Darío Enríquez
¿Gobierna en el Perú una mafia política?
Una alianza de derecha mercantilista e izquierda “elitista”

Todo indica que en el Perú del siglo XXI se habría consolidado la hegemonía de una mafia política que medra en las instancias más altas y sensibles del Poder Ejecutivo. La consolidación de esta mafia se basa en el control de tres ejes fundamentales: judicial, académico y mediático. Los representantes oficiales del precario Gobierno de Martín Vizcarra se percataron con claridad de lo que estaba sucediendo, y la historia les reclamará pronto que, lejos de enfrentar y desmantelar esa organización delictiva, se entregaron a su “protección”.
En esa mafia política se conjugan intereses que, a simple vista, podríamos señalar como incompatibles. En realidad, se trata de la vieja relación, con muchos antecedentes, tanto en nuestra historia como en el mundo, entre la derecha mercantilista y la izquierda elitista. Sin embargo, una organización criminal como la que se ha montado —que ha superado con creces cualquier otra de tipo similar, incluyendo la denominada mafia fujimontesinista de los noventa— solo se justifica si tiene objetivos más allá del mero saqueo de arcas públicas. Hay un trasfondo totalitario, e incluso la posible inserción en redes criminales internacionales.
En el panorama de hoy podemos apreciar cómo esta mafia se desenvuelve cuando —cumpliendo con la “protección” que toda mafia ofrece— en forma desembozada coordina acciones, tanto mediáticas como judiciales, para cumplir ciertas tareas que ayudan al Ejecutivo a enfrentar conflictos como el de Las Bambas. Sería deseable que estas “soluciones” en verdad resolvieran esos conflictos en forma y fondo, pero eso es pedir demasiado.
En la desesperación por encontrar una nueva “cortina de humo” para enfrentar el notorio deterioro, fruto de sus inepcias a la hora de gobernar, ahora recurren a sacrificar a uno de los suyos, con el espectáculo de la detención preliminar contra el expresidente Pedro Pablo Kuczynski. Las focas aplauden. Una cobertura que combina a sus huestes en las cavernas académica, mediática y judicial, permite al Ejecutivo lanzar estas fumarolas circenses.
También ha sucedido con las maniobras infames de funcionarios en el Ministerio de Educación, que se zurran en el derecho de los padres de familia a dirigir la educación moral de sus hijos. Si el “error” del enlace web hubiera sido perpetrado por los “otros”, no se habría hecho esperar una fulminante campaña por parte de medios y academia, incluyendo una furibunda judicialización. Pero, reaccionando en forma muy parecida a una red cyborg cuando uno de los suyos es sorprendido por “los otros” —de manera idéntica, concertada y sistemática—, los agentes de la organización criminal en el poder han vendido con enorme desvergüenza la figura del “error involuntario”, cuando a todas luces se trata de una acción intencional de totalitarios activistas del enfoque de género.
El último suceso en el que el ejército cyborg se ha puesto en acción es el de un conocido opinante mediático, denunciado en redes sociales como agresor y abusador de su pareja sentimental. No es la primera vez que alguien perteneciente a esa izquierda “elitista” —después de haberse vendido como adalid de la defensa de la mujer, contra la discriminación e incluso hasta feminista acérrimo— resulta ser en su vida privada todo lo contrario. La lista es interminable.
Frente a esto, nuestra posición ha sido siempre la misma: debe investigarse manteniendo inalterable la aplicación del principio de presunción de inocencia. Sin embargo, los cófrades del último abusador de mujeres puesto en evidencia flagrante —afrancesado, de larga cabellera y descuidada barba— no han reaccionado con la misma indignación que despliegan si alguien “de derechas” (véase las comillas) fuera acusado de agredir a una mujer. La mafia cyborg hizo una furibunda campaña, logró que expulsen a Mendoza de la universidad en la que trabajaba, también lo echaron del diario en el que publicaba artículos de opinión y no se le permitió conseguir otro trabajo. Un bulldozer mediático se encargó de hacerlo pedazos.
Pero esos mismos personajes inquisidores del siglo XXI, se muestran indulgentes frente a uno de los suyos. E incluso se atreven a echar sombras sobre la víctima agredida y abusada, siguiendo el clásico libreto ultramachista. Piden para su amigo el beneficio de una duda que nunca aplican fuera de su círculo autocomplaciente de pensamiento único. La presunción de inocencia vuelve a ser un valor para ellos; pero a otros les aplican sin misericordia el procedimiento de linchamiento mediático, académico y judicial.
Tengamos mucho cuidado. La fortaleza de esta mafia cyborg está en la larga gestación de redes de influencia, tanto en medios como en la academia y en instancias judiciales; de modo que muchos de los que se someten a ella lo hacen porque de otro modo se expondrían totalmente al abuso de despidos intempestivos, campañas mediáticas de demolición y una judicialización infame, criminal y punible. Aunque no aportan pruebas, hay quienes aseguran que IDL-Reporteros y Gustavo Gorriti, como presunto cabecilla, serían dos serpientes en la cabeza de Medusa que flota en el núcleo de esa mafia cyborg ¿Cuáles serían las otras serpientes? ¿Usted qué opina?
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