Heriberto Bustos
Derrotemos a la manipulación
Votemos por quienes defienden la democracia y la institucionalidad

Que la democracia esté en peligro no es una novedad. Lo grave es que, siendo tan evidente, permitamos con nuestro silencio y complicidad el despliegue y desencadenamiento de ese peligro. Esta situación nos recuerda lo narrado por García Márquez en Crónica de una muerte anunciada, donde el ciudadano Santiago Nasar, sindicado por Angela Vicario de ser culpable de una agresión –sin tener responsabilidad alguna– es asesinado por los hermanos Vicario en venganza del honor y deshonra de su hermana. Lo curioso es que todos o la mayoría de los pobladores de la ciudad en la que ocurre este hecho sabían que esa venganza iba suceder y nadie atinó a hacer algo para evitarlo. La insensatez de los Vicario (al asumir como cierta la mentira de su hermana) y la impasibilidad de los pobladores terminaron asociándose para que la maldad lograra su objetivo.
En la vida real del país varios hechos confusos se han venido sucediendo de manera gradual, haciéndonos insensibles y copartícipes, ya sea por la disconformidad con ciertas acciones realizadas por los responsables de gestionar y fiscalizar los recursos materiales y morales en el país. O por limitaciones en la comprensión de lo que ocurre en términos sociales, políticos y económicos, debido a la desinformación y manipulación de dichos acontecimientos. O por desconocimiento de los deberes y derechos que, como ciudadanos, debemos asumir para asegurar nuestra propia existencia y el progreso colectivo.
Recordemos que ante el surgimiento de pruebas vinculadas con la corrupción que comprometían a importantes personajes, en especial del Ejecutivo (ex presidentes y funcionarios de varios ministerios), que ameritaban un tratamiento serio y responsable, se orquestó una tragicomedia, dejando de lado el efectivo abordaje del problema, poniendo ante nuestros ojos confrontaciones entre poderes, desprestigiando instituciones y culpando a la política de esta situación. Allí están la dura crítica y cierre del Congreso, el descrédito del Poder Judicial, la manipulación del Tribunal Constitucional, el manejo del Ministerio Público y de los Organismos Electorales por un grupo de ciudadanos encargados de la administración estatal.
Que nuestro país necesite una serie de reformas políticas y sociales resulta más que evidente. También que los caminos para lograrlo son diversos; sin embargo, el optado hasta ahora muestra una intencionalidad orientada a la destrucción de la institucionalidad democrática. Allí está como muestra el remedo de reforma del Poder Judicial, las elecciones complementarias para el Congreso que periodísticamente se afirmaba ser de interés de más del 80% de peruanos, nos pone a puertas del 26 de enero con cerca del 50% de ciudadanos sin disposición a elegir y con una retahíla de postulantes (salvo honrosas excepciones) que no tienen la menor idea de las funciones que les correspondería realizar de ser “escogidos”. Y ni qué decir de un Tribunal Constitucional que avala las acciones a todas luces antidemocráticas e inconstitucionales realizadas en el periodo de confrontación.
Los momentos de destrucción de la institucionalidad democrática y nuestra reticencia de asumir su defensa están conduciendo al país a un escenario funesto. Las elecciones complementarias para el Poder Legislativo constituyen una oportunidad para evitar que el país llegue al descalabro. Derrotemos a la manipulación votando por quienes asumen la defensa de la democracia y su institucionalidad.
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