Arturo Valverde

Descifrando mensajes

Coincidencias entre dos grandes narradores

Descifrando mensajes
Arturo Valverde
27 de enero del 2021


En ocasiones he considerado que el grado de influencia que puede ejercer un escritor en otro puede manifestarse de distintas maneras; ya sea en el uso de determinadas técnicas literarias o la manera de presentar la historia, tanto como en la musicalidad o el tono.

En este último caso, viene a mi mente una entrevista a Gabriel García Márquez, cuando dice más o menos lo siguiente: “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero… ¿no te suena conocido?”, pregunta el escritor colombiano a su entrevistador, en referencia a este arranque: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo…”. Y esa musicalidad, acaso podríamos encontrarla también aquí: “El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5:30 de la mañana…”. 

En otros casos, las influencias literarias pueden ir más allá de la musicalidad. Así, recordaba el otro día un fragmento del cuento “Los bailarines” de Arthur Conan Doyle, en el que son evidentes algunas similitudes con “El escarabajo de oro” escrito por Edgar Allan Poe. En ambos cuentos, el protagonista se ve en el caso de resolver un mensaje cifrado, y de esto dependerá el desenlace de la historia. 

En el primer caso (primera imagen) se trata de unos dibujos de lo que parecen ser las siluetas de hombres bailando, y, en la segunda historia (segunda imagen) se nos presentan varios símbolos numéricos escritos en un pergamino.

“El primer mensaje que se me mostró era tan breve que me era imposible determinar otra cosa que el hecho de que el símbolo representaba la ‘e’. Como saben, la ‘e’ es la letra más común del alfabeto inglés, y predomina hasta tal punto que incluso en una frase breve puede uno esperar encontrarla varias veces” (“Los bailarines”, publicado en 1905).

“Desde luego, la letra que se encuentra más frecuentemente en inglés es la ‘e’. Las otras letras se suceden en este orden: a o i d h n r s t u y c f g l m w b k p q x z. La e predomina tan especialmente, que es muy difícil encontrar una frase, algo larga, donde sea el signo principal” (“El escarabajo de oro”, publicado en 1843)

Las similitudes son claras, aunque nadie podría negar el talento en ambos escritores.

Sin la ayuda de un sistema que nos permita descifrar esta clase de mensajes, todo quedaría en la más completa confusión y oscuridad. Desde luego, en lo que concierne al campo literario, uno puede permitirse esta clase de juegos de símbolos. Sin embargo, en el mundo real, si queremos ser entendidos por millones de personas se debe optar por una comunicación sencilla y directa para que nuestro mensaje tenga éxito y produzca el efecto que deseamos en quienes nos leen, nos ven o nos escuchan. Una lección que nos brinda la ficción, y que bien haríamos en tomarla en cuenta en la comunicación diaria.

Arturo Valverde
27 de enero del 2021

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