Guillermo Vidalón

Identidades faccionarias

Líderes políticos que solo intentan disgregar a nuestro país

Identidades faccionarias
Guillermo Vidalón
25 de julio del 2023


Una identidad implica un sentimiento de pertenencia que aglutina a un grupo social. Y que al mismo tiempo, mantienen conductas dispares respecto de otras nacionalidades, cuyos elementos identitarios son distintos y hasta contrapuestos. En mi opinión, en nuestro país no hay identidades fragmentarias, con un ánimo separatista, desintegrador del estado nacional denominado Perú.

Por el contrario, en los últimos años han emergido liderazgos disruptivos que manifiestan “su oposición” a la manera como se ejerce el poder y las instituciones o normativas que lo hacen posible. No obstante el discurso político que esgrimen los cuestionadores del orden imperante, cuando ejercieron el poder demostraron que su discurso anti establishment sólo constituía una estrategia para atraer al electorado y conseguir su simpatía, con la finalidad de instrumentalizarlo en su búsqueda del poder.

Por ejemplo, la fragmentación que pregonaba Aníbal Torres Vásquez, cuando era presidente del Consejo de Ministros, apelaba al discurso de blancos versos cholos, de ricos versus pobres, de limeños versus provincianos. Todas estas manifestaciones cumplían una finalidad: conseguir adhesiones que le permitan legitimarse en el ejercicio del poder, presentarse como defensores de los dominados, oprimidos, marginados, discriminados social y racialmente frente a los blancos descendientes de los dominadores. Ergo, como racialmente Torres no tiene tez blanca, debía ser reconocido y valorado por el simple hecho de ser cobrizo, aunque él pudiese ser parte de una organización criminal liderada por el entonces presidente Pedro Castillo Terrones.

No obstante el primer apellido de Torres tiene procedencia de Castilla (España), y es uno de los más antiguos por ser toponímico; es decir, un apellido derivado de algún lugar.  Por entonces, podría afirmarse que quienes se encontraban en posición de ejercer el poder y dominio de unos contra otros podrían ser posesionarios de alguna “torre”, lugar destinado a la seguridad y vigilancia desde lo alto de esta edificación. Lo más probable, formando parte de algún castillo medieval.  Es decir, llevar el apellido Torres era per se un símbolo de poder, de riqueza y, siguiendo la lógica de las expresiones de Aníbal Torres, de dominación.

Ahora, analicemos su segundo apellido, Vásquez, que significa hijo de vasco, procedente de la región del suroeste de Francia y el noroeste de España, conocida como la región vasca o Euskal Herria.  Con este origen, difícilmente Aníbal Torres Vásquez podría argumentar que tiene origen autóctono, que es descendiente de un pueblo originario. El expresidente del Consejo de Ministros no es más que un político ambicioso de poder que imaginaba que podía imponer una dictadura, engañando y sometiendo a millones de ciudadanos. Con sus apelaciones a la división entre peruanos, Aníbal Torres echa por tierra más de 500 años de historia y decenas de generaciones donde migrantes y originarios construyeron y compartieron objetivos comunes, como convertir al Perú en un país desarrollado con oportunidades para todos.

En el Perú no hay identidades fragmentarias con objetivos comunes, por el contrario, hay facciones en pugna por el poder. Algunas de estas facciones conforman partidos que participan en procesos electorales para dar apariencia de ser organizaciones convencidas de las bondades del sistema democrático, así como de las ventajas que trae la alternancia en el gobierno de manera periódica. Al menos, existen facciones que son conscientes que el ejercicio democrático es superior a otros sistemas de gobierno y que, inclusive, al interior de sus organizaciones dicho sistema consolidaría su vigencia en el mediano y largo plazo; pero, en la práctica –más allá de las formalidades– en el país contamos con organizaciones caudillistas en las que el líder y fundador del partido determina qué se debe hacer, cuándo y cómo deben actuar sus militantes, casi siempre en función a los beneficios que puedan agenciarse en función a su cercanía al poder.

Sin embargo, es mejor facciones que aspiren a convertirse en organizaciones democráticas a quienes hacen uso de este sistema de gobierno con la finalidad de instaurar una dictadura. Si no, cómo entender las expresiones del congresista Guillermo Bermejo Rojas, cuando denostaba de los actos propios de la democracia al calificarla de pelotudeces. En la misma línea y más condenable inclusive son las expresiones de Bertha Rojas, madre de Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, quien en un acto de su organización alentaba a su militancia a dar la vida por el partido.  Es decir, que los otros mueran para que ellos hagan uso y disfrute del poder.

Tampoco, considero que se puede calificar de identidades fragmentarias a las consecuencias de las acciones de los operadores políticos del expresidente boliviano Evo Morales en la región Puno, quien es consciente que la aspiración de salida al mar por sus antiguos territorios (Tocopilla, Mejillones y Antofagasta) ha sido cancelada por la Corte Internacional de La Haya. Y, en la actualidad, sólo le queda apelar a la “unificación” de la nación aymara boliviana y peruana con la finalidad de arrebatar al Perú las regiones de Arequipa, Moquegua y Tacna.  Morales, alternadamente ha manifestado tener origen aymara o quechua, según el público al que se dirige.

En Perú, hay ciudadanos que tienen como lengua materna el aymara, propio de una identidad, como subsiste el quechua y muchas otras, pero ninguna de ellas se ha propuesto el escindirse del país. Aymaras y quechuas mantienen intercambios comerciales, formales e informales, pero ni los aymaras bolivianos quieren ser peruanos ni los peruanos quieren ser bolivianos.  Es más, luego de la crisis económica a la cual ha arrastrado el MAS de Evo Morales a la nación altiplánica, lo más probable es que de existir algún deseo de anexión sea a favor del Perú antes que de los peruanos hacia Bolivia.

Guillermo Vidalón
25 de julio del 2023

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