Martín Taype
Felicidad en el Perú: más allá del optimismo
Seguimos atrasados en el Índice Global de Felicidad

Cuando hablamos de felicidad en términos generales, nos referimos a mucho más que un simple estado de ánimo positivo. Se trata de un estado de bienestar profundo que implica vivir una buena vida, encontrar sentido a lo que hacemos y experimentar una satisfacción duradera. Además, sentirse feliz tiene beneficios comprobados para la salud física y mental. Vale la pena preguntarnos: ¿cómo se sienten los peruanos con respecto a su felicidad?
Según una encuesta realizada por la consultora Ipsos a través de su plataforma Global Advisor en 30 países, Perú ocupa el puesto 25 con apenas un 65% de nivel de felicidad entre sus ciudadanos. El estudio también revela cuáles son las fuentes de mayor satisfacción en la vida de las personas, así como los motivos que generan infelicidad.
El panorama para Perú es revelador: el 60% de los peruanos que se sienten infelices atribuye su malestar a su situación financiera, seguido por la salud mental (32%) y la situación económica del país (25%). Estas cifras evidencian un problema estructural más profundo.
Los resultados no sorprenden. El crecimiento económico por sí solo no garantiza desarrollo real ni oportunidades equitativas. En Perú, las últimas décadas de crecimiento no han logrado cerrar las brechas sociales: una parte importante de la población sigue viviendo en condiciones de pobreza, enfrentando múltiples carencias, incluso en servicios básicos.
Por ello es indispensable un cambio profundo en la orientación del Gobierno, para que enfrente de manera efectiva los grandes desafíos internos, como la corrupción sistemática y la creciente inseguridad ciudadana. Resulta indignante enterarnos día tras día de nuevos casos de corrupción en el sector público y privado, así como de muertes y tragedias generadas por la delincuencia en todas sus formas, desde las extorsiones hasta el sicariato.
No basta con rediseñar procesos: es urgente revalorizar el talento humano a todo nivel, desde los puestos operativos hasta los cargos directivos, bajo una auténtica meritocracia basada en competencias y resultados. En toda organización, el recurso humano es su activo más valioso. Y si aspiramos a ser una sociedad más feliz, debemos empezar por construir un país más justo, más seguro y más digno para todos.
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