Oscar Schiappa-Pietra

Hermenéutica papal

Ante la crisis por los casos de pedofilia eclesial

Hermenéutica papal
Oscar Schiappa-Pietra
28 de septiembre del 2018

 

En su reciente viaje de retorno tras visitar Lituania, Estonia y Letonia, el papa Francisco conversó con los periodistas a bordo del avión pontificio y, en relación con las situaciones de masivos abusos de menores por parte de sacerdotes, sostuvo: “Los hechos históricos deben ser interpretados con la hermenéutica de la época en la que sucedieron”.

En esa misma ocasión recordó que cuando la Iglesia tomó conciencia del problema “puso todo de su parte […]. En los últimos tiempos he recibido muchas condenas hechas por la Doctrina de la Fe y siempre he dicho: adelante. Nunca he firmado después de una condena una petición de gracia. Eso no es negociable”. A la vez, insistió en la necesidad de juzgar los fenómenos pasados con criterios de la misma época. “Es como el indigenismo. Hubo muchas injusticias o brutalidad, pero no puede ser interpretado con la hermenéutica de hoy. Tenemos otra conciencia”, opinó.

Es difícil encontrar parangón histórico a la crisis que hoy afronta la Iglesia Católica, principalmente causada por los masivos y persistentes escándalos de abusos contra menores por parte de sacerdotes, pero también por las tendencias post seculares de nuestro tiempo. Es cierto que durante el pontificado de Francisco se ha intensificado la acción sancionadora dentro de la Iglesia católica contra los sacerdotes pedófilos, y que el Papa ha condenado reiteradamente a los perpetradores. Pero lo avanzado sigue siendo poco, y sobrevive dentro de la Iglesia una cultura de negación, tolerancia y encubrimiento. La postura del propio pontífice y sus declaraciones sobre esta devastadora crisis muestran el precario equilibrio en el que se mantienen las complejas realidades políticas dentro de su iglesia.

Es cuestionable la postura hermenéutica del papa Francisco ante tan grave crisis. Si bien como criterio general los acontecimientos deben ser juzgados aplicando los cánones legales y culturales de su propia época, ello no puede llevarnos a negar las implicancias de tales hechos a la luz de los valores éticos, cuya naturaleza es trascendente y permanente, particularmente cuando están referidos a dimensiones inmanentes de la dignidad humana. El enfoque hermenéutico que propone el actual pontífice no basta, entre otras razones, porque muchas de las víctimas y victimarios todavía viven; es decir, los procesos de victimización subsisten, y esto legitima aplicar un enfoque hermenéutico contemporáneo que haga justicia a la actualidad de la victimización.

Además —cabe insistir— la aún insuficiente acción esclarecedora, sancionadora y reparadora de la Iglesia católica frente a los masivos y persistentes escándalos de abusos contra menores, por parte de sacerdotes, alimenta esa actualidad de la victimización y refuerza la necesidad de mantener un enfoque hermenéutico más restrictivo para evaluar tales conductas y la respuesta eclesial.

De otro lado, la comparación de la crisis de la pedofilia eclesial con los abusos cometidos contra pueblos indígenas resulta manifiestamente no pertinente, por tratarse de dos circunstancias totalmente diferentes en el tiempo y en los protagonismos, además de las otras razones ya anotadas. A ello se agrega el hecho de que la gravedad en la caracterización de los abusos contra los pueblos indígenas no admite ser atemperada bajo consideraciones histórico-temporales que relativicen sus implicancias éticas. El planteamiento hermenéutico del Papa Francisco no tiene un propósito encubridor; pero sí encierra un sesgo de inadmisible tolerancia, que se interna en los predios del relativismo moral, tan cuestionado precisamente por los doctrinarios de la Iglesia católica.

Es hora de permitir que la luz se interne en los recónditos rincones de los templos y de los palacios pontificios, para reconocer la verdad e implantar profundas reformas que permitan el encuentro reconciliador de los pastores con los creyentes y con la sociedad toda, en base a las convicciones éticas que, reiteramos, son trascendentes y permanentes. Tal reencuentro seguirá condenado a la inviabilidad y a la oquedad en la medida en que no vaya precedido de una vigorosa acción de esclarecimiento, sanción y reparación por parte de la Iglesia católica. Reparación a las víctimas, en primer lugar; pero también al resto de la feligresía y de la sociedad toda. Así lo merecen.

 

Oscar Schiappa-Pietra
28 de septiembre del 2018

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