Rocío Valverde

Historia de una tormenta

Historia de una tormenta
Rocío Valverde
23 de octubre del 2017

 

La lucha de la naturaleza contra la naturaleza

 

Hace treinta años la llamada “gran tormenta” azotó con severidad a Francia e Inglaterra. El 15 de octubre de 1987, en el noticiero de la 1 de la tarde, el eterno noticiero del refrigerio, apareció  en todas las pantallas de los hogares y oficinas británicas el meteorólogo de la BBC Michael Fish contando con una sonrisita de medio lado que una mujer había llamado preguntando por un supuesto huracán que estaba a punto de golpear la isla. No había que preocuparse, pues no existía ningún huracán dijo Mr. Fish muy suelto de huesos; solo habría un poco de viento en el Canal de la  Mancha.

 

Con este comentario las familias se fueron a dormir e hicieron caso omiso al aullido del viento que comenzaba a hacer temblar sus techos y ventanales. Los moteros, camioneros y viajeros siguieron conduciendo por la carretera sin tener el mínimo cuidado. Nadie era consciente de que el paisaje del país iba a cambiar radicalmente.

 

La madrugada del 16 de Octubre 22 personas fallecieron debido a la inclemencia de la tormenta y la falta de previsión. En total fueron quince millones de árboles derrotados por el poder destructivo de las ráfagas de viento, que alcanzaron las 115 mph. Los árboles fueron arrancados de raíz y acabaron estrellándose sobre coches, avenidas y tejados. Miles de personas se quedaron sin electricidad, las líneas telefónicas fueron cortadas, algunos camiones se volcaron y los puertos del sur del país fueron arrasados.

 

La mañana llegó con su brillo solar, solo en ese momento se pudo apreciar en los bosques la magnitud del desastre. Los árboles del bosque de Ashenbank, Sevenoaks, Slindon y el parque Sheffield fueron mermados casi en un 50%. Los forestales vieron cómo el trabajo de toda una vida había sido destruido en una sola noche por el capricho de la tormenta. Para reconocer los daños los forestales tuvieron que andar, pero sobre todo trepar, sobre los cadáveres de hasta 300 años que yacían planos, aplastados uno sobre otro, como si la naturaleza hubiera intentado formar una hoguera.

 

En los siguientes diez años la naturaleza y los forestales hicieron un trabajo increíble replantando árboles sin tocar los restos de los caídos. Este nuevo panorama más despejado, junto con la abundancia de nutrientes, atrajo nuevos visitantes. Los bosques se llenaron de escarabajos, halcones, búhos, pájaros carpinteros y muchas setas.

 

De manera imnpensable la tormenta de 1987 trajo además un extraño daño colateral. Las bolsas de valores del mundo se precipitaron catastróficamente el día lunes 18 de octubre. Los traders de Londres no pudieron llegar a trabajar a sus oficinas durante las primeras horas porque las carreteras estaban cortadas, de modo que la Bolsa de Londres no pudo responder a la caída del Dow Jones, agravando más el desplome.

 

Este mes de octubre el Reino Unido e Irlanda han sido abatidos por dos  tormentas con nombre propio: Ofelia y Brian. La primera ha cobrado la vida de tres personas: a dos de ellas les ha caído un árbol encima mientras iban conduciendo y la tercera ha muerto en un accidente con una motosierra, mientras intentaba retirar los restos de un árbol que bloqueaba su camino.

 

La tormenta Brian, de momento, solamente ha dejado grandes olas sobre el litoral. Y digo de momento porque durante la tormenta Brian he estado cuidando de los perros de mi suegra, porque ella se ha ido a una boda a un país con un clima mediterráneo mucho más placentero que el que me ha tocado este fin de semana. Nala es una perrita collie de 4 años que debe estar poseída por algún espíritu chocarrero, culebrítico y aullador. Ni la tormenta, ni la lluvia, ni el temporal de 70 mph han hecho que deje de ladrar pidiendo salir al parque. La única forma de cansarla es haciéndola correr o nadar por una hora.

 

Los árboles se movían, caía una lluvia de hojas y llovía de lado. Aun así salí con Nala armada de cuatro capas de ropa, botas para escalar, el lanzador de pelotas y dos pelotas de tenis. A lo lejos veo a otro desgraciado cubierto de pies a cabeza con un rompevientos, que estaba siendo arrastrado por dos cachorros de collie. Esta raza de perro no se cansa. Nala recorría la cancha de fútbol más rápido que Guerrero; yo le lanzaba la pelota de tenis, pero el viento me las devolvía. Nala parada y fuerte como un roble ahora le ladraba a la tormenta. Esta es la lucha de naturaleza versus naturaleza.

 

Rocío Valverde

 

Rocío Valverde
23 de octubre del 2017

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