Tino Santander

Incas sí, indios no

Cusco y el nocivo centralismo limeño

Incas sí, indios no
Tino Santander
19 de diciembre del 2019


Tomo prestado el título del ensayo
“Incas sí, indios no” de la prestigiosa historiadora Cecilia Méndez, pues describe el abuso indignante que una cúpula poderosa impone al Cusco desde Lima. La cúpula abusa y depreda nuestro extraordinario legado cultural e histórico con campañas publicitarias y marketeras para atraer turistas, en tanto que los beneficios millonarios son recabados en Lima. Cusco no recibe, por este aprovechamiento abusivo, ningún canon, no obstante que el 80% de los turistas que llegan al Perú visitan nuestra región. Para la cúpula los incas están en Lima y los indios en el Cusco.

La utilización caricaturesca, mercantil y vergonzosa de nuestra cultura e historia, no es la única forma de abuso de la cúpula. Otro caso flagrante es el alto precio que pagamos por el gas (el más caro del país), siendo que los yacimientos de Camisea están ubicados y son explotados en nuestra región. Nuestro gas abastece así a millones de consumidores en Lima por un precio considerablemente inferior al que pagamos aquí, sin que exista alguna razón valedera para justificar tamaña injusticia.

Es igualmente abusivo que el dinero que se recauda por el boleto turístico, que comprende el parque arqueológico regional, sea enviado a Lima para alimentar a la burocracia del Ministerio de Cultura, lo que parece una versión contemporánea del envío del viejo tributo colonial indígena. La llamada Dirección Desconcentrada de Cultura del Cusco es más bien una mesa de partes del burocratismo centralista.

Mientras tanto, las autoridades regionales y locales siguen peregrinando con sus proyectos con el fin de obtener la autorización del Gobierno central para iniciar las obras de infraestructura que la región necesita. El cartel mediático (El Comercio, América Televisión, Canal N, RPP, La República y algunos medios marginales limeños), son los voceros principales de estas cúpulas asentadas en Lima, que deciden qué obra se hace y cómo. El caso de la construcción del aeropuerto de Chinchero, que es anhelo regional, tiene resistencias en Lima porque allá sostienen que su funcionamiento sería desventajoso y poco productivo para los intereses empresariales limeños.

¡Incas sí, indios no!  expresa el espíritu de las cúpulas limeñas. Los incas para hacer negocios y los indios para proveer recursos y mano de obra barata y marginal. Los diversos pueblos relegados que habitan el territorio peruano no tienen hospitales, no tienen colegios, no tienen agua ni desagüe, no tienen carreteras seguras, tampoco transporte público de calidad; son habitantes y no ciudadanos con derechos y obligaciones. Están abandonados por el Estado en todas sus instancias y viven en la informalidad. Por eso son indiferentes, achorados y protestan aisladamente con diversas reivindicaciones, y acumulan una ira que puede estallar en cualquier momento.

En nombre de los indios se organizó el terrorismo senderista; en nombre de los incas se alzaron en armas los del MRTA. Ahora, manipulando a su favor el legado incaico, las cúpulas empresariales limeñas hacen millonarios negocios. Pablo Chávez, periodista anteño, me dijo: “No es ciego el que no ve, sino el que no razona. Ha llegado el momento de luchar por la autonomía regional. No hay otro camino: rompemos con Lima en todo orden de cosas o seguimos viviendo como pongos de las migajas del centralismo”. Este sentimiento antilimeño, de larga data, se reproduce y crece en todos los pueblos del Perú.

Los diversos Perú –inconexos emocionalmente, pero paradójicamente conectados por el mercado y las telecomunicaciones– están desarrollando un espíritu tribal de sobrevivencia, en alianza con el crimen organizado (narcotráfico, minería ilegal, contrabando, tala ilegal, lavado de activos, etc.,) que cada día controla extensas zonas del territorio nacional y lentamente va hacia la formación de un nuevo país. Estamos en el proceso de crear otro Estado, de crear tres o cuatro regiones autónomas que se vinculen entre sí por intereses económicos, más que por vínculos históricos o políticos.

Tino Santander
19 de diciembre del 2019

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