Darío Enríquez

¿Cómo va la crisis Covid-19?

Curva pandémica sigue su curso sin martillazos ni aplanamientos

¿Cómo va la crisis Covid-19?
Darío Enríquez
28 de abril del 2020


En este mundo global del siglo XXI podemos seguir “minuto a minuto” todo aquel tema público que llame nuestra atención y que nos interese lo suficiente. Si el tema no es tratado en medios de comunicación convencionales, podremos encontrar vías, contactos y tiempos en la infinita diversidad y gama de espacios virtuales en la
infósfera.

La crisis sanitaria Covid-19, que muchos siguen llamando pandemia, no podía ser la excepción. Prácticamente podemos obtener cualquier información de países que pertenecen al que aún podemos llamar “mundo libre”. Es decir, aquel conjunto de países con una institucionalidad tal que la información sobre el Covid-19 fluye sin parámetros ni cortapisas, porque los derechos fundamentales e inherentes al ser humano –como la libertad de expresión– no pueden ser objeto de “rediseño” ni de “adaptación”.

En este momento, con mayor razón por las atribuciones especiales que las leyes otorgan a los gobiernos, debemos estar mucho más vigilantes. Podemos ver conferencias de prensa en Alemania, Francia, EE.UU., Canadá y otros países, en las que, con total libertad, periodistas de diversos medios se permiten preguntar y repreguntar directamente a autoridades gubernamentales, desde especialistas hasta presidentes y ministros.

Es lamentable, sin embargo, lo que ocurre en España, puesto que la coalición oficialista de “mencheviques” del PSOE (socialdemócratas) y “bolcheviques” de Podemos (extrema izquierda) pretenden amordazar a la prensa y a la oposición política. Hay una clara y malévola intención –despropósito que promueve la extrema izquierda española– de montar una policía política y una “encuadre legal” (incluyendo estatizaciones, “regulaciones” de derechos civiles y más impuestos “contra los ricos”) que les permita avanzar impune y tiránicamente en “la construcción del socialismo”, aprovechando la situación de excepción que se vive por la crisis sanitaria.

¿Cómo vamos en Latinoamérica? Siempre “pasan cosas” curiosas en esta parte del mundo. Chile era un polvorín antes de la crisis, y su llegada permitió al presidente Piñera retomar un liderazgo que prácticamente había perdido. Hasta hoy su manejo de la crisis muestra los mejores resultados de la región, junto con Colombia y Uruguay. En la cuna de Santander, el presidente Duque estaba enfrentando a la extrema izquierda colombiana, que había iniciado en Bogotá una ofensiva similar a la de sus pares en Santiago, pero la crisis ahogó tales pretensiones extremistas. Uruguay sigue mostrándose como la democracia más sólida de la región, sea cual fuere el color político del gobierno.

Brasil enfrenta esta crisis siguiendo una lógica federal, mientras su presidente Bolsonaro despliega un insufrible histrionismo, solo superado por el inefable presidente mexicano López Obrador. Argentina se encuentra en plena caída libre y esta crisis solo los acerca más rápidamente al colapso, aunque por el momento el foco de las preocupaciones por el default y la grave crisis económica se ha desplazado. Bolivia y Paraguay muestran aún cifras de muy baja afectación, mientras que Ecuador, de lejos, es el país que más ha sufrido con esta crisis. Y solo esperamos que no se replique en algún otro país de la región. Centroamérica y el Caribe hacen frente a la crisis con mayores y conocidas limitaciones, mientras Cuba y Venezuela son –para variar– paraísos de ocultamiento y desinformación.

En Perú, la mayor parte de ciudadanos parece haber tolerado los errores evidentes cometidos por el Gobierno: innecesarias aglomeraciones por pésima operatividad del Bono 380, inoportuno tema AFP, incalificable “pico y placa” de género, reducir en vez de extender el horario de atención en comercios alimentarios, prohibir el uso de autos privados, encerrona de Semana Santa, etc. Sin embargo, se tiene un manejo relativamente exitoso desde el punto de vista comunicacional, y en buena parte gracias al control que se ejerce sobre otros poderes del Estado y sobre los medios de comunicación

Esta situación es peligrosa principalmente por dos razones: 1) Se atribuye falsamente la culpa de haber provocado una elevación de la tasa de contagio y decesos a quienes no respetaron el toque de queda o incumplieron las restricciones impuestas por el Gobierno, provocando animadversión contra “esos que no se quedan en su casa” y una innecesaria división conflictiva entre peruanos. En muchos casos, lamentablemente, hay un perfilado social de esos “desobedientes” similar a aquel perfilado que asocia cierta apariencia física, racial o de indumentaria con conductas delictivas y antisociales. Un nuevo “choleo” emerge agresivo y discriminador; 2) Las cifras oficiales de la crisis no tienen credibilidad objetiva debido a que no existen mecanismos vigentes de contrapeso político, pues ya no hay “obstruccionistas” que den equilibrio en un proceso como este, de modo que los incentivos para ocultar la información en forma impune resultan muy elevados. 

Lo cierto es que en el Perú –como ha sucedido más o menos en todo el mundo– la curva pandémica sigue su curso, y no hay ni martillazos ni aplanamientos notables. Las diferencias de unos y otros tienen que ver con la atención precoz, las numerosas pruebas de despistaje y la suficiente capacidad hospitalaria. Obviamente no nos va bien en esos aspectos. Esa es la realidad y debemos enfrentarla, porque la vertiente comunicacional se agota rápido. Ahora que se espera salir progresivamente del confinamiento, no será tan fácil exonerar de responsabilidad al Gobierno, pues cierta indulgencia ciudadana durante la primera etapa –pues el fenómeno fue muy difícilmente previsible– podría revertir en gran inquietud, mucha impaciencia y un posible desborde social que debemos controlar.

Darío Enríquez
28 de abril del 2020

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