Jorge Varela

El gran desafío del Covid-19

Amar la vida y defenderla cueste lo que cueste

El gran desafío del Covid-19
Jorge Varela
06 de mayo del 2020


Desde mi hogar, donde permanezco confinado voluntariamente (lugar que se ha convertido en una especie de torre panóptica), veo y escucho día a día, hora a hora, casi minuto a minuto, lo que le está ocurriendo a miles de millones de seres que habitan este mundo tan duro y frágil a la vez. Mediante los periódicos, la televisión, Internet y otros medios de comunicación y redes sociales recibo noticias a raudales, tantas que si el contagio del Covid-19 no me lograre enterrar, es posible que antes sucumba intoxicado por exceso de información y desinformación interesada. Así de vertiginosos y extraños son los tiempos actuales. Si a este cuadro le agregamos los años de existencia, ya puede el lector sacar algunas conclusiones.

¿A qué viene esta introducción demasiado personal? A las singularidades y consecuencias que está generando la expansión de la pandemia en los comportamientos y costumbres humanas. Para comenzar, estamos sometidos a un virus agresor sin conciencia, que no tiene ética ni ideología conocida, que desprecia a los ancianos y se comporta como si fuese un siniestro pedófilo seductor de menores, a quienes convierte en vectores para exterminar viejos y enfermos crónicos, hipertensos, diabéticos, obesos y personas afectadas por insuficiencias respiratorias y cardíacas, entre otros cuadros clínicos. Sin titubeos ha aislado físicamente a los componentes del cuerpo social, obligándolos a encerrarse en sus respectivos caparazones, precisamente cuando más se requiere de cercanía fraterna y de afecto solidario. A este virus que no sabe de globalización ni de multilateralismo, no le interesa la cooperación internacional ni la solidaridad entre los pueblos. 

El Covid-19 es hoy la expresión contemporánea de un poder omnímodo sobre la vida y la muerte, que al eludir el orden mundial y la maquinaria de los Estados ha avanzado y puesto de rodillas a todos los continentes. El monstruo está ahí, allá, en todas partes, penetrando hasta dejar sin respiración a miles de seres, como si fuera un frío emperador oriental o un genuino terrorista del siglo XXI, que inició su viaje de espanto desde un lugar de la ciudad de Wuhan y no ha cesado de causar horrores.

Invisible al ojo humano, el virus no necesita esconder su perversa identidad y su obscena “corona” para atacar de modo seguro nuestra casa común (el cuerpo). Prescindiendo del uso de mascarilla, cubreboca o barbijo, se enfrenta desafiante a las multitudes indefensas que en su desesperación sí se enmascaran con pequeños escudos protectores de tela para obtener algo de esa débil y esquiva inmunidad primaria. Como se sabe, este ente genocida muta y adapta su genoma con cinismo, igual que los de su especie. (People’s Daily, periódico oficial chino, divulgó que había tres versiones o variantes del coronavirus). 

Durante su paso desastroso por el planeta se ha convertido en un verdadero huracán que ha esparcido vientos adversos por doquier. En sociedades abiertas ha apagado las libertades y derechos elementales y torcidamente se ha desviado antes de su ingreso a naciones donde el control ciudadano es el fundamento constitutivo de sus instituciones, acrecentando aún más la restricción de las libertades mínimas. Así ha fortalecido a los Estados y gobiernos fuertes y ha incentivado la aplicación de medidas cohercitivas e intrusivas en Estados liberales permisivos. Simultáneamente ha debilitado al mercado, para alegría de los neo anticapitalistas, y erosionado las bases en que se sustenta el andamiaje de la economía mundial. El mismo virus funesto, el virus maldito, the bad virus, elimina a las personas a través de las vías respiratorias, asfixiándolas. Por si no bastara con eso, a los sobrevivientes sin trabajo y a los más desvalidos los matará de hambre, después de causar la pérdida de millones de empleos. Su capacidad de exterminio cruel focalizado ya la quisieran tener aquellos políticos jóvenes, millennials y centennials, dispuestos a dar lo que fuere para conseguir su objetivo de desplazar definitivamente a los miembros de la viejas élites gobernantes. 

¿Hubo o hay un cerebro detrás de este ente descerebrado que se comporta cual si fuera un injusto e implacable Dios castigador, discriminador e inmisericorde? ¿Es un aviso para el homo sapiens, como ha dicho José Mujica? ¿Es esta la venganza de un ente nihilista contra el Ser heideggeriano? ¿Tendrá nuestra pobre humanidad otra oportunidad? 

El desafío que nos urge consiste en amar la vida, defenderla aunque nos cueste, luchar solidariamente por ella. Y siempre sin desmayo, sin hundirse en la desesperanza.

Jorge Varela
06 de mayo del 2020

NOTICIAS RELACIONADAS >

Izquierda progresista y procapitalista inclusiva

Columnas

Izquierda progresista y procapitalista inclusiva

La izquierda democrática en su afán por adaptarse a los ...

14 de mayo
Democracia compuesta

Columnas

Democracia compuesta

José Rodríguez Elizondo, gran escritor y diplomát...

07 de mayo
Reformas políticas en suspenso

Columnas

Reformas políticas en suspenso

“Hay que partir por la sala de máquinas, por reformas que...

30 de abril

COMENTARIOS