien no capacitado para el puesto. No obstante, eso es precisamente lo que ha hecho la mayoría de connacionales, demostrando lo poco que aprecian el sistema político que vemos deteriorarse a una velocidad pasmosa.

Según datos de la Universidad de Georgetown consultados en Google, la Constitución de El Salvador es la única que exige a los candidatos a la Presidencia de la Nación distinguirse por su “moralidad e instrucción notorias”. En lo que coinciden el resto de las constituciones es en establecer límites de edad entre 30 y 40 años para candidatear, sin establecer condiciones mínimas de ética o formación profesional. Increíble.

Hay dos memorables frases de W. Churchill que vale la pena recordar. La primera se refiere a un sistema político que debería ser gestionado por los mejores ciudadanos: “La democracia es el peor sistema de gobierno, con excepción de todos los demás”. La segunda se refiere a nuestra convulsa región: “El problema de Latinoamérica es que quienes eligen a los gobernantes no son las personas que leen los periódicos sino las que (hacen otra cosa) con ellos”.