Martin Santivañez

Honor, verdad y prensa libre

Problemas del periodismo posmoderno

Honor, verdad y prensa libre
Martin Santivañez
23 de junio del 2019

 

El caso de Alberto Gómez de la Torre tiene que hacernos reflexionar sobre el papel de la prensa en la esfera pública. Existe una relación particularísima entre el honor, la verdad y la prensa libre. Partamos de un hecho concreto: los medios de comunicación existen para transmitir la verdad. Pero es imposible que un periodista transmita la verdad si no cree en ella. Muchos periodistas posmodernos asumen que la verdad no existe. En un clima de relativismo generalizado, los grandes medios de comunicación confunden opinión con verdad, doxa con episteme. Peor, muchos medios no responden al principio fundamental de buscar la verdad con el fin de informar. Lo que se pretende, por el contrario, es presentar a la opinión pública una visión tamizada por la ideología o por una particular motivación. Y con frecuencia en tal ideología (o en dicha motivación) se destroza la verdad.

El creciente desprestigio de los medios de comunicación en el mundo tiene que ver con esta crisis de la verdad. Y algo profundamente verdadero, por humano, es el honor. Destruir la verdad del honor, atentar contra el honor verdadero se ha transformado, desgraciadamente, en un deporte global animado por la prensa relativista que niega la existencia de la verdad. El relativismo está en la médula de la civilización del espectáculo. A más relativismo, mayor frivolidad. Es por eso que vivimos en una sociedad que acusa sin pruebas y condena sin evidencias. Todo depende del cristal con que se mire, aunque este se encuentre deformado por la más burda mentira. La supuesta prensa libre se ha esclavizado voluntariamente a la ideología o al interés privado, dejando de lado la sola idea del bien común. Esta abdicación, la renuncia a buscar la verdad por encima de todo, está en la raíz de la confrontación política en la que el mundo se encuentra inmerso. No es baladí señalar el papel fundamental de la prensa en la guerra cultural global que atravesamos. Ahora bien, si el apotegma “la verdad os hará libres” que recoge el Evangelio es cierto (y lo es), tarde o temprano esta se abrirá paso y la sociedad despertará.

Ciertamente la revolución tecnológica hace posible que se implante la distopía orwelliana, pero para ello primero es necesario derrotar al sentido común. Todavía queda algo de sentido común en Latinoamérica y por eso, aunque el proceso sea lento y doloroso, las voces disconformes con la implantación de una autocracia ideológica se harán sentir. En todo caso, la cuestión gira en torno a la existencia de la verdad. Si no hay verdad, ¿cómo defenderla? ¿Cómo informar en función a percepciones? La civilización relativista, que es también la civilización del espectáculo, promueve un nuevo gnosticismo en el que la realidad es curvada por mor de la voluntad. Bajo tal supuesto ya no habría una libertad verdadera, sino un libertinaje ideológico e irracional.

Es imposible construir una sociedad justa basándonos en calumnias y difamaciones. Si los medios, cuya misión es masificar la verdad, apuestan por el relativismo, quebrarán. Moral y económicamente.

 

Martin Santivañez
23 de junio del 2019

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