Cecilia Bákula

Mayo, mes de los museos y la deuda del Perú con ellos

Nuestro país tiene una carencia absoluta de museos

Mayo, mes de los museos y la deuda del Perú con ellos
Cecilia Bákula
26 de mayo del 2025


Desde hace décadas, y promovido por el Consejo Internacional de Museos, entidad dependiente de UNESCO, el mes de mayo se dedica a celebrar, relievar, festejar al museo como institución fundamental en la sociedad. Es una institución que no solo custodia y preserva bienes de patrimonio material, sino que también es intérprete de la misma sociedad. Y hoy en día es una institución que resulta fundamental en el proceso educativo ampliado y colectivo; en el entendido de que los ciudadanos completamos y continuamos nuestra educación social, integral, humana fuera de las aulas y en nuestro entorno y que aprendemos a ser “nosotros” en comunidad, al vernos en la alteridad, al reflejarnos en el otro.

Esa labor de cuidar, mostrar, conservar e investigar la riqueza propia y la del otro son algunas de las funciones más importantes del museo como realidad social, única, valiosa, indispensable y es quizá lo que cada año, precisamente en el mes de mayo, se quiere destacar. Las sociedades más desarrolladas, con población más libre, educada y culta, son aquellas que curiosamente tienen más museos y hacen de la visita a ellos una práctica habitual, parte de la currícula, un evento frecuente en la escuela y una práctica repetida con gusto en la familia y a lo largo de la vida. En esos medios los museos tienen una oferta que atrae; son espacios que convocan y sin pretender ser más que museos –lo que es ya una inmensidad– sirven de muchas maneras a la comunidad a la que están asociados y, sin duda, territorialmente, es imposible medir su extendida influencia.

En un museo no solo se aprende, se goza, se ensancha el alma, el espíritu se deleita, se conversa con los objetos, se aprende del lenguaje de cada exposición. Y sin duda, en un país como el nuestro, rico, riquísimo en patrimonio material, en peruanidad abundante, en infinidad de tradiciones, leyendas, culturas, herencias, los museos deberían estar desbordados de personas ávidas de encontrar en ellos todo lo que no se encuentra en las aulas y mucho más de lo que a veces aporta la fácil, burda y barata tecnología.

Lamentablemente no es así en todos los casos. Y destaco el esfuerzo de muchos espacios de administración pública y privada que dan la cara con inmenso esfuerzo por ser esos espacios que todos requerimos. No obstante, nuestro país tiene una carencia absoluta de museos; son muy pocos, contados con los dedos de una mano los que podrían merecer el privilegio de recibir ese nombre y la razón de esa carencia es que no nos creemos nuestra propia riqueza, no nos vemos con seguridad en el espejo de la grandeza cultural.

Nos miramos pigmeos en vez de sabernos gigantes y, para colmo de males, es el propio sistema estatal el que se atreve a ningunear la necesidad de tener por lo menos un gran museo nacional; el sistema educativo nacional, malo y deficiente, no se ha dado cuenta que podría -tendría ya que haberlo hecho- que si supiera del potencial de un museo, habría contemplado la necesidad de utilizar esos espacios para reforzar conocimientos, transmitir amor a nuestra historia y nuestro glorioso pasado, haciendo uso de una exposición bien estructurada, de una puesta en escena adecuada, de un desarrollo museográfico coherente.

Y, en esa carencia dramática, nos encontramos con que el Perú tiene miles de miles de tesoros materiales que son admirados en el mundo entero menos por nosotros mismos y los encerramos en depósitos, los apretamos en anaqueles, los bloqueamos en bodegas oscuras e inseguras. Porque es más fácil el no hacer, que el coraje de tomar la decisión de lo pudiera verse inoportuno o políticamente incorrecto, pero indispensable frente a la historia: asumir retos.

¿Y cuál es ese reto, respecto a los museos que están bajo la administración directa del Estado? Poner en marcha el Museo Nacional ya construido en el distrito de Pachacamac. Puede ser que no sea perfecto; que yo misma no haya estado conforme con algunos aspectos, pero, ¡ya está! Y es una afrenta al país que, estando construido, sea un muerto que casi vegeta; y que no funcione; que, estando vivo, no tenga vida y que estando en pie, aunque sea el edificio, nuestra sociedad, anhelante de peruanidad, no pueda enriquecer su espíritu mirándose en el espejo de la riqueza que le pertenece.

¿Cómo es que el Perú se puede dar el lujo de no encontrar la fórmula para ponerlo en funcionamiento, rompiendo todas las ataduras administrativas que sea necesario? ¿Es que es imposible dejar de contar con tanto reyezuelo que se cree dueño de su mínimo puesto y es incapaz, por conveniencia, de hacer realidad ese museo de todos los peruanos? ¿Estamos esperando que haya una desgracia para lamentarnos? ¿Y si la máxima autoridad llega a tener conocimiento de esta realidad y decide dar el “hágase” para dar atención y solución a esta realidad urgente, indispensable? ¿O nos vamos a quedar con el elefante blanco vacío para pasar delante de él y llorar como ante el muro de los lamentos del patrimonio material?

Hay, además, la obligatoriedad de propender a contar con espacios de exposición dignos de nuestra riqueza cultural, que cuenten con las técnicas más avanzadas de comunicación y educación, así como contar con ambientes y depósitos de altísima seguridad para los tesoros que hoy se encuentran, en abundancia, tanto en Pueblo Libre como en el local del actual Ministerio de Cultura

Ya el bicentenario pasó casi inadvertido porque... tenemos tantas pequeñas y tristes explicaciones. Pero por qué no tentar la fortuna de desear se cumpla el derecho ciudadano de poder contar con un museo nacional donde nos reflejemos en nuestra belleza, historia y diversidad. Los museos son esos espacios indispensables en los que propios y ajenos, ciudadanos y turistas podrían comprender la grandeza de nuestro pasado, la fuerza de nuestro presente y el responsable orgullo que significa ser herederos de tanto y capaces de mostrarlo al mundo con excelencia.

El Estado tiene una deuda con todos los ciudadanos y abrir con toda la majestuosidad ese Museo Nacional impecablemente implementado es una obligación histórica. Ya no hablamos de costo; hablamos de deuda; hablamos de inversión; hablamos de patria, hablamos de futuro.

En cultura no se gasta; en cultura se invierte, con alegría y esfuerzo y el museo es per se, la expresión más alta de una sociedad que se mira con orgullo y dignidad. Que el Estado cumpla esa deuda con todos los peruanos, con cada uno de los más de 33 millones que somos, debiera ser un clamor popular porque la deuda es y debe ser pagada dignamente, con creces y excelencia.

Cecilia Bákula
26 de mayo del 2025

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