Ursula Chamochumbi
Estado ineficiente
Estamos ante un gobierno que no hace nada
Yo he vivido en edad más o menos adulta los cuatro últimos gobiernos –contando con este– del país. Estoy convencida de que vivir determinadas épocas otorga una ventaja en lo que respecta a conocimientos y opiniones informadas, pues por mucho que podamos leer e investigar para tratar de desenmarañar la historia, nada va a superar el ser testigos de ella.
En la época de Toledo preferí esperar a ver cómo se desarrollaba su gobierno. Lo que más recuerdo de esos años era mi molestia diaria por todas las barbaridades que él y su entorno hacían, su participación en la liberación de terroristas, los robos, su familia aprovechándose del Estado para su propio beneficio, etc. En fin, solo cosas negativas que me demostraron que ellos nunca más debían volver al poder. Sin embargo, su manejo de la economía nos abrió las puertas a una bonanza que habíamos perdido hacía mucho y encaminó las exportaciones que ahora son la fuente de ingresos de tantas familias de todo el Perú. Entonces, no podemos negar que algo trabajó y, por ende, algo de bien le hizo al país.
Luego llegó Alan García, para quien necesitaría otra columna para comentar todos sus aportes en ese gobierno; no solo en infraestructura, sino también en políticas económicas, internacionales, educativas, etc. Los odiadores dirán que se me sale el corazón aprista; pero habría que ser muy mezquino o ignorar totalmente cómo funciona un país para negar que ese gobierno ha sido uno de los mejores de la historia del Perú. Dos errores son los que debo destacar aquí: no saber comunicar al pueblo todo el trabajo que estaba haciendo y el beneficio que eso les daba, asociándolo a la doctrina del partido; y su apuro en concretar y terminar las obras (entendible porque ya había pasado antes que por dejar obras inconclusas el siguiente gobierno no las terminaba). Pero eso ahora le está costando que muchos digan que esa prisa era para robar.
El gobierno de Humala fue una traición desde el principio. No solo por los intereses internacionales que dejó que se instalaran en el país, sino porque le dió poder a su esposa para hacer y deshacer como quisiera, con un país que no había votado por ella. Aún así, algunos de sus programas sociales eran necesarios y funcionan bien hasta ahora.
Lo que nos lleva al último gobierno, ese que lamentablemente estamos sufriendo, que es el de Vizcarra. Es cierto que tiene poco más de 18 meses en el poder; pero él llegó como vicepresidente de una plancha que ya tenía un plan de gobierno delineado, lo único que debía hacer era ponerlo en marcha. Sin embargo, vemos que ahora ha cambiado totalmente lo que PPK prometió en campaña y nos ha sumido en un vorágine de peleas, dinero y tiempo perdido que nos está empujando a un peligroso abismo de descontento social, violencia y pobreza que no nos merecemos.
Vizcarra acusó al Congreso de detener el crecimiento del país, y con ese pretexto lo cerró, aplaudido por las masas desinformadas que ahora –desesperadas– se dan cuenta de que les mintieron, porque el Congreso no era el culpable de que la delincuencia se salga de control, los corruptos se burlen de la justicia y la economía se paralice. Estamos ante un gobierno que no hace nada de nada, que se dedica a “reinaugurar” colegios o postas de salud que ya existen, a entregar expedientes técnicos para que algún día alguien más haga una carretera, a entregar medallas. Pero gobernar realmente al país y sacarlo adelante, eso no lo vamos a ver, ni ahora ni nunca.
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