Tino Santander
El gobierno exacerba conflictos
No hay política de estado para arbitrar intereses de empresas y comunidades.
Los conflicto sociales son naturales en la sociedades democráticas. Expresan las pugnas por el poder entre grupos o sectores sociales con intereses diversos. En el Perú, los conflictos sociales son complejos por la diversidad cultural, económica y social del país.
Destacan los de carácter ambiental. También están los que responden a reivindicaciones económicas, derechos civiles (la unión civil); ordenamiento territorial; y negociaciones de empresas extractivas o de infraestructura con las comunidades. Todas tienen algo en común: la ausencia del estado.
Los conflictos sociales reflejan el miedo a perder (el agua, por ejemplo) o la esperanza de conseguir mejores condiciones de vida (una carretera, un hospital, un colegio). No existe una política de estado para arbitrar los diversos intereses de las empresas y comunidades. La licencia social es producto de la violencia, paros, movilizaciones. El estado en sus tres instancias (nacional, regional y local) no existe. Los conflictos sociales desbordados en la violencia callejera son el resultado de la crisis de representación política. Los partidos políticos no representan a nadie en el Perú (salvo sus propios intereses). Por eso los pueblos se organizan en “asociaciones de alcaldes de centros poblados”, “Frentes de Defensa”, “comités de lucha”, etc. Muchas veces con plataformas contradictorias pero que demandan atención y diálogo oportuno.
Existe, también una visión racista sobre las protestas o demandas de los pueblos del Perú. Son los “cholos y chunchos amazónicos” los que impiden el desarrollo económico- desde la mirada empresarial limeña-. Sin embargo, las protestas no tienen esa calificación racista cuando los vecinos de San Isidro se oponen a la construcción de edificios y centros comerciales en sus barrios residenciales. Allí no atentan contra la inversión. Defienden un “modo de vida”.
La democracia es diálogo, tolerancia, libertad política y económica. El pueblo peruano, no cree en el diálogo de los políticos. Dice “no pasa nada”. Cada uno tiene un lenguaje propio, como señala Hugo Otero. NO hay gobierno. No tienen autoridad. Administran torpemente el país. Promueven los conflictos sociales por su inacción o deliberadamente.
Las elecciones del 2016 peligran, está latente una revuelta general contra el gobierno. Su incapacidad para enfrentar los conflictos sociales, y la corrupción vinculada al “líder socialista” Martín Belaunde -como él se califica-, amenazan a la mal llamada “pareja presidencial”. Los gritos destemplados de los congresistas oficialistas son expresión de impotencia.
El gobierno nacionalista alienta la confrontación con sus adversarios y usa a los que considera inocuos o pequeños. Promueve sutilmente una guerra de todos contra todos. No existe otra salida que la de un cambio integral del Gabinete Ministerial. No hacerlo sería irresponsable con el Perú. Se requiere un Gabinete que garantice elecciones limpias.
Ingeniosamente, algunos “líderes” claman por un “golpe de estado” (Isaac Humala) que restaure la “Constitución de 1979”. Otras (Nadine) quieren desaparecer las huellas de los servicios de inteligencia ante la denuncia de que un sentenciado por narcotráfico es espía de esos servicios. En el Perú, reaccionamos ante los hechos consumados.
Parece un escenario preparado para agudizar los conflictos, el desorden y la confrontación política. La guerra de todos contra todos y buscar una “salida golpista”. Claro, no es posible en el Perú, un golpe militar. Ollanta Humala, tiene “impecables credenciales democráticas”. Las Fuerzas Armadas, “tienen una tradición democrática”. Son especulaciones de intelectuales que desconocen la historia del Perú. Nada que ver. Vamos camino al primer mundo como lo señala los empresarios de Confiep. Jajajaja, se ríen los pulpines.
Por Tino Santander
17 - Feb - 2015
COMENTARIOS