Pedro Corzo
Castro y Chávez: criminales transnacionales
Impusieron controles sociales que violentan los más elementales derechos

Mi desconocido, pero apreciado y respetado, Américo Darío Gollo Chávez, un venezolano que honra el gentilicio, tiene la opinión de que los tiranos solo mueren cuando sus obras desaparecen. En consecuencia, Fidel Castro y Hugo Chávez están vivitos y coleando, como popularmente se decía en la Cuba que perdimos, por solo hacer referencia al nefasto legado de dos sujetos que además de destruir a sus países de nacimiento perjudicaron seriamente el resto del hemisferio.
Para desgracia de venezolanos y cubanos, esos dos opresores se apropiaron de ambas naciones con la complicidad de amplios sectores de la población gracias al encanto que ejercieron sobre muchos de sus compatriotas. Así lograron, un alto nivel de servidumbre, lo que hizo posible unos regímenes de gran capacidad destructiva.
Lo primero a afirmar sobre Castro y Chávez, es que traicionaron a sus respectivas naciones. Fueron crueles hasta con sus partidarios y brutalmente feroces con sus opositores, demostrando una incapacidad absoluta para la generación de riquezas, aunque contaron con poderes absolutos en la gestión económica. Los regímenes que impusieron fueron un rotundo fracaso, con la excepción de su sobrevivencia y el hecho de haber extendido sus maléficas propuestas a otras naciones, como Bolivia, Nicaragua y –en su momento– al Ecuador de Rafael Correa.
Fidel Castro entregó la Isla a la extinta Unión Soviética por más de treinta años, convirtiendo al país en un satélite de Moscú. Así recibió los subsidios que le permitieron perpetuarse en el poder, e imponer un sistema de control sin precedentes en el hemisferio. La dependencia de Moscú, se institucionalizó en la Constitución de 1976, que en su Preámbulo decía: “Apoyado…en el internacionalismo proletario, en la amistad fraternal y la cooperación de la Unión Soviética y otros países socialistas y en la solidaridad de los trabajadores y pueblos de América Latina y el mundo”. Eso se concretó con el absoluto respaldo a las incursiones imperialistas del Kremlin, particularmente en África y Afganistán.
Fidel Castro, copió al detalle el modelo soviético y hasta corrigió algunas debilidades de este, haciendo que el totalitarismo establecido en la Isla fuera mucho más férreo que el de la metrópoli, como afirman ciudadanos que residieron en los dos países. Por su parte Hugo Chávez, otro depredador, traicionó a su país sometiéndolo ciegamente a la voluntad imperial de Fidel Castro. Venezuela se transformó en una especie de provincia de Cuba –sin dudas, la más rica–, que proveía al despotismo insular de los bienes necesarios que era incapaz de producir.
El legado de Chávez es tan devastador, quizás más, por las amplias riquezas del país sudamericanos, que el de los hermanos Castro. El militar golpista quebró el ritmo institucional que el país había asumido en 1958, e incentivó la corrupción gubernamental a cotas inimaginables. Despilfarró miles de millones de dólares, empobreciendo a unas de las naciones más ricas del hemisferio.
Aun aquellos que muestren simpatías hacia Hugo Chávez y Fidel Castro, si les queda un mínimo de sentido común, deben concluir que ambos mandatarios fueron nefastos para sus países. Y con independencia de la justicia que pudieran implicar sus propuestas políticas y sociales, que enarbolaban mientras manipulaban y reprimían a la población.
Tal y como apunta el amigo Gollo Chávez, los regímenes de ambos autócratas les han sobrevivido; agrego que en las personas de otros dos incapaces, Nicolás Maduro y Miguel Díaz-Canel, cuya gestión es tan precaria como la de sus antecesores. Ellos han llevado a no pocas personas a olvidar quienes fueron en realidad los constructores de esas dictaduras, responsabilizando a los actuales déspotas de los crímenes del presente y también de los del pasado.
Hay que trabajar intensamente para que Fidel Castro y Hugo Chávez no se transformen, gracias a la gestión de sus admiradores, en dioses benefactores cuyos discípulos no fueron capaces de interpretarlos correctamente. Algo que podría ocurrir con Daniel Ortega en Nicaragua y Evo Morales en Bolivia, dos subproductos del castrochavismo.
Castro y Díaz-Canel, Chávez y Maduro, son géneros lógicos de propuestas ideológicas y políticas que a través de la historia han resultado en fracasos. No solo por su intrínseca maldad y desconocimiento de la condición humana, también porque su implementación obliga a un control social que violenta los más elementales derechos de las personas.
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