Iván Arenas
El anti-establishment que viene desde lejos
Llegará impugnando el modelo económico y los avances sociales

Sin importar si las elecciones se convocan en el 2020 o el 2021, de alguna u otra manera podemos decir que existen sobradas condiciones para la irrupción de un posible candidato anti establishment. ¿Por qué? Por la sencilla razón de que la guerra de religiones que se ha levantado en los últimos meses en el Perú ha generado el descrédito de toda la clase política nacional (no solo de un sector, y además ha puesto de cabeza la gobernabilidad.
Ahora, antes de continuar vale aclarar que dicha guerra se inició con los resultados de la primera y segunda vuelta de las elecciones del 2016, cuando se supo que el fujimorismo obtenía una amplia mayoría en el parlamento y el Ejecutivo quedaba en manos de una coalición pegada con babas, como era eso llamado pepekausismo. El establishment que se organizó a la caída del fujimorato albertista —en alianza con los medios tradicionales, un sector del periodismo, así como con fiscales y jueces— inició un verdadero linchamiento que ha pulverizado al fujimorismo y ha arrinconado a la oposición. Todo ello con el manejo artístico de la opinión pública. Era la actualización del veto histórico al aprismo, pero eso es harina de otro costal.
Con tal de salvar el pellejo, el establishment político y mediático —que está metido de cabo a rabo en la corrupción brasileña— ha sido capaz de desorganizar la gobernabilidad, crear cortinas de humo y, como decíamos, manejar la opinión pública a base de periodicazos y encuestas. ¿Qué tenemos? Un presidente opositor muerto y la otrora líder de la oposición encarcelada. Quien ose criticar al Gobierno de Vizcarra será linchado como un fujiaprista más.
Pues bien, resulta que en este nivel de confrontación política —que ha generado demasiado estrés en la sociedad— existen todas las condiciones para la aparición de un candidato anti establishment que mande por la borda e impugne el régimen que se ha construido a la caída del fujimorato. En este contexto, perderán no solo los liberales que apoyan el linchamiento del fujimorismo, sino también todos aquellos que atizan la guerra política, pero que defienden el modelo económico. De alguna u otra manera también el fujimorismo era la barrera que impedía el crecimiento del chavismo en los sectores populares. A la caída del fujimorismo, ¿qué habrá?
El anti-establishment no saldrá de los contornos de siempre; es decir, no saldrá del consenso económico. El anti-establishment nacerá impugnando el modelo económico y los avances sociales, y será la voz del conservadurismo del mundo emergente, que reclamará su lugar en la historia y donde los valores tradicionales aún se conservan, porque las instituciones que allí se mantienen son la familia y el mercado más puro y duro. Así que podría levantarse un anti-establishment de derecha popular también.
Lo único que podría detener el avance de este anti establishment es un populismo (en el mejor sentido de la palabra) que recupere la centralidad y la ecuanimidad. Por ahora, Guzmán y Vero están descartados. Y personajes exóticos como Cáceres Llica podrían venir desde lejos.
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