Manuel Gago
El revolucionario Donald Trump
Primeros mandatos conmocionan a la izquierda
Donald Trump es tan ambicioso e innovador como aquellos que forjaron Norteamérica. Se pone vallas altas y revolucionarias. Hay, entonces, mucha expectativa mundial con respecto a su nuevo mandato. Veamos.
Elon Musk, el inversionista tecnológico, designado jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental, intentará derrumbar la burocracia estatal. El reto es hacerla competitiva reduciendo la planilla, lo que servirá para acelerar la “era dorada” que, con normas de estrategia nacional, moverá la economía y reducirá el desempleo. La meta es elevar la producción para enfrentar la oferta china, espantosamente demoledora en los mercados mundiales.
Trump apunta contra la delincuencia organizada, la que avanza es su país como lo está haciendo en el Perú. Ofrece, de ahora para adelante, calles y fronteras seguras. Los tentáculos de “El tren de Aragua” amenazaban con extenderse todavía más, con extorsiones y cupos de la mano de esos sicarios. La mafia venezolana y el narcotráfico han sido declarados organizaciones terroristas. Asimismo, se ha iniciado una guerra total y sin cuartel contra la migración ilegal de criminales. La migración no es solo un fenómeno social espontáneo de, por ejemplo, gente huyendo de la dictadura venezolana. Es, además, un plan político de destrucción de las raíces norteamericanas. La respuesta es la “deportación masiva”, medida radical para detener el avance de la delincuencia y del Socialismo del Siglo XXI.
“A explorar, baby”, le dijo Trump a los petroleros. Es hora de romper la dependencia energética: no más petróleo proveniente de la dictadura venezolana. El chavismo, mañosamente, compró la lealtad de los militares entregándoles la industria petrolera. Si esa industria petrolera –tan venida a menos– se derrumba en Venezuela, se cae ipso facto el poder del estalinista Nicolás Maduro.
Trump es garantía contra esa izquierda y contra la cultura woke, autores de la devaluación de las costumbres, familia, historia, valores y creencias religiosas. Es un férreo opositor de las dictaduras comunistas y de sus planes de asaltar el poder en las democracias latinoamericanas.
Junto a Joe Biden resolvió la tregua y canje de prisioneros palestinos por secuestrados israelíes. Pero, el conflicto no termina. Los terroristas de Hamás –los que tienen secuestrados a los palestinos en Gaza– han sido seriamente debilitados por las fuerzas judías, y Trump es el mejor amigo de Israel. “Seré pacificador”, ha dicho; en este contexto, la guerra en Ucrania terminaría finalmente. Putin sabe que el extremismo islámico representa un serio peligro para la seguridad mundial.
La Casa Blanca tendrá que ver con otros ojos a su “patio trasero”, para mantener esas “raíces estadounidenses” amenazadas por aventureros izquierdistas. Los demócratas del continente esperan más acción en lugar de discursos de buena voluntad. Trump, entonces, tendrá que cancelar los millonarios fondos de USAID destinados a minar la democracia y las libertades en favor de ideologías nocivas a la estabilidad de las familias, la sociedad y la política.
Si pues, Trump es la otra cara de Obama, Clinton y Biden. Es el presidente de los optimistas –sean negros, orientales o latinos– que ven en Norteamérica el sueño que en sus países es una pesadilla. Es el presidente de los camioneros, agricultores y de los que, en verdad, hacen grande a su país.
Y como era previsible, los opositores de Trump atacan, hacen eco de consignas. Dicen que “para apoyar a Trump hay que estar deficientes de valores morales y mal de la cabeza”. Para los colonizados por el neomarxismo, los seguidores de Trump son estúpidos, indecentes y malignos. Queda a la vista, una vez más, esa supuesta superioridad moral e intelectual de los izquierdistas y sus tontos útiles.
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