El político y la pandemia como complejidad

No creo que exista ni un solo peruano de buena voluntad que no desee que este Gobierno triunfe en la lucha contra la pandemia del coronavirus, las diversas manifestaciones de la voluntad de colaborar en este propósito así lo confirman. Pero para que esta colaboración se materialice es fundamental la conjunción de tres elementos: disposición al diálogo por parte del Gobierno, tolerancia frente a la discrepancia y, finalmente, información, hechos concretos, simplemente información.

El solo hecho de plantear la necesidad de la convergencia de estos tres asuntos ya nos dibuja un país con serios problemas de integración. La pandemia nos agarra en un momento de debilidad, con un escuálido tejido institucional, desgastado por un insensato enfrentamiento que culminó en la renuncia de un presidente, la disolución inconstitucional del Congreso y la asunción del vicepresidente. En otras circunstancias tendríamos una suerte de Estado mayor enfrentando la pandemia y un tejido institucional aportante y crítico. Hoy no lo tenemos; sin embargo, no es óbice para que no se tenga. Todo depende de la voluntad y decisión política de los hombres y mujeres de Estado.

Por lo pronto, a la hora de convocar el Gobierno debe dejar de lado la polarización que hoy ha dividido al país. No existe un “nosotros” contra un “ellos”, sino un “todos”. Las etiquetas deben dejarse de lado en aras de un enemigo común. El diálogo dinámico, desde ese punto de vista es imprescindible. 

En el mismo sentido, el Gobierno debe ser tolerante con las críticas y con las posiciones divergentes. Estas enriquecen el debate y, por tanto, la decisión final. Descalificar solo por pensar distinto empobrece las democracias, condenándolas a las cadenas del pensamiento único que, como sabemos, es el gran contenedor del autoengaño. 

Y por otro lado es importante conocer la realidad, el contexto, los recursos que tenemos, las posibilidades que asumimos y los riesgos que enfrentamos. Todo ello se logra con información, con data que, por cruda que sea la realidad, nos indique en dónde nos situamos. Pandemias como esta no se enfrentan con información maquillada, que es una suerte de edulcorante de la realidad, sino con datos duros que permitan elaborar una estrategia. 

Carl Schmitt dice que sin la distinción amigo-enemigo no surge lo político; es importante, por tanto, reconocer quién es el enemigo. Hoy es la pandemia. Por ello que se actúe apropiadamente en estos tres elementos resulta fundamental, ya que si realmente queremos ser exitosos en la lucha contra el coronavirus no bastará con medidas tecnócratas, sanitarias o económicas, sino que también deberán ser políticas e institucionales. El Gobierno debe entender que uno no escapa del pantano nadando, sino calculando los pasos y tomando en cuenta la realidad en que se encuentra.

Tejer un espacio de relación con las instituciones del Estado y sus diversas expresiones es clave para una derrota sostenible del virus. Si vemos los casos exitosos de jefes de Estado en esta crisis mundial notaremos que se han caracterizado por brindar información real y una convocatoria general para enfrentar una situación concreta. 

El político tiene la obligación de ver el horizonte completo y complejo, y no ensayar soluciones simples, que son las que le gusta a la gente que se desconcierta ante la complejidad. Y esa actitud política no la estamos viendo en la actualidad. Sin embargo, estamos a tiempo de cambiar.