Uri Landman
Crónica de una muerte anunciada
Pudo evitarse el derrame de más de 6,000 barriles de petróleo
Una de las obras más conocidas de Gabriel García Márquez, publicada por primera vez en 1981 y considerada entre las cien mejores novelas del siglo XX, es Crónica de una muerte anunciada. Esta historia, basada en un hecho real ocurrido en 1951 en el departamento de Sucre, en Colombia. Nos cuenta sobre el matrimonio de Ángela Vicario y el rico del pueblo, Bayardo San Román. Este descubre, luego de la boda, que Ángela no era virgen al momento de casarse, por lo que la regresa a la casa de sus padres. Los hermanos de Ángela, deciden matar a Santiago Nasar, indicado por Ángela como el responsable de tal hecho. Pedro y Pablo matan a cuchillazos a Bayardo, en la puerta de su propia casa, ante la vista de la gente del pueblo que no hizo nada para evitarlo.
Lo que probablemente pudo evitarse fue el derrame de más de 6,000 barriles de petróleo del buque Mare Doricum, de bandera italiana, contratado por Repsol para abastecer de un millón de barriles de petróleo a la refinería de La Pampilla. Lo que definitivamente pudo evitarse, fue el desastre ecológico que este derrame ha producido ante la tardía y escasa respuesta de Repsol y la completa inoperancia de nuestras autoridades.
Nos hemos enterado, por los medios de comunicación, que la tarde del sábado 15, en el proceso de descarga de petróleo del buque a la refinería, se derramó una cantidad todavía no precisada de crudo. Los funcionarios de Repsol, propietaria de La Pampilla, comunicaron inicialmente que se habían vertido al mar “0.16 barriles de petróleo” en lo que llamaron “un incidente”. Según ellos, el derrame se produjo por la rotura de una manguera a causa de un “oleaje anómalo”. Sin embargo, existen testimonios y videos que demostrarían que no se dio tal oleaje anómalo. Por otro lado, es difícil creer que un buque de tres cuadras de largo, no cuenta con la tecnología suficiente para recibir los reportes marinos que dieran cuenta del oleaje.
Recién el día domingo 16, cuando los bañistas, y luego los serenos de la Municipalidad de Ventanilla, notaron que el mar de la playas Ventanilla, Cavero y Bahía Blanca se tornaba color negro por el petróleo, es que se dio aviso a las autoridades. Entre ellos, el alcalde de Ventanilla, el cual procedió al cierre de dichas playas.
El lunes 17 de enero, cuando la empresa Repsol y el Gobierno debieron haber desplegado todos los recursos disponibles para contener el derrame de petróleo que ocasionó un desastre ecológico, pudimos ver por la televisión un reducido grupo de trabajadores de la empresa, utilizando equipos de “última generación” para recoger el petróleo de la orilla: recogedores de basura, carretillas y baldes.
Recién el día martes, a más de 48 horas de sucedido el derrame, el Ministro del Ambiente, Rubén Ramírez, tuvo la acertada idea de visitar el mar de Ventanilla para constatar el hecho e informar a la ciudadanía. Y siendo miércoles 19, cuatro días después de ocurrido el derrame, el presidente Castillo, encontró tiempo en su recargada agenda, para sobrevolar el mar de Ventanilla y constatar los daños a la biodiversidad de la zona. Para ese entonces, el derrame de petróleo ya había llegado hasta las costas de Chancay, causando la muerte de miles de aves y especies marinas a su paso.
Lamentablemente los derrames de petróleo en el mar no son cosa nueva, ni exclusiva de nuestro país. En mi investigación para este artículo, encontré dos derrames de petróleo, que por su magnitud y daño a la naturaleza, brevemente voy a reseñar.
El primero ocurrió en Alaska el 24 de marzo de 1989, cuando el buque petrolero Exxon Valdez encalló en el arrecife conocido como Bligh Reef en Prince William Sound. Al chocar contra el arrecife, se perforó el casco del barco, lo que produjo un derrame de unos 10.8 millones de galones de crudo. Los daños al ecosistema de Alaska fueron terribles. La industria del salmón casi desapareció y hasta el día de hoy, más de 33 años después, no se recupera totalmente. La compañía Exxon tuvo que pagar US$ 2,100 millones en costos de limpieza, US$ 1,100 millones en compensaciones por los daños y una multa del gobierno federal de US$ 600 millones de dólares.
El derrame marítimo de petróleo más grande de la historia, sucedió el 20 de abril de 2010, cuando la plataforma Deepwater Horizon de la petrolera BP, se incendió y hundió dos días después. Esta plataforma especializada en perforación de pozos súper profundos estaba trabajando en el Golfo de México cuando ocurrió el accidente. A raíz del hundimiento y rotura de las tuberías, se vertieron un aproximado de 134 millones de galones de petróleo. Los daños medioambientales fueron catastróficos y todavía se siguen evaluando el día de hoy. La empresa BP tuvo que pagar US$ 40,000 millones en gastos de limpieza y remediación, y una multa al Gobierno americano de US$ 16,000 millones.
Por supuesto que es terrible lo acontecido en el mar de Ventanilla la semana pasada y la empresa Repsol debe pagar el costo total por limpiar las áreas afectadas además de multas e indemnizaciones. Pero nos estamos olvidando que en los últimos 20 años han habido más de 500 derrames de petróleo en la Amazonía peruana y nadie ha dicho nada al respecto. ¿Por qué no hemos visto la misma indignación, cuando la empresa Petroperú ha sido responsable de la mayoría de estos derrames, muchos de ellos por negligencia de los funcionarios al no haber dado mantenimiento al oleoducto nor peruano el cual se está oxidando y cayendo a pedazos?
¿Cómo es posible que al día de hoy el estado peruano no haya tomado acciones para contener el derrame, con ayuda de gobiernos y empresas internacionales? ¿Por qué no vemos a miles de soldados recogiendo el petróleo de las playas de ventanilla que está matando al ecosistema? Por supuesto, la factura final la debe pagar la empresa Repsol, sea cual fuere el resultado de las investigaciones sobre el accidente. Pero no podemos ser indiferentes ante la destrucción de nuestro planeta.
Espero que los “cojudignos” sean los primeros en darse cuenta lo caro que le resulta al país haber puesto a un incompetente en el cargo de presidente.
“No arruines la Tierra. Los buenos planetas son difíciles de encontrar”.
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