Jorge Varela

El capitalismo no ha muerto

China lo continúa nutriendo día a día

El capitalismo no ha muerto
Jorge Varela
06 de agosto del 2020


Una avalancha de artículos y estudios se ha precipitado, en plena pandemia, tratando de predecir el futuro del capitalismo, con distinto énfasis y enfoques diferentes que apuestan por su supervivencia histórica o lo dan simplemente por muerto. En tanto, junto con la decadencia del comunismo y de sus ramificaciones, se ha reactivado el debate acerca de hacia dónde avanza la humanidad, si es que avanza en alguna dirección.

En paralelo la pandemia de hoy ha aumentado enormemente la brecha de la desigualdad social en un período de pocos meses. Millones de personas en el mundo se encuentran cesantes y están en medio de una pobreza solo comparable a la década de los años treinta, época de la Gran Depresión. 

Se ha dicho que como secuela del desempleo y pobreza existentes, sobrevendrá en varios países un clima favorable a las protestas contra el capitalismo, contra el neoliberalismo o contra la globalización. En concordancia con ello, de acuerdo a un análisis y proyección no beligerantes, hay que deducir que el incremento coyuntural y estructural de la desigualdad tendrá una influencia estratégica determinante en las plataformas político electorales de los próximos años.

Como se sabe, la idea de que el capitalismo está agonizando se ha convertido desde hace años en el deseo no satisfecho de muchos ideólogos, economistas, políticos, académicos de variado signo, no solo de sesgo marxista. Este sueño no cumplido representa la contratesis a lo expuesto por Francis Fukuyama en “El fin de la historia”. (Una idea que hoy “parece anticuada e ingenua”, pero que aportó sustento a la doctrina económica neoliberal, a juicio de Joseph Stiglitz, en una opinión publicada en la revista Nueva Sociedad, noviembre de 2019). 

Sobre este asunto es oportuno indicar que muchas de las opiniones referentes a una deseada fase terminal del capitalismo son similares a los argumentos que anunciaron hace 30 años el fin hegeliano de la historia. Algo que parece no inquietar demasiado a los gobernantes de la República Popular China, ni menos a los más de 300 fundadores de empresas como Huawei, Alibaba, Lenovo, que conforman la avanzada del “capitalismo rojo”. 

Fukuyama: fin de la historia, democracia liberal y capitalismo 

Diversos pensadores comparten la idea de que la historia tiene un final, de que la humanidad se mueve hacia una meta. Esta idea de una historia finita, implícita en la concepción cristiana, es inherente a la idea secular de progreso que basa el sentido de la historia en la consolidación de la libertad. 

El mencionado Fukuyama se inspiró en una interpretación dialéctica hegeliana para exponer en 1989, que la democracia liberal podía constituir el punto final de la evolución ideológica de la humanidad y que, como tal, marcaría el fin de la historia. Fukuyama ha vinculado el avance científico tecnológico a la creación de una cultura universal económica denominada capitalismo, sistema conocido por su flexibilidad y capacidad de adaptación al progreso. No obstante, el capitalismo no debiera entenderse como el sostén exclusivo de una democracia liberal moderna, –racional, universal y homogénea–, pues el capitalismo no es por sí mismo la única razón suficiente.

Byung-Chul Han: repensar el capitalismo destructivo

El filósofo surcoreano Byung-Chul Han, un crítico del curso del capitalismo y de sus excesos, sostiene que no será el Covid-19 el factor que empuje un cambio en la economía y en la sociedad, aunque este virus haya reactivado temores ocultos en el sistema mismo. “Somos nosotros, personas dotadas de razón, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo, y también nuestra ilimitada y destructiva movilidad, para salvarnos a nosotros, para salvar el clima y nuestro bello planeta”, concluye (diario El País, España, artículo “La emergencia viral y el mundo del mañana”).

Byung-Chul Han agrega que su par esloveno Slavoj Žižek se equivoca al decir que el virus ha asestado un golpe mortal al capitalismo, pues “el virus no vencerá al capitalismo”. En la columna citada le contradice respecto de los efectos que ha provocado y aún puede provocar la epidemia en la sociedad global (Žižek ha pronosticado un oscuro comunismo). 

La tarea de rediseñar al capitalismo 

Varios expertos en economía han denunciado con fundamento que América Latina está cosechando lo sembrado durante años de avasalladores gobiernos izquierdistas o marxistoides, y de administraciones neoliberales sin respaldo popular, cuyas políticas públicas han castigado la calidad de vida de las personas, afectando negativamente el número de empleos y los sistemas de salud pública y de seguridad social, entre otros tantos efectos perniciosos. 

De ahí que la respuesta a la desigualdad que está aumentando en el mundo no es precisamente el llamado necio a triturar al capitalismo y a la economía de libre mercado. Por el contrario, la tarea urgente consiste en rediseñarlo y mejorarlo para que supere el invierno que atraviesa. Hoy es imprescindible crear riqueza sin atentar contra las formas de vida y el medio ambiente natural, dar trabajo estable y bien remunerado, desarrollar las capacidades de los trabajadores y procurarles acceso a la tecnología inteligente de punta, y no solo perseguir una mayor rentabilidad lucrativa; aunque el jerarca supremo de una religión proclame que “la riqueza es el estiércol del diablo”. 

Joseph Stiglitz ha escrito que “no es demasiado tarde para salvar al capitalismo de sí mismo” (en el libro Capitalismo progresista). Este autor explica que hemos pasado de la economía del bienestar a “la era del malestar”, donde el capitalismo “ha fallado a mucha gente”, por su crecimiento escaso y desigual. “Necesitamos que el Gobierno controle al mercado, que el mercado controle al Gobierno y que la sociedad controle a ambos”, señala. Su propuesta apunta a una mejor regulación del sector financiero, a la implementación de políticas fiscales distributivas más justas, a la utilización social de los cambios tecnológicos, al reequilibrio de la globalización, al freno del deterioro ambiental. 

¡Manos a la obra entonces!. Pronto habrá que imaginar nuevas fórmulas para reorganizar las relaciones entre el Estado y el mercado, extender los derechos a la mayor cantidad de personas y fortalecer de este modo un capitalismo con rasgos transparentes y democráticos, porque los humanos todavía no hemos llegado al límite biológico de nuestra capacidad política. Todavía “no es demasiado tarde para salvar al capitalismo de sí mismo”.

Jorge Varela
06 de agosto del 2020

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