Úrsula Letona

En defensa del modelo económico

Nuestra Constitución no requiere un cambio, sino un Estado eficiente

En defensa del modelo económico
Úrsula Letona
19 de febrero del 2018

 

Seguramente esta semana continuaremos discutiendo si el dictador Nicolás Maduro puede arribar o no a territorio peruano para participar en la Cumbre de la Américas. El tema de fondo con el señor Maduro no es si nos resulta simpático o no, sino su régimen y la conducción de Venezuela. Para algunos, y me incluyo, representa la represión, la constante violación de DD. HH, el hambre y la corrupción. Para los internacionalistas que han opinado, es el Presidente de Venezuela y debería ser tratado como tal.

El régimen implantado por Chávez y continuado por Maduro —según estos tiranos— constituye el socialismo del siglo XXI, pero en realidad es una dictadura que ha generado desolación, pobreza, hiperinflación, delincuencia y corrupción. El discurso que se plantea en Venezuela, Cuba y otros países de regímenes de izquierda, es el de la igualdad material, mas no el respeto irrestricto a la libertad humana. Para la izquierda socialista chavista la igualdad se alcanza ejerciendo violencia sobre las personas; tal como lo hace Maduro, prohibiéndoles percibir los logros obtenidos en el ejercicio de su libertad.

Desde el liberalismo, contrario a la izquierda, se sostiene que el fin del Estado debe ser generar condiciones que permitan que aquellos que presentan limitaciones para ingresar a un sistema de movilidad social puedan contar con herramientas para lograrlo. Pero eso no significa colocar en igualdad material a todos. La izquierda socialista no acepta esta premisa, sino que denuncia que si hay diferencias en la sociedad, entonces siempre se tratará de una sociedad injusta y clasista.

Desde esta izquierda se pretende la igualdad mediante el intervencionismo. Para ello construyen discursos sobre conceptos como “interés común” o “bienestar general”, desconociendo completamente el interés individual de cada persona, pretendiendo que el “bienestar general¨ sea un ente colectivo absoluto que es representado por el Estado, el cual es el llamado a lograr tales fines.

Aquí incurren en otro error conceptual, pues no hay interés común de la sociedad fuera de la suma de la voluntad de las personas que la conforman. Por ello el Estado debe garantizar la protección de los derechos (libertad, propiedad, etc.) de todos los miembros de la sociedad, que es lo que finalmente permite a las personas lograr sus fines y contribuir al desarrollo social.

El problema de la doctrina construida por la izquierda radica en considerar a la sociedad como sinónimo de Estado, para construir el discurso de que el Estado entiende y configura debidamente el interés de los individuos que la conforman y, por lo tanto, puede imponérselo. Esto evidencia una doctrina que contiene los gérmenes del autoritarismo y del totalitarismo, y que bajo el discurso bien construido de servir a los ciudadanos, en esencia busca someterlos mediante la fuerza.

Ludwig Erhard, citado por Axel Kaiser, sobre los regímenes socialistas (Maduro, Castro y compañía) afirma que: “El resultado de esta peligrosa ruta hacia el Estado de Bienestar será la creciente socialización del ingreso, la mayor centralización de la planificación y el extenso tutelaje sobre el individuo con una cada vez mayor dependencia del Estado (…) al final tendremos un (…) Estado todopoderoso y la parálisis en la economía. (…) En el Estado del Bienestar, según toda la experiencia existente, significa todo menos bienestar y terminará repartiendo miseria para todos”.

El mercado, al contrario de lo que sostiene la izquierda, no es juego de suma cero donde algunos ganan y otros pierden. Un ejemplo claro es lo ocurrido en China y sus niveles de pobreza en la etapa de Mao Tse-Tung, y el gran desarrollo de la etapa de Den Xiao Ping, cuando este último apostó por el socialismo de mercado logrando sacar de la extrema pobreza a más de 700 millones de personas.

Dado que el mercado está conformado por personas que toman decisiones libres —a decir de Kaiser— y que colaboran para mejorar la situación de su entorno, este no solo es una fuente de riqueza y progreso, sino también una fuente inagotable de interacción humana, creatividad y movilidad social que permite el desarrollo de la sociedad. Por ello, sin el respeto al derecho de propiedad no puede haber libertad ni orden civilizado. Es así que la colectivización de los medios de producción ha sido acompañada de totalitarismo y pobreza.

Contrariamente a lo que se sostiene desde la izquierda, nuestro modelo “social de mercado” no es el problema, pues promueve la redistribución de los tributos y, por ello, permite que el Estado intervenga de manera focalizada, especialmente en educación o salud.

Hay que tener muchísimo cuidado con los mensajes que, bajo el manto de una pretendida igualdad, se quieren dibujar desde la izquierda. Nuestra Constitución no requiere un cambio de modelo, sino un Estado eficiente, honesto y capaz de profundizar y ejecutar las reformas que nuestro país necesita para crecer y para mejorar la prestación de servicios públicos.

 

Úrsula Letona
19 de febrero del 2018

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