Berit Knudsen
Costos luego de 65 años de Revolución cubana
La transición hacia un modelo abierto y funcional es urgente
En 1959 el proyecto revolucionario cubano ofreció justicia social, igualdad y un futuro próspero para su población. Pero 65 años más tarde, el resultado es una sociedad sumida en la pobreza, sin libertades y un régimen que se niega a reconocer su fracaso. La promesa revolucionaria degeneró en miseria, represión y un discurso victimista culpando a otros por su propia decadencia.
El modelo cubano y control estatal monopolizó los sectores productivos, eliminando la propiedad privada e incentivos individuales. La planificación centralizada, lejos de garantizar el progreso, condenó a la economía a la ineficiencia y estancamiento, decrecimiento del PBI proyectado entre 4 y 5%, déficit fiscal y una inflación de 28% para 2024 según los escasos datos disponibles. Cuba importa 70% de sus alimentos, con infraestructura energética y de transporte obsoletas, sin mantenimiento, paralizando las escasas industrias, círculo vicioso que refleja la incapacidad del sistema para sostener necesidades esenciales.
La población cubana enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes, constantes y prolongados apagones por el deterioro del Sistema Electroenergético Nacional agravado por décadas de desinversión. Los hospitales carecen de insumos básicos y la exportación de médicos como fuente de ingresos estatales, denunciada como "forma de esclavitud moderna", ha dejado al sistema de salud en ruinas. La educación, otrora orgullo del modelo revolucionario, sufre por el éxodo de profesionales calificados y falta de recursos. Con un salario promedio de 15 dólares mensuales, los cubanos no pueden cubrir sus necesidades básicas.
La migración masiva es un testimonio del fracaso del régimen. Más de 300,000 cubanos emigraron en 2022, abandonando un sistema sin futuro, éxodo que redujo la población a menos de 10 millones de habitantes, envejecimiento demográfico que disminuye la fuerza laboral y el número de trabajadores calificados.
El régimen cubano dependió de subsidios externos para mantener su economía; primero la Unión Soviética suministrando petróleo y bienes esenciales hasta su colapso en 1991; luego Venezuela, apoyo desplomado por su propia crisis. En busca de aliados, Cuba ha recurrido a China y Rusia, sin lograr compensar la dependencia, falta de diversificación y vulnerabilidad crónica.
El discurso del gobierno culpando al embargo de todos sus problemas, carece de fundamento ya que Estados Unidos es un importante socio comercial, exportando a Cuba alimentos, medicinas y productos agrícolas esenciales. Además, los más de 1,000 millones en remesas enviadas por los cubanos en el exilio representan una de las pocas fuentes de divisas. El régimen usa el término "bloqueo" como estrategia de propaganda para justificar su propia ineficiencia, desviando la atención de sus fallas estructurales.
La respuesta del gobierno al colapso ha sido endurecer la represión, perpetuando un modelo fracasado. La vigilancia, censura y violencia contra la disidencia son parte del aparato represivo que mantiene al régimen en el poder. La negación a implementar reformas profundas o abrir la economía refleja la desconexión de la élite gobernante con las necesidades de la población. Mientras la cúpula vive con privilegios, los cubanos comunes luchan por sobrevivir en un entorno de pobreza extrema y falta de libertad.
El camino hacia un cambio parece bloqueado por la propia estructura del régimen, pero el nuevo mandato de Donald Trump, con Marco Rubio como secretario de Estado, podría afectar la economía cubana. Rubio, firme crítico del castrismo, ha señalado que Cuba debe respetar los derechos humanos, adoptando reformas democráticas, panorama que complica el futuro de la isla. La transición hacia un modelo abierto y funcional es urgente para detener el sufrimiento en Cuba.
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