Jorge Varela
Dos tesis antagónicas sobre el final de la historia
“El mundo está cambiando… y cambiará más” (*)
Acabamos de vivir los últimos días de 2024, expectantes por saber cómo se registrará su paso en los libros y relatos históricos. No fue un año tranquilo, y por este motivo estamos demasiado inquietos, preocupados por conocer cómo será 2025. La historia, más allá de sus ciclos, de sus capítulos contrapuestos, de sus desafíos, es un continuo de incertidumbres y certidumbres.
Cambio de época
Estamos insertos en un cambio de época del que aún no nos hemos percatado. vEl filósofo esloveno Slavoj Žižek, en su libro Viviendo en el final de los tiempos (2010), partió del carácter cíclico tejido por el hilo narrativo del tiempo; luego desarrolló su oscuro argumento y proclamó que el capitalismo liberal global se acercaba a su fin, ahogado en guerras, antisemitismo, regímenes totalitarios, ideologías decadentes, crisis ecológica, crecimiento de la desigualdad, exclusiones sociales. Una descripción muy parecida al apocalipsis.
Este vaticinio ‘zizekiano’ fue la respuesta neomarxiana a “El fin de la historia y el último hombre” de Francis Fukuyama, que tardó más de 18 años en difundirse. ¿La aceptación de que el sistema capitalista no funciona y estaría finalizando permitirá, después de los intentos fallidos del socialismo y del marxismo, formular otras propuestas para reemplazarlo? Un anuncio de tal magnitud genera incertidumbre y abre inevitablemente la puerta al ingreso de nuevas alternativas utópicas.
Final de la evolución civilizatoria
En 1989 cuando el comunismo totalitario caía, Fukuyama señaló que “el punto final de la evolución ideológica de la humanidad… la forma final del gobierno humanoque marcaría el fin de la historia”, lo constituía “el proceso de universalización de la democracia liberal” (artículo en la revista The National Interest, origen del libro The end of History). Su tesis se basaba claramente en una interpretación dialéctica-hegeliana.
La democracia liberal –como último estadio de la historia– está vinculada a la creación de esa cultura económica crecientemente universal conocida por el nombre de capitalismo. Según publicara Fukuyama en 1992, el derrumbe de los regímenes comunistas dejó a la democracia liberal como única opción. Era el fin de la historia: estadio en que las ideologías de sustento totalitario ya no serían, no existirían, significaba el fin de las guerras y de las revoluciones turbulentas, sanguinarias.
Dos tesis antagónicas
¿Por qué Fukuyama dedujo que el final de la historia –su punto culminante– está en conexión con el sistema democrático-liberal moderno y con el sistema productivo capitalista, específicamente con el sistema neoliberal globalizado? ¿Solo porque estos pueden garantizar ciertos derechos básicos universales y determinadas expectativas reales de éxito? ¿Por qué?
Fukuyama sostiene que la mayor satisfacción que nos entrega la democracia liberal es el reconocimiento de nuestra dignidad. “La vida en una democracia liberal es, potencialmente, la ocasión de seguir el camino hacia una gran abundancia material, pero también nos enseña el camino hacia la meta, enteramente no material, del reconocimiento de nuestra libertad”. “El Estado democrático liberal nos valora según nuestra propia autoestima” (libro mencionado).
¿Será que la frontera entre la vigencia y la extinción de los sistemas es tan fina?, como se suele argumentar. Sabemos que dicha delimitación es compleja y difícil de trazar.
Ambos pensadores coinciden desde posiciones contrapuestas, en la formulación de posturas con desenlace adverso para aquel sistema del cual discrepan y del que no son suscriptores. Si Fukuyama se anticipó al postular la defunción de las ideologías totalitarias, después de la caída del muro de Berlín, Zizek se apresuró al vaticinar el fin del modelo de sociedad que encarna la extendida ideología capitalista hegemónica. Al esloveno le ha sido difícil imaginar un cambio optimista en las relaciones capitalistas, para él “es más fácil imaginar una catástrofe total, que acabe con toda la vida en la Tierra” (Reseña de Pamela Calero).
El capitalismo continuará adaptándose
El mundo ha cambiado y cambiará más. El régimen marxista soviético cayó hace más de treinta y tres años, mientras el capitalismo se ha adaptado a los tiempos y funciona bajo fórmulas y signos culturales diferentes en países que parecieran estar situados en otra galaxia, como es el caso de China, el de India o Japón. “El capitalismo es una realidad, no es un esquema vacío, sin realidad práctica”, escribió Jaime Castillo Velasco, principal teórico de la Democracia Cristiana chilena (artículo “Capitalismo y pensamiento cristiano” incluido en el libro Los caminos de la revolución).
En opinión del español Fernando Savater, “ser anticapitalista hoy en día, por mucha aura moral positiva que tenga, es como estar en contra de la ley de gravedad” (diario El Tiempo, Colombia, 29 de enero de 2022). Es probable entonces que al menos en Occidente el sistema que se intenta dar por muerto se consolide en un modelo energético y renovado, que acoja diversas perspectivas y formas creativas de expansión, que continúe adaptándose y no perezca, a pesar de la voluntad en contra de tantos sepultureros de ocasión que solo quieren verlo convertido en cadáver dentro de un sarcófago rumbo al panteón.
(*) (Versos de la canción “Es la lluvia que cae”, del autor Bob Lind, interpretada por “Los Iracundos”, 1967).
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