Heriberto Bustos
Distanciados de la dignidad
El mal se incrementa cuando el bien lo permite

Hace buen tiempo que circulan noticias sobre irregularidades en el manejo de los recursos económicos del Estado y las preferencias para otorgar contratos a familiares cercanos a los altos mandos del Ejecutivo. Se mencionan, por ejemplo, ciertos casos que comprometen la imagen de diversos ministros. Todo ello resulta especialmente preocupante en circunstancias en que los peruanos necesitamos responder con el ejemplo en la lucha contra la corrupción, retomando el camino de la transparencia.
Si bien noticias de esa naturaleza llenan de indignación a buena parte de la población, deben servir para reflexionar sobre ciertos valores necesarios o imprescindibles para asumir obligaciones en representación de la colectividad, y con mayor razón cuando se trata de responsabilidades de gobierno. Importa señalar que no pretendemos de ninguna manera negar la importancia de llegar al poder; por el contrario, siendo un objetivo político humano, debe convocar a la ética, dando sentido a la dignidad. En este aspecto es oportuno recordar la afirmación de Epicteto: ”El hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos”.
La dignidad, sin permitir avasallamiento alguno, consiste en el respeto hacia uno mismo y, por ende, a los demás. Al ser acompañada por inteligencia, conciencia moral y libertad, nos prepara para entender el mundo, orientar nuestra vida y actuar responsablemente. Ahora bien, por las características críticas del país su construcción resulta una tarea difícil y que convoca la acción educativa de la familia, la escuela y la sociedad. Por eso se convierte, por un lado, en un compromiso colectivo; y por otro, en una exigencia de cambios sustantivos en cada uno de nosotros.
Sabemos que la maldad se incrementa cuando la bondad lo permite, y que el silencio frente a irregularidades no ayuda a modificar comportamientos que afectan al bien común. También que quienes cometemos errores tenemos en la rectificación posibilidades de expiar nuestras culpas, asumiendo decisiones oportunas y poniendo los intereses del país por encima de los intereses personales. En otras palabras, debemos considerar que cuando se fracasa en los cargos públicos, retirarse oportunamente es sabiduría, ser capaz de hacer las cosas es valentía y alejarse con la cabeza en alto es dignidad.
En esa dirección, y salvando distancias, resulta oportuno recordar a quienes tiñen negativamente la figura del funcionario, las palabras del mexicano Emiliano Zapata: “Es tiempo de retirarse, es tiempo de dejar el puesto a hombres más hábiles y más honrados. Sería un crimen prolongar esta situación de innegable bancarrota moral, económica y política”.
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