Darío Enríquez

El Estado no somos todos

Cuidado con las tendencias totalitarias

El Estado no somos todos
Darío Enríquez
30 de junio del 2020


El Estado surge de un proceso de evolución política y sociocultural cuyos orígenes pueden remontarse a la antigüedad más remota que podamos imaginar. Sin embargo, las comunidades humanas (sedentarias), la organización social e instituciones como la familia y los clanes, preceden con claridad a la idea de Estado.
Aunque la antigua civilización helénica sea evocada como fundamento de democracia, Estado e institucionalidad, las bases del Estado de hoy se establecen en la Europa medieval y moderna, a partir del ocaso de las monarquías absolutistas y la emergencia tanto de monarquías parlamentarias como de las repúblicas.

Todo este proceso apuntó siempre a proteger y difundir el reconocimiento de derechos fundamentales de vida, libertad y propiedad. Un reconocimiento que en el tiempo fue extendiéndose a clases sociales y grupos humanos (etnias, razas, sexos, origen) que en su momento estaban fuera de la esfera de ese reconocimiento por parte del Estado.

El Estado moderno se fundamenta en tres elementos diferenciales y diferenciados: pueblo, territorio y gobierno. Por lógica elemental, una parte conceptual no puede ser igual al todo conceptual. Pueblo en tanto concepto no es sinónimo de Estado. Por eso, el Estado no somos todos, cuando “todo” refiere al conjunto de ciudadanos, al pueblo. Hay un poder que pertenece al pueblo, y este lo delega temporalmente en el Gobierno. El territorio es el espacio geográfico en que se ejerce ese poder. En la interacción de pueblo, territorio y gobierno emergen objetivos más o menos compartidos, un pasado histórico y una heredad que se reconoce como común, diversidad de identidades que deberían tender a una convergencia o hacia una convivencia pacífica si acaso no resuelven sus diferencias. En medio de ello, impera el “derecho a la violencia” tal como lo resalta Max Weber (1919): 

El Estado es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio, ejerce el monopolio de la violencia física legítima […] el Estado es una relación de dominación de hombres por hombres […] requiere que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese momento dominan. 

No basta que un Estado que concentra demasiado poder ejerza la autolimitación, sino que debe encuadrarse en un sistema que establezca límites a ese poder. Esa es la clave de un Estado moderno y democrático. Sin embargo, en este siglo XXI, somos testigos y vivimos la época de un relanzamiento del estatismo. Se pretende que sea el Estado la “solución” a los problemas y desafíos que propone la realidad de un país. Nada más peligroso para la democracia y la protección de nuestros derechos fundamentales:

… un régimen es "autoritario" debido a su excesiva concentración del poder, es "totalitario" si, además de concentrar el poder, quiere que éste sea total por penetrar en la conciencia de los ciudadanos (Grondona, 2011).

Entonces, es importante que no caigamos en esa fórmula de “el Estado somos todos”, porque ese Estado en tanto organización está al servicio de nosotros los ciudadanos. Por ello, debe rendirnos cuentas de lo que hace. Como el Gobierno administra ese Estado, esa fórmula puede llevar (¡tantas veces lo hemos vivido en nuestra historia!) a que toda crítica al Gobierno sea rechazada por ser un ataque “a la patria”, y quien se atreva a cuestionar “es un traidor”. Más aún en nuestro país, donde Estado y Gobierno no tienen una distinción clara y la apelación al patrioterismo más burdo se ha vuelto una moneda corriente (fútbol y culinaria incluidos).

Cuidado. Quienes están al servicio de los ciudadanos tienen la obligación de rendir cuentas y son permanentes sujetos de escrutinio y crítica. Si no limitamos al Estado y permitimos que sea omnipotente y omnipresente, el sometimiento de ciudadanos convertidos en virtuales siervos será inminente. Conocer nuestros derechos, formarnos cívicamente, educar a las nuevas generaciones en el ejercicio ciudadano y, sobre todo, ser conscientes de la gran necesidad de limitar al Estado es el camino que nos aleja de toda autocracia y autoritarismo, hacia el objetivo de disfrutar el mayor grado de libertad y bienestar que seamos capaces de alcanzar como sociedad.

Darío Enríquez
30 de junio del 2020

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