Raúl Mendoza Cánepa
Cochambrecracia
Marx debe estar revolcándose en su tumba

La prerrogativa de la inmunidad presidencial no es absoluta, lo único de lo que el presidente está a salvo es de ser acusado por el Ministerio Público, no de ser investigado. Conviene decir que la investigación y la acusación penal (acreditado el delito) son dos temas distintos. Cabe distinguir dos fases previas a la acusación: las diligencias preliminares y la formalización de la investigación penal.
En el artículo 117 de la Constitución solo se encuentra la precisión de los alcances de la acusación, bajo el criterio de que un gobernante no puede ser distraído de sus labores. Sin embargo, lo que no se contiene en la norma escapa de esa prerrogativa, y el artículo no menciona la investigación. Así, por interpretación, el presidente sí puede ser investigado por los supuestos que contempla el artículo 117 y por cualquier otro que no se contenga en la norma.
La investigación es un deber fiscal. Rige una norma desde el año 2001, la Ley N° 27399, que habilita al Ministerio Público para realizar investigaciones preliminares antes de una acusación constitucional, y permitiría ordenar el impedimento de salida del país del gobernante, así como el levantamiento del secreto bancario, tributario y de las comunicaciones. Sea cuales sean los cambios próximos en la composición del Ministerio Público, el imperativo es investigar.
Hay colaboradores eficaces, audios y una articulación suficiente de indicios que demandan acciones inmediatas. Los audios que tiene el Ministerio Público, y cuyos detalles hemos ido conociendo a través del programa de Phillip Butters en Willax, ponen contra las cuerdas a un gobernante que debería saber que el final de su mandato está próximo y que perecerá devorado por el consenso, mientras se gasta en un cambio de Constitución que ahora deviene en fuera de lugar. Colaboradores eficaces no faltan.
Si consideramos que Dina Boluarte no se salva de su destitución e inhabilitación de la función pública porque las pruebas son irrebatibles, más pronto que tarde el escenario será el de una transición del poder.
Cuando Vladimir Cerrón convocó a Castillo (aún con sus propios temas de Junín) habrá pensado en su revolución bajo el manto de un maestro rural que, en lo absoluto, llegó a Benito Juárez; a lo más a fundador de una forma de gobierno que ilegitima cualquier alusión a los doscientos años: la cochambrecracia. Cochambre es, según la RAE, el conjunto de cosas sucias, viejas y estropeadas. Tan lejos de una revolución y tan cerca de un lupanar. Marx debe estar revolcándose en su tumba.
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