Raúl Mendoza Cánepa
El hambre y la revolución
¿Desde cuándo un presidente tiene que ser escoltado por centenares de policías?

Quien estudie bien la Revolución francesa advertirá que la hicieron los sans culottes o desarrapados, fue el hambre. Valga esta interpretación materialista. Juguemos al mismo juego. No fueron los grandes ideales y la lucha ideológica librada por los políticos antimonárquicos, había un clima “destituyente”, la gente quería destruir al gobierno porque había llegado al límite. La francesa fue una revolución popular.
En los cambios dramáticos de la historia son los más pobres los que mueven la maquinaria demoledora. No quieren una nueva Constitución, quieren comer, trabajar, emprender y, por tanto, no es el Derecho el objeto de cambio, es el gobernante. Si bien en un primer momento fue la clase media la que marchó contra Castillo, en un segundo momento no será ella la que se aglutine en la calle, será C, D y E. No por una razón ideológica sino muy básica, el desengaño y la necesidad. “Levanta muchas expectativas y cosecharás el viento y con el viento las tormentas”. Esa es la trampa de la demagogia populista, el “no más pobres en un país rico” será examinado a la luz de la realidad en un contexto que ha sido lapidario en diversos momentos de la historia, el de una crisis mundial. En 1929 varios gobiernos capitalistas cayeron por la gran depresión. Wall Street tuvo un impacto tal que el viejo mundo se desmoronó. En el Perú cayó el régimen de Leguía y, pareciera, alguna incidencia tuvo tal crisis en el crecimiento de los partidos de masas.
El escenario es diferente, la gran crisis y la “hambruna” que se cierne con inflación y recesión, cuando no bancarrota, tocará al régimen hegemónico en América Latina, uno muy distinto al de 1929. Sirva de profecía y de golpe al Foro de Sao Paulo, en un año una buena parte de gobiernos de izquierda será sacudida por la crisis y será la gente en las calles la que los quite del poder. El hambre es el nervio revolucionario y Pedro Castillo sabrá lo que es defenderse del pueblo que lo puso en el poder. Digno es que se vaya antes de la agitación, porque ella vendrá y será entonces una salida traumática. No se requieren tanques ni marchas civiles en el Campo de Marte, las oleadas vendrán de las regiones y los barrios. Menos cultivos, precios más altos, escasez y una queja única que crece como bola de nieve.
¿Desde cuándo un presidente tiene que ser escoltado por centenares de policías para defenderse del pueblo? Sí, defenderse, porque de eso se trata gobernar contra la historia y no tener siquiera el respaldo de la clase media, avisada y aterrada por el siniestro sino del castrochavismo.
Hambre y corrupción, prófugos y audios, una mezcla que termina por dinamitar al poder. ¿Para qué banderolas y zapatillas? El sabio que conoce la historia y la realidad, simplemente se sienta a ver el cadáver de su enemigo pasar.
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