Berit Knudsen
Guerra y paz en el tablero global
La Unión Europea no puede permanecer en "segundo plano" en el escenario global
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Las negociaciones de paz entre Rusia y Ucrania muestran enfrentamientos que podrían cambiar el equilibrio global. Estados Unidos quiere retirarse del conflicto, Rusia se muestra firme pero no puede sostener la guerra, Ucrania lucha por su supervivencia y Europa está atrapada entre amenazas de Moscú y presiones de Washington desencadenando la crisis.
La administración Trump deja claro que no seguirá financiando la guerra en Ucrania sin una salida política. El mensaje a Europa es que asuma su responsabilidad y que la prioridad norteamericana es China. Su estrategia se basa en acelerar el acuerdo presionando a Ucrania para lograr concesiones, mejorando su posición con Rusia, pero genera tensiones con Europa quien teme que una retirada apresurada de Washington dejaría a Ucrania a merced de Moscú que avanza ante cada muestra de debilidad.
A pesar de un crecimiento de 4.1% del PBI, la economía rusa es vulnerable, una industria reestructurada para sostener la guerra, inflación del 9.5%, tasas de interés de 21% y reservas financieras agotadas. Las sanciones redujeron sus exportaciones creando dependencia de China e India.
Putin necesita levantar las sanciones, no puede prolongar la guerra indefinidamente, pero aceptar un alto el fuego sin garantías resultaría inaceptable, por ello consolida sus avances esperando que la fatiga occidental incline la balanza a su favor mostrando fortaleza para imponer condiciones.
El presidente Zelensky tiene menos margen de maniobra sin el respaldo norteamericano y una Europa dividida. Insiste en participar en negociaciones entre potencias, rechazando convertirse en una pieza secundaria, pero depende de la ayuda externa. Si Estados Unidos reduce su financiamiento y Europa no lo compensa, las fuerzas ucranianas mostrarán desventajas. Pero cualquier concesión territorial impuesta en un acuerdo de paz es un golpe político difícil de aceptar.
Europa enfrenta un dilema: seguir el camino de Trump hacia una paz acelerada o continuar presionando a Rusia para debilitarla. La Unión Europea sabe que una victoria total de Moscú en Ucrania abriría la puerta a futuras amenazas en el continente, pero comprende que, sin respaldo financiero y militar de Estados Unidos, sostener una guerra de largo plazo es inviable.
Aquí radica el desafío europeo: mostrar menos dependencia para convertirse en un actor con capacidad de resistencia propia. No significa asumir la guerra en solitario, sino demostrar que puede negociar con firmeza, unidad política y económica, disuadiendo a Rusia sin la sombra de Washington. La UE no puede permanecer en "segundo plano" en el escenario global, debe actuar con liderazgo, enfrentando incluso a Estados Unidos.
Si cada actor exige condiciones sin concesiones el desenlace será una guerra interminable o un acuerdo frágil, postergando el siguiente conflicto. La salida es encontrar un punto de equilibrio en el que las partes no se sientan derrotadas o fortalecidas de forma peligrosa.
Europa, preocupada por su futuro, y Estados Unidos, centrados en el corto plazo, deben presionar a Rusia con sanciones y acciones diplomáticas sin conceder ventajas estratégicas. Ucrania necesita respaldo militar, pero la dependencia de Washington desestabiliza la región. La Unión Europea debe dejar el rol de espectador, asumiendo el liderazgo con postura firme para que ni Trump ni Putin dicten el destino del continente.
Las negociaciones deben guiarse por el pragmatismo. La paz no será perfecta ni un triunfo absoluto para ninguna de las partes, pero debe ser lo suficientemente sólida para evitar que Rusia imponga un nuevo orden mundial, prosiguiendo su expansión territorial por la fuerza. Si Europa quiere recuperar su liderazgo global, necesita mostrar unidad y firmeza en sus decisiones.
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