Darío Enríquez
El enfoque de género que divide a los peruanos
Preguntas y respuestas de un debate que aún no tiene lugar

¿Por qué el Estado pretende intervenir en esto? Siendo el tema de la educación sexual en infantes y adolescentes un asunto especialmente delicado, el Estado no tiene derecho alguno a intervenir sin que los padres de familia —titularidad inalienable en la formación de sus hijos— den su consentimiento expreso. No es difícil, y la crispación que provoca el tema no debería tener justificación objetiva. Pero desde el Ejecutivo hay quienes parecen maquinar mañana, tarde y noche las intrigas psicosociales necesarias para que los verdaderos problemas que le incumben al Estado —gestionados mal, tarde o nunca por las autoridades del gobierno central— no tengan los espacios y los tiempos que merecen en el debate público, siendo abandonados en forma flagrante, punible y despreciable por las autoridades del Ejecutivo.
¿Qué es lo que debemos hacer? Dicho esto, la solución es que se defina un programa de enseñanza exento de cualquier tipo de adoctrinamiento —definido y reconocido como tal por los propios padres de familia, como corresponde a un derecho inalienable— y todo adicional debería ser evaluado y eventualmente aceptado o rechazado por los padres de manera individual. De ninguna manera impuesto por falaz mayoría en encuestas (fáciles de manipular) o el pretendido forcejeo de ministros con escasas luces. No hay más.
A todo esto, ¿qué papel juega el enfoque de género? Un enfoque, dentro de la epistemología, es una forma arbitraria de abordar el estudio de una realidad o de un fenómeno. Dentro de las diversas disciplinas que podemos agrupar apropiadamente como "humanidades", es necesario que contemos con una amplia variedad de enfoques para el estudio de realidades y fenómenos cada vez más complejos. El enfoque de género, frente a las causas, procesos y consecuencias asociados a determinados hechos en estudio, propone identificar semejanzas y diferencias en el impacto que podrían tener en individuos o colectivos debido a su género. Por extensión, conceptos como la igualdad entre hombres y mujeres, son especialmente tratados —aunque no de manera exclusiva— por este enfoque; del mismo modo —tampoco en forma exclusiva— se agregan elementos de análisis que incorporan otros géneros "culturales" (híbridos o intermedios) entre los géneros "biológicos" de mujer y hombre.
¿Por qué hay una oposición tan abierta al llamado "enfoque de género" por parte de muchos colectivos comunitarios? Hay un diálogo de sordos entre quienes en forma estridente y vertical desean imponer programas educativos, frente a muchos padres de familia —con conocimiento o sin él—que lo rechazan. No es solo un problema del Perú, sino que es recurrente en la órbita a la que podríamos llamar los países occidentales, aquella en la que —dicho sea de paso— se ha logrado los mayores avances en términos de género para igualdad ante la ley e incluso igualdad de oportunidades, pese a todos los problemas que aún subsisten, porque la magia no existe y éstos no se resuelven ni con leyes, ni con enfoques, ni con abusivas imposiciones.
¿Acaso oponerse al enfoque de género es negar la igualdad entre hombres y mujeres? Nada de eso. La conceptualización del enfoque de género no es tan complicada ni combatida como podría creerse, todo lo contrario, el enunciado de "buenas intenciones" es compartido por la inmensa mayoría. Por eso las encuestas muestran un dudoso apoyo a tal enfoque cuando sólo se consulta por la conceptualización, pero es aplastantemente rechazado cuando se trata de su operacionalización. Este es el centro de las controversias y también desde allí podemos apreciar el fracaso de este enfoque de género aplicado hace muchos años en países "avanzados" (véase las comillas).
