Darío Enríquez

El racismo nuestro de cada día

¿Un fenómeno recurrente e indomable?

El racismo nuestro de cada día
Darío Enríquez
08 de septiembre del 2020


Hace cuatro o cinco años el club de fútbol Real Garcilaso del Cusco fue multado por la Federación Peruana de Fútbol (FPF) debido a su “hinchada racista”. Durante un partido contra Alianza Lima, cada vez que el defensa Jhoel Herrera (de rasgos afroperuanos) tocaba el balón, la barra en la tribuna lanzaba gritos simiescos. El reclamo de este club y la sanción contra los cusqueños se supuso ejemplar. Pero un otro detalle fue dejado de lado: el capitán del equipo cusqueño era en ese entonces el conocido Luis “Cuto” Guadalupe, un futbolista que –como sabemos– es “tanto o más negro” que el afectado Jhoel Herrera. Guadalupe no solo fue capitán, también se constituyó en ídolo de la afición cusqueña ¿No es acaso un contrasentido evidente que una “hinchada racista”, caracterizada por su rechazo al "negro", tenga como capitán e ídolo deportivo a un afroperuano? Algo no cuadra.

En el fenómeno de la "otredad" encontramos una pista válida a explorar. Se denigra al "otro" y para ello se utiliza algún elemento "visible" o de fácil notoriedad. Nunca se usa contra los “nuestros" aunque tengan rasgos similares, sino siempre contra los "otros". Eso abre un espacio de conflicto social mucho más complejo. Es el uso peyorativo de una categoría lo que expresa esa "otredad" conflictiva. Lo vemos con los "rasgos andinos" en la referencia infeliz de Martha Chávez, pero también con la marca peyorativa "marginales de Los Olivos", los "nuevos ricos horrorosos" de Dammert, los "no contactados […] ignorantes y fanáticos" de Palacios y Cateriano. Y en formas más sutiles, como el uso de la palabra "pobladores" cuando se trata de gente que vive en zonas periféricas, mientras se llama "vecinos" o "ciudadanos" a la gente "decente" (como dice la marinera). Todo lo mencionado y más, tan condenable como difundido en nuestra experiencia cotidiana. En general, nos encontramos a la tangibilización del tristemente célebre GCU (gente como uno), tan arraigado por doquier, en contraste con "los otros".

Tratemos de establecer una definición de racismo que sea lo más neutral posible. No hay que caer en la sobreutilización del término, pues eso nos lleva a su trivialización. Y porque en la medida en que no esté claramente definido y delimitado, las acciones tendientes a combatir sus nocivos efectos sociales serán poco eficaces. Aunque la tarea de definir el "racismo" supera el formato de esta columna, podemos intentar un encuadramiento siempre provisional, y desde allí derivar aproximaciones, ideas y comentarios pertinentes.

Parafraseando la cita cruzada que De Castro (2010, p. 84) hace de Hugo Pesce, José Carlos Mariátegui y Wilfredo Pareto, podríamos decir que el racismo en el pensamiento se expresa al considerar a la raza como un factor válido y hasta cierto punto dominante –entre otros– para explicar "las formas del desenvolvimiento de una sociedad". De esta manera, el racismo aparece como desencadenante de discriminación y conflicto, tanto a través de los estratos socioeconómicos como de los diversos espacios e interacciones socioculturales.

Aprovechando la menciones que hace De Castro (2010) en referencia a José Carlos Mariátegui y el racismo que podríamos encontrar en sus ideas y sus obras, repasamos algunas de ellas, como una muestra de que encontrar estos elementos en espacios intelectuales tan insospechados nos da una pista de investigación para explicar cómo así este fenómeno se muestra tan recurrente e indomable hasta el día de hoy. Insospechado e imposible para algunos, debido al preconcepto positivo y una suerte de totemización de su figura con el paso del tiempo. Más allá del cuestionamiento a su falta de rigor académico y a que parte de sus ensayos pueden contener fabulaciones, al no contar con estudios de campo (propios o de terceros) ni referencias sólidas. Como dijo el profesor español Juan Ramón Rallo, "las ideas son importantes porque tienen consecuencias".

En el ensayo que "El Amauta" denomina "El problema del Indio", muestra sobre todo un enfoque de "discriminación positiva" para con la gente andina, pero en ese esfuerzo por encomiar la visión andina, comete dos despropósitos racistas : "La raza indígena es una raza de costumbres y de alma agrarias" (7 ensayos, p. 36) encasilla una raza con un oficio, pero con el tiempo muchos indígenas (mestizos incluidos) han demostrado que son tanto o más capaces de emprender cualquier otro tipo de actividad, que no hay ni límites ni restricciones racialmente predeterminados. También, tal vez tratando de justificar o atenuar cierto conformismo indígena, nos dice que "El gamonalismo […] tiene en el mantenimiento de la ignorancia del indio el mismo interés que en el cultivo de su alcoholismo" (7 ensayos, p. 33), generalización inaceptable de un indio caracterizado como "ignorante y alcohólico" aunque por influencia del gamonal.

Es mucho peor cuando trata de asiáticos o negros. Las citas en estos casos son abrumadoramente negativas : "El chino y el negro complican el mestizaje costeño. Ninguno de estos dos elementos ha aportado aún a la formación de la nacionalidad valores culturales ni energías progresivas" (7 ensayos, p. 287). Para la fecha en que se escribieron los 7 ensayos, por lo menos la "negritud" era un componente importante de nuestra música criolla, mientras la influencia china en la agricultura costeña ya era notable luego de transcurridos casi 90 años de los primeros migrantes chinos en el Perú. Otra cita referida a los chinos: "Lao Tsé y Confucio han arribado a nuestro conocimiento por la vía de Occidente […] El chino [migrante] parece haber inoculado en su descendencia, el fatalismo, la apatía, las taras del Oriente decrépito" (7 ensayos, p. 288). Ahora una cita a continuación sobre los negros: "El aporte del negro, venido como esclavo, casi como mercadería, aparece más nulo y negativo aún [que el de los chinos]. El negro trajo su sensualidad, su superstición, su primitivismo. No estaba en condiciones de contribuir a la creación de una cultura, sino más bien de estorbarla con el crudo y viviente influjo de su barbarie" (7 ensayos, p. 288). Un minuto de silencio.

En descargo de estas ideas, podría decirse que en esa época (la entreguerra), las ideas racistas eran mucho más abiertas y agresivas que hoy, tanto que "contaminaban" hasta el discurso de quienes decían estar contra el racismo. También, que en verdad (como hoy) se trata más de etnia y cultura que de razas propiamente dichas. Pero las ideas siguen allí y parecen haber tomado un lugar sólido en el subconsciente colectivo. La discriminación étnico-social y el conflicto de la "otredad" mantiene gran vigencia en nuestra sociedad y presenta un reto central en la tarea de reconstruir nuestro tejido social, muy inestable antes de la crisis sanitaria y casi en escombros en medio de esta crisis que pronto debemos empezar a remontar. Las nuevas generaciones serán beneficiarias o víctimas de nuestros éxitos o fracasos en estos y otros temas.

Darío Enríquez
08 de septiembre del 2020

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