Gustavo Rodríguez García

Gobierno necesita agüita de coco

Gobierno necesita agüita de coco
Gustavo Rodríguez García
16 de febrero del 2015

¿Queremos realmente crecimiento económico o solo salvar nuestro pellejo?

Dicen que el agua de coco tiene entre sus propiedades combatir el agotamiento nervioso y promover un buen desempeño intestinal. Los eventos producidos en Pichanaki revelan lo que no puede ser otra cosa que la expresión del cansancio de un gobierno que al parecer ya no tiene fuerzas para poner orden y apostar por aquella ruta que conduce al desarrollo. Por el contrario, desincentivamos la inversión privada como si ésta fuera el origen del estreñimiento económico que vive nuestro país y, de paso, generamos señales incorrectas a aquellos que hacen de la violencia y la presión un modo de ganarse la vida. 

Resulta bastante elocuente que las masas no hayan apoyado la protesta que únicamente algunos pseudo-ambientalistas promueven. En este punto, permítaseme una nota más académica. Si uno analiza el discurso ambientalista mayoritario, advertirá que se trata de uno que aboga por la regulación y la intervención. Es como si el mercado y la inversión fueran enemigos naturales de “lo verde”. Desafortunadamente, los mercados, los incentivos y la propiedad privada son la clave para preservar el medio ambiente… es decir, todo aquello por lo que no estamos apostando. 

Si las reglas fueran diseñadas de modo que se permita la inversión pero con límites claros y eficientes, al punto que se logre contener el desperdicio de recursos, nuestra historia sería otra. ¿Es que somos tan torpes de creer que la exploración es enemiga del desarrollo? La política pública sancionadora debe dar paso a una política pública basada en las recompensas. Debemos hacer que las empresas puedan explorar y que puedan ser recompensadas vivamente por la conservación del interés público. En otras palabras, necesitamos dar señales de que en el Perú queremos empresas aliadas de un medio ambiente sano. 

Para nuestro pesar, lo que encontramos es reacción irreflexiva frente a demandas absurdas. No hay principio de autoridad ni sentido común. La consecuencia es clara: un país congestionado de inmundicia y reacciones nerviosas que en nada ayudan. Ya es hora de que dejemos las medias tintas y seamos claros: ¿queremos realmente crecimiento económico o queremos salvar nuestro pellejo ante situaciones incómodas? Apostar por el crecimiento implica a veces tomar decisiones duras e impopulares. Para eso se requiere serenidad y mano firme. Un poco de agua de coco no le vendría mal a quienes toman decisiones como las que hemos apreciado en los últimos días.   

Por Gustavo Rodríguez García
16 - Feb - 2015  

Gustavo Rodríguez García
16 de febrero del 2015

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