Carlos Hakansson
El estilo Milei
Las duras políticas económicas demandan un ejemplo de austeridad

Las primeras semanas de gobierno del presidente argentino, Javier Milei, han estado cargadas de anuncios de políticas de cambio sobre el modo cómo el gobierno administra los impuestos. A ojos de un observador extranjero, las primeras medidas anunciadas por su ministro de Economía no parecen haber sincerado las cuentas de un plumazo. Los especialistas sostienen que el precio del dólar debió ser el equivalente a 1,200 pesos argentinos, y no 800. Milei ha continuado dictando un conjunto de medidas económicas con la finalidad de eliminar gastos superfluos en la administración pública y culminar con el fomento del clientelismo, así como eliminar barreras burocráticas para dinamizar el mercado.
La respuesta de la oposición no tardó en llegar. El anuncio de paro nacional y marchas por las calles busca manifestar el descontento, pero todo verdadero cambio demanda medidas realistas. Las matemáticas no mienten. El cobro de la educación en universidades públicas para extranjeros no será popular para los residentes, pero es coherente con la política de austeridad que Milei desea implementar bajo su administración. El problema será la capacidad del gobierno para continuar sus reformas acompañado del apoyo de la mayoría de ciudadanos.
Los resultados no serán inmediatos y el cuidado de no mutar en una “nueva casta con privilegios” estará en el ojo público. Un gesto presidencial son los viajes en vuelos comerciales y otras buenas prácticas que podrán sumarse en el tiempo. Las duras políticas económicas demandan un ejemplo de austeridad del gobierno para “comprar tiempo”, hasta anunciar los resultados en su primer año de gestión.
Si somos realistas, la “reingeniería” de la administración pública tomará más de cuatro años, que coinciden con la duración del mandato presidencial. La necesidad del partido de gobierno para continuar con sus políticas, a pesar de la oposición política dentro y fuera del Congreso, demandará del presidente la capacidad inmediata para extirpar a tiempo cualquier indicio, acto o red de corrupción al interior del ejecutivo, mostrando reflejos para propiciar los cambios que sean tan necesarios como saludables.
Como sabemos, Argentina goza de una Constitución de aceptación y reconocimiento histórico ciudadano, que no fue signo de división y cambio durante el socialismo del Siglo XXI en la era kirchnerista, pero sí objeto de erosión con la aprobación del aborto. Es evidente que los cambios no se resumen en lo económico, pero sí el camino por donde comenzar. Por eso, una reforma que sirva de ajuste hacia el futuro es un blindaje al banco central similar al peruano para la salud macroeconómica.
Finalmente, no faltaron analistas que asocian las primeras reformas impulsadas con lo aplicado en el Perú durante los años noventa; al punto, de considerar la posible amenaza de un golpe de Estado para consolidarlas. En ese sentido, considero que Javier Milei sabe que cometería un error intentando continuar sus reformas estructurales fuera de la senda democrática. Su constante referencia al talante de Juan Bautista Alberdi es una señal de garantía de su estilo y vocación como gobernante.
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