¿Cuál es el problema con la operacionalización? Pues tiene un grave defecto de origen, que radica en la creencia fundamental -es parte de la arbitrariedad de todo enfoque el hecho de ser portador de creencias, visiones o weltanschauung- de que todo sería mucho mejor en términos de igualdad de género si es que a infantes y adolescentes les transmitimos información como si se tratará de adultos. Una visión ultra racionalista cuyos resultados acusan ser diametralmente opuestos a sus propósitos. Los portavoces del enfoque de género no contaban con que esta operacionalización iba derivar en una hipersexualización de infantes y adolescentes. Que se iba a propiciar una trivialización del tema sexual a contrapelo de la ‘sacralización’ (véase las comillas) que existía en la educación ‘convencional y conservadora’ que teníamos antes. Que, en nombre de una falsa libertad, la frivolización del matrimonio, la estigmatización de la maternidad y la normalización de la promiscuidad tendrían un efecto devastador en mentes infantiles y adolescentes, siendo todas ellas parte de consideraciones y decisiones adultas que cada quien es libre de aplicar en su vida. Una pérdida de moralidad que no ha llevado a una nueva moralidad paradisiaca como pretendía el enfoque de género, sino a un amoralidad manifiesta, creciente y peligrosa. Una moralidad que se va, que tenía raíces cristianas y que hoy es acusada de ser ‘fundamentalista’ (como algunos activistas de género suelen señalar peyorativamente), mientras al mismo tiempo estos activistas ignoran la terrible situación de mujeres en países con moralidad basada en otras raíces socioculturales e históricas.
¿Pero acaso los países avanzados no han resuelto el tema de la igualdad y la violencia contra la mujer basados en el enfoque de género? No es así. Pese a todas las dosis inimaginables de tal ‘enfoque’, países como Suecia o Dinamarca no han logrado reducir los guarismos de violaciones sexuales y agresiones físicas de hombres contra mujeres. En USA, los embarazos adolescentes se incrementan día a día, pero eso se ‘resuelve’ con millones de niños asesinados en el vientre materno (muchos incluso en el noveno mes de gestación), bajo el eufemismo de la ‘interrupción’. Tampoco se han reducido significativamente las cifras de suicidios en transexuales y homosexuales, en comparación con otros grupos poblacionales. Mientras tanto, España ha visto con asombro el surgimiento de tribus urbanas de violadores en masa como ‘La Manada’ entre jóvenes españoles que fueron educados al 100% con los métodos, instrumentos y ‘valores’ del enfoque de género. Con una sexualidad reducida a mero instrumento de placer, se implanta una amoralidad en la que todo vale y de ese modo -entre otras aberraciones- la negación de una mujer a tener relaciones sexuales importa poco, ella sería una aguafiestas más contra el placer por el placer “al que todos y todas tenemos derecho”. Las violaciones también se justifican ahora por su colectivización.
¿Acaso no necesitamos un cambio radical en este tema y los ‘conservadores fundamentalistas’ lo impiden? De la manera como es mal utilizado el llamado ‘Enfoque de Género’ -un enfoque entre muchos- termina siendo el nuevo abracadabra de los constructivistas sociales, convirtiéndose en la peor de las ideologías cuando pretende ser la solución a todos los males y se une a la fuerza del Estado para ser impuesto en forma violenta, sin dudas ni murmuraciones. Tal enfoque termina siendo hoy tal vez el más perjudicial entre la multitud de artefactos pseudocientíficos que nos endilgan quienes en una suerte de “eterno retorno”, hoy se proponen otra vez construir el paraíso en la Tierra. Se estarían confirmando los temores de quienes los denuncian como la nueva cara de viejos totalitarismos. Primero lo habrían perpetrado desde la intervención vertical y autoritaria en economía, siguiendo las viejas, erróneas y sangrientas consignas del anacrónico hijo de Tréveris. Ahora, frente al fracaso evidente de todas sus variantes políticas y económicas en el último medio siglo, volverían de la mano de Gramsci, junto a otros y otras ‘intelectuales’ para intentar su ‘revolución’ desde la cultura: Medios de comunicación, Escuelas y Universidades, serían sus espacios preferidos.
¿Y las leyes para resolver el problema? La acusación de “contrarrevolucionario” y el envío al Gulag, al manicomio o a la fosa común era bastante frecuente en el paraíso político y económico del socialismo real de la URSS, China maoísta, Camboya, Cuba, Corea del Norte, etc. Todo ‘legal’. Hoy se tiene leyes que instituyen el “crimen de odio” y destruyen la vida profesional, personal y familiar de quien osa pensar diferente. Es la grave herejía para la nueva inquisición del siglo XXI. Otro paraíso desde la “construcción social”. Como se trata nuevamente de una lucha contra la realidad y el sentido común, están destinados al fracaso. Pero la fuerza destructiva de su acción no puede subestimarse y el proceso puede ser largo, penoso y abusivo. Cuidado.
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