Manuel Aliaga
Elecciones de telenovela
¿Dónde están los líderes morales y cívicos?
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Estas elecciones son una distracción, un espejismo. Nos hacen creer que hemos recuperado, o que estamos por recuperar, una cierta normalidad. Pero basta repasar nuestra historia reciente para ver que no debemos regresar a esa “normalidad” a la que nos hemos acostumbrado. Al día siguiente de la votación no habremos resuelto nada, y lo más probable es que nos encaminemos a repetir el mismo plato por enésima vez. El nuevo Ejecutivo que salga elegido, y el flamante Legislativo, darán vergüenza ajena un día sí y el otro también.
Esta campaña electoral demuestra una vez más que ni los votantes ni los candidatos ni las instituciones intermedias hemos aprendido la dura lección de estos últimos años. Nadie dentro o fuera de las agrupaciones de candidatos está en posición de ofrecer al país nada distinto a la gravísima inestabilidad crónica que venimos padeciendo, y que estas elecciones nos hacen olvidar. Nadie parece estar trabajando para pensar y proponer soluciones. El tema de la reforma necesaria ni siquiera está sobre la mesa.
En otros tiempos, y otros lugares, el desmoronamiento de los poderes del Estado (del que somos testigos pasivos) desataría movimientos transversales de protesta y cambio. Surgirían liderazgos y la ciudadanía se mostraría dispuesta a escucharlos. Si la situación fuese suficientemente grave, se alcanzarían consensos mínimos y se encontrarían salidas decorosas y esperanzadoras.
En cambio, aquí y ahora, las pocas (y muy mediocres) energías cívico-políticas que hemos sido capaces de reunir están "en campaña" unas contra las otras. Y la sociedad civil, muy entretenida, contempla el circo. Todos los indignados que hace algunas semanas marchaban iracundos por el centro de Lima están ya de vuelta en el sillón. Y quienes se llenaban la boca hablando de los jóvenes y las nuevas generaciones hoy no hacen sino masticar cancha. Algunos aprietan los ojos y tratan de creerse la telenovela. Otros, sin nada que decir ni que ofrecer, apoltronados en el cinismo y la desesperanza, y con el control remoto en la mano, se contentan con regalarle el campo de juego a los advenedizos y a los llaneros solitarios de siempre. Ah, pero eso sí: criticándolos a todos desde el sofá.
¿Dónde están esos liderazgos morales, cívicos, capaces de superar ideologías, tender puentes, crear conciencia, construir alianzas y movilizar actores para, juntos, concebir y consensuar una reforma mínima y aceptable para todos? Ciertamente no están en la campaña. ¿Estarán en las tribunas, diciéndose y repitiéndose que, "si los llamaran", ellos sí sabrían jugar el partido? ¿O son las viejas fanfarronadas de quienes siempre se tuvieron por “mejorcitos”?
¿Será posible que no tengamos actores con capacidad y voluntad de juntarse para buscar salidas? Si así fuese, la crisis terminal de nuestro sistema de representación será resultado natural del silencio, la pasividad y el vacío que encontramos en nuestras instituciones sociales, y en una ciudadanía carente de liderazgos, y poco interesada en generarlos.
